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jueves, 30 de octubre de 2014

POR QUÉ LA SOLEDAD


POR QUÉ LA SOLEDAD
        Describir este sentimiento interior, no es fácil, y el signo que lo apremia, parece esconderse en la zona crepuscular de la vida. No obstante pudiera ser mejor comprendido, en tanto y en cuanto hagamos un esfuerzo por trasladar a la explicación, un método aproximado que dé cuenta de su múltiple causalidad. Pues el punto de encuentro con la soledad, no sólo está en lo subjetivo del estado de ánimo; sino que puede ser también -además de lo fría y desierta-, una elección de reencuentro consigo mismo; ser si se quiere, la más fiel amiga, o acaso una vía reveladora de crecer como persona.
            Pero así y todo, La soledad hace profuso el limbo del silencio, y, camina despoblada, vacía, por estrechas calles de guijarros y de gente que diserta sin hablar, que oye sin oír el susurro en las paredes, de manera patética y ambigua. Mas, no hay que vivir solo para sentirla; pues a veces hace que la multitud le sea indiferente, despegada, y, acabe siendo el revés de lo que el alma alberga.
            Hay otras afinidades o semejanzas con la soledad, como los hábitos socialmente distraídos, la incapacidad de establecer relaciones con los demás; o hirsutas distorsiones de la percepción y el tiempo, etc.; en donde el espíritu humano parece reflejar, como en un espejo, las visiones más pesimista y amargas del destino (como si de él todo dependiera), y todo lo demás que desdice de la voluntad de vivir el tiempo que nos vive; tras el juego de dados de la existencia. Pero lo más curioso es saber que, los jóvenes suelen adaptarse mejor a la soledad, que las personas mayores, según un estudio realizado por la Universidad de MacGill, en Montreal, Canadá.
            De allí que abunden los filósofos, que ven la soledad como una forma de alcanzar lo excelso. Ejemplo de ello es, Arthur Schopenhauer, quien sostenía que, la soledad es la suerte de los espíritus excelentes.
            La soledad finalmente -cuando es impuesta-, puede ser una posible causa de depresión, alucinaciones, aislamiento y reclusión. De algunos espacios y lugares ásperos y desapacibles, entre intervalos y pausas. Más, aun cuando no es el fin en sí mismo, también nos permite descubrirnos y darnos cuenta de quiénes somos y qué queremos.
            Nadie puede sentirse solo, si está lleno de ilusiones, si hay un leer pensativo. Una formación y madurez intelectuales Si hace entrar el suceso en el curso natural de las cosas, donde el pasado y el futuro se abren a ambos lados del presente.
Maracaibo 30 de octubre, de 2014.

domingo, 26 de octubre de 2014

DESDE EL JARDÍN



[DESDE EL JARDÍN]
Manuel Martínez Acuña                          
      Se trata de un libro de Jerzy Kosinski (década del 70), de un estilo totalmente diferente al que muchos estamos acostumbrados; y que, según R.Z. Sheppar, "es una devastadora andanada de cosas programadas con perfecto ritmo satírico y de mucha profundidad metafísica." Una novela en la que su autor se sirve de la sensatez y de la imaginación al mismo tiempo, para crear un protagonista único que es una fabulosa imagen patentada de nuestra época. Por consiguiente, quizá sea el libro que he vuelto a leer y leer con mayor interés. Tanto, como para querer compartir hoy parte de esas impresiones con mis generosos lectores.
      Imaginemos a un hombre que, desde muy corta edad, no conoció otra vida que la que transcurría del otro lado del muro que protegía la casa y jardín de un anciano enfermo, a donde una vez fue llevado por cosas o circunstancias poco claras. Y en donde la paz se hacía imperturbable hasta del ruido de los carros que de tanto en tanto pasaban por la calle. Su nombre era Chance, porque había nacido por casualidad y, porque al nacer, su cerebro había quedado descabalado para siempre. Por lo tanto, su existencia debía limitarse a sus habitaciones y a trabajar el jardín, y nunca entrar en otras partes de la casa ni salir a la calle. Nombre este que más tarde le fuera cambiado por el de Gardiner, debido a que se presentó ante extraños como jardinero, y este adjetivo en inglés es Gardiner.
         Pero pasó lo que tenía que pasar. Un día de tantos se murió el viejo y, desde luego, se produjeron los cambios que generalmente se producen, de los cuales son autores los parientes, los abogados, los banqueros y otros  encargados de este tipo de sucesiones. Chance, entonces, tuvo que  marcharse. Caminó hasta el portal del jardín, que en veinte años nunca fue abierto; lo traspuso y, se perdió deambulando en el tráfago de la ciudad. Mas, todo lo que veía hasta ese momento como parte de la vida real, sólo lo había contemplado a través de la televisión, su único contacto con el mundo exterior, desde niño.
       Como a mitad de la calle sintió el rigor del sol y el peso de la maleta, que estorbaba sus movimientos, tardó demasiado tiempo en saltar de un punto a otro de su travesía, dentro de un parqueadero de vehículos; por lo cual fue atrapado entre el parachoques de un auto ya estacionado y el de otro que se estacionaba en ese  momento. La trama se torna a partir de entonces, insospechadamente apasionante y, de alguna manera, en un rompecabezas para el mundo de los negocios, la política, etcétera; por lo insólito, apuesto e inmutable del personaje.
      Sucede que, una hermosa y gran dama es la persona involucrada en el accidente. Y por mucho que el causante lo fuera en la realidad su chofer, ella asume todo el peso de la responsabilidad, hasta convencer a Chance de venir con ella a su casa, para ser atendido de inmediato por los médicos que cuidaban de la precaria salud de su marido; hombre de grandes negocios y de una sobrada  influencia en la política y los artificios de Wall Street, donde se encuentra el centro financiero de los Estados Unidos. Chance, creyendo que debía demostrar de alguna manera su interés por las atenciones y cuidados que  recibía, recurre a lo que veía con frecuencia en la televisión. Es decir, repetía una buena parte de las mismas palabras empleadas por sus interlocutores, hasta llegar invariablemente a una feliz coincidencia con el diálogo. Así llegaron Rand -el enfermo marido- y, particularmente su esposa E.E., a sentir por Chance o Gardiner, una tan desproporcionada admiración que, en una oportunidad, hasta le fue presentado, como amigo de confianza de la casa, al Presidente de los Estados Unidos.
       Fue entonces cuando ocurrió lo insólito. Lo que desató el ritmo satírico de  la  novela. De pronto, y a lo largo de la conversación iniciada entre Rand y el Presidente, hubo un momento en que el Presidente preguntó: "Y Ud. señor Gardiner, qué opina de la mala época por la cual atraviesa la calle?” (Esto refiriéndose obviamente a Wall Street.) Chance, sorprendido y fuera de todo contexto previo, atinó a decir finalmente: "En todo jardín hay una época de crecimiento. Existen la primavera y el verano, pero también el otoño y el invierno, a los que suceden nuevamente la primavera y el otoño. Mientras que no se hayan seccionado las raíces todo estará  bien, y, seguirá estando bien..."    Agradaron tanto estas palabras al Presidente que, no sólo le dijo, señor Gardiner, "hace mucho tiempo que no escucho una observación tan alentadora y optimista como la que acaba de hacer," sino que en su discurso de ese día sobre el estado de la economía del país, obviamente aludió a Gardiner de nombre, y de esta manera: "Hemos gozado de la primavera y también del verano, pero, desgraciadamente, lo mismo que en el jardín del mundo, es inevitable que lleguen los fríos y tormentas del otoño y el invierno."
      Pues bien, fue al tenor del discurso del Presidente que el nombre de Chance despertara la atención de los medios informativos. Y el que avivara aún más la pasión insatisfecha de E.E., picada ahora por la presencia del joven y apuesto jardinero. Esto hizo que todo cambiara para Chance. Confundido y obligado por las apremiantes circunstancias, solo recordó y siguió en la práctica, los mismos pasos que había visto dar en escenas de amor en las telenovelas de su televisor, hasta lograr que, al final, la dama se calmara un poco.

viernes, 24 de octubre de 2014

EL SILENCIO EN LA PALABRA



EL SILENCIO EN LA PALABRA

Manuel Martínez Acuña                     

         Según Aristóteles, las cosas se diferencian en lo que se parecen; algo por lo que muchos llegamos a pelearnos -ni más ni menos-, por lo mismo que en otras ocasiones escudamos. De ahí que, el umbral de la filosofía sea, a juzgar por Epicteto, percatarse ante todo de la fragilidad y cortedad del hombre. De lo que se deduce que la “palabra” y el “silencio” pueden parecerse, por cuanto  una y otro no se contradicen entre sí. Tema del que pretendemos sacar de aquí, algunas reflexiones útiles.

         Si todo esto es así como se dice; ¿Por qué no dar cuenta entonces del sesgo que toman las razones del silencio, y, extender la mirada a su alrededor?  ¿Por qué no hacer acaso una herrería de sus aprehensiones, y, oír su coro, definir sus dimensiones, o intentar descifrar su significado detrás de la palabra?

         Al contrario de como se revelan las carencias del hombre, el “silencio” tiene la sabiduría de decir más en lo que calla que en lo que declara. O, si se quiere, lo que no se siente identificado con el escucha.

         De ahí que, permanecer en silencio ante las circunstancias de un desatino verbal, pareciera tener la virtud que todo ser social debe llevar a cabo. Es decir, no llegar por otros caminos a personalizar una situación incómoda entre concepto y amigo. Acaso callar equivalga virtualmente a decir, que el eufemismo no es fingimiento; ni es dar a entender lo que no es cierto; pues lo que se quiere es no herir con la verdad.

         Sin embargo, tal forma de ver las cosas -apelando a los perfiles de la razón-, acaso el silencio pueda ayudar a comprender mejor el mundo que se transparenta detrás del hombre. Callar, no tiene porqué ser una muestra desdeñosa. Ni tampoco, -por supuesto-, aprobación. Pero, si en ocasiones pudiese indistintamente revelar una u otra cosa, lo fundamental del silencio está en la filosofía de la tolerancia, y no en la incertidumbre.

         Por lo tanto, hablar poco o hablar mucho, puede tener una sola lectura. 





Maracaibo 24 de octubre de 2014.

lunes, 20 de octubre de 2014

DE NUEVO LA NAVIDAD



DE NUEVO LA NAVIDAD

Manuel Martínez Acuña                                   

      Pues bien, de nuevo la Navidad. La gente parece deslumbrarse con sus quimeras y realidades, entre las sedas vaporosas de un tapiz tejido por la fe. Siente sumirse en un sueño intenso de muchedumbre dispersa, urgida de coincidencias valoradoras. Acaso es el mejor momento de escindir las penas, de regresar a la humanidad consigo mismo; de darse por satisfecho quién no haya perdido el asentamiento de la fe, la fijeza de la voluntad, el gusto por la acción. O, bien; entender que, si la vida se hace paso a paso en borrador, y, que si todo se mueve en medio del torrente interior de la esperanza, transitemos entonces en este diciembre por todo lo alto y emblemático del pesebre de Belén. Desde donde todo puede mirarse a partir de aquel suceso que aún conmueve al mundo; después de más de dos milenios de haber ocurrido. Resonancias repasadas que el fermento de la Historia ha descoyuntado y recompuesto desde ciertas formulaciones cristianas y mitologías clásicas que, en su esencia, ya no mueren con Jerusalén.      

      Hay en el mundo tan pocos momentos felices, que este otro rato de la Navidad bien vale la pena reiniciarlo como una realidad nueva; vivirlo a plenitud; y, pasar de largo sin caer en la cuenta de que todo es una rutina más, de entre las muchas cosas hacinadas en nuestra memoria. Pues algo bueno quedará fulgurando de esos espléndidos e insustituibles fantasmas tradicionales. De esa sensación viva que la Navidad alinea con gracia y alegría colectiva, tras el trasunto de la Nochebuena.

       Tiempo donde la Historia escancia su buen vino, desde el pueblito de Oberndorf, escondido al lado del río Salzach, lo que en la “NocheBuena” de 1818, y con el concurso del padre Joseph Mohr, vicario de Wagrain en el Pongau, y el director del coro de Hallein, Franz Xaver Gruber, dio al mundo la música y letra de la bella canción de Navidad: “Noche de Paz”.

      Y es para recordar también el momento de cuando la Nave Capitana de Colón, la “Santa María”, encalla y se destroza frente a la costa, el 25 de diciembre del año 1492, en medio de las intrigas y ambiciones propias del conquistador. Intrigas estas desatadas entonces entre el Almirante y Martín Alonso Pinzón; y la matanza a manos de la heroica resistencia nativa, de 39 de los primeros adelantados de la primigenia colonización americana. Pobladores fugaces de la primera ciudad fundada en América, con el nombre dado por el propio Colón, de “Villa Navidad”.    

      Y, así, conforme va la línea de este angosto pasaje de la vida, donde al final del camino nos aguarda el otro lado de lo abstracto, no queda más  que ver la vida como es; y, disfrutar de lo que la fantasía imagina, entreteje y cuenta de esta otra Navidad.

jueves, 9 de octubre de 2014

DEL OBJETO AL CONTENIDO



DEL OBJETO AL CONTENIDO


MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA


      Según considera Félix de Azúa en su “Diccionario de las Artes”, no hay avatar humano cierto fuera de su inmediata coloración, sin que antes no haya pasado por el puente tendido entre el intelecto y la reflexión. Así por ejemplo, cada vez que recibimos de la televisión, el cine, la prensa escrita o internet, el mensaje corporativo que la tecnología nos vende a domicilio a través de sus efectos audiovisuales, nos preguntamos siempre en la más estricta intimidad, qué cosa pudiéramos hacer para conservar incólumes los principales valores éticos aprendidos en familia, frente a una opulenta escuela que pretende moralizar virtudes a la misma velocidad que las destruye.


      El poder que han acumulado estos medios de comunicación en los últimos veinte años, no es sino la constatación de un éxito rigurosamente convertido en salazón de la conciencia occidental -por no hablar de una nueva cultura general- cuya autoridad e influencia exageradas tendrán que tipificarse algún día en la legislación venezolana, sobre todo en lo relativo al papel de la televisión, ya que de lo contrario no habrá más moral pública ni más realidad política, que la sancionada por dichos medios.


      Pero el asunto no termina aquí. Hay que añadir un objeto más de cierto contenido freudiano que, en muchos aspectos psicológicos, constituye el filamento perfecto para hacer cambiar el alma del pueblo, vaciar el contenido ideológico de cualquier proyecto social, y, confundir la capacidad intuitiva del venezolano; lo cual no es otra cosa que hacerse del título de buen ciudadano.


      Cabe decir pues que, la imagen de espiritualidad universal y pasado histórico que antes irradiaban la televisión y medios impresos con su fuerza creativa, coherente, didáctica y susceptible de credibilidad, hoy no llega a ser sino un objeto más en el mercado de las cosas rentables. A no tener ni un solo gramo de aplomo en la información.    


      Vale señalar entonces que, del objeto al contenido, hay un desierto poblado de leedores, de televidentes enmudecidos y cansados por tanta humillación a la inteligencia, tanto ultraje a la moral y, tanto atropello a la verdad.


      Una piedra es una piedra, hasta que no se descubra su lado bueno y su lado malo.