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viernes, 22 de diciembre de 2017

SEMBLANZA DE MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA



SEMBLANZA ESCRITA POR JUAN MIGUEL BASTIDAS Y JULIO CATELLANOS, DOS ESTUDIANTES DE PERIODISMO INVESTIGATIVO DE LA UNIVERSIDAD RAFAÉL BELLOSO CHACÍN, A TRAVÉS DE UNA ENTREVISTA HECHA AL EFECTO, A MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA, EN MARZO DE 2012.

MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA
            “Estoy en el descanso del guerrero, no me gusta mirar hacia atrás. No vivo del pasado, sino del presente”
Por: Juan Miguel Bastidas / Julio César Castellanos
Con una mirada profunda, llena de sabiduría y experiencia, con su canoso cabello, sus 90 años no se hacen notar con tanta facilidad, su semblante pausado pero que enseña una brillante lucidez. Los años le han dejado un repertorio de vivencias y anécdotas que perduran en sus recuerdos y en algunas de sus obras literarias, haciéndole formar una gran sonrisa a quienes le escuchan o leen sus trabajos.
Su familia es su tesoro y “la mayor recompensa que le dio la vida”, asegura Don Manuel Martínez Acuña. Escritor, contador no de profesión sino por experiencias de la vida, amante genuino de la naturaleza, ganadero y, sobre todo, padre y esposo “ejemplar”, tal y como lo dice su hija Morayma.
Casado por más de 66 años con su esposa Olga, Don Manuel vive en un acogedor condominio en la ciudad de Maracaibo, lleno de pinturas. Van desde retratos de Simón Bolívar, pasando por obras que reflejan su amor por la naturaleza, muchas regaladas por su gran amigo, Roberto Jiménez Maggiolo, hasta aquella famosa fotografía de Marilyn Monroe en la cual el viento juega, muy oportunamente, con su falda. Es un hombre con pasión y vocación a la cultura.
            Ese retrato de Simón Bolívar es el gran espectador de su oficina, repleta de toda clase de libros y una computadora que maneja con una facilidad para nada común en alguien de su edad, utiliza a la perfección el Facebook y su blog “Las Huestes del Sosiego”, la ventana de los pensamientos más recientes y recuerdos de Don Manuel y que demuestran su capacidad de adaptación a la vorágine de la globalización.
            Recibe a su visita como si se tratara de algún familiar o amigo entrañable de sus tan recordadas “tertulias literarias”; shorts, una chemise y una gorra timbrada con la palabra “Abuelón” es su atuendo para empezar a compartir sus recuerdos y vivencias.
Un talento innato.
            Así describe Don Manuel su capacidad para las letras; algo que ha sido su “inclinación desde siempre”. Pero varios hechos de su vida fueron marcando su vocación como escritor. Tenía 14 años cuando su hermana tiró al olvido una obsoleta máquina de escribir, “Ana Raquel, allá en Los Puertos, tenía una máquina voluminosa, de esas Remington. Yo no tenía cómo comprar una y se la pedí; la metí en el lago para que botara todo el barro y le eché gasoil. La puse a valer”, recuerda.
            Mostró, con muchísimo orgullo, lo que podría considerarse su primer escrito: “Retozos gramaticales”, transcrito por él, original de Miguel Ángel Granados, con apenas 14 años, siempre interesado por la buena escritura. De 1941 databan esas amarillentas hojas que aún conserva con gran aprecio, pues cómo no, aquello era recuerdo de “la mejor” etapa de su vida, como él mismo lo confesó, su adolescencia.
A partir de ese momento, su amor por las letras no lo perdería nunca. “Fue el sacerdote Mariano Parra León quien a través de la Juventud Católica venezolana formó el círculo literario, donde enseñaba a jóvenes a desenvolverse en público, lograr elocuencia en la palabra, etc. De ahí vienen personalidades como Eucario Romero Gutiérrez, Adolfo Romero Luengo, entre otros. De ahí partió mi vocación”.
22 años desperdiciados.
            Casi un lustro estuvo bajo la tutela de Mariano Parra León y su Juventud Católica Venezolana, que aún recuerda por sus actividades de lectura y recreacionales; los juegos de ping-pong, dominó, cartas y la infaltable caimanera de béisbol.
            Pero ese grupo se dispersó. Don Manuel viajó a Maracaibo donde se le “presentó un trabajito de secretario de una jefatura. Me mandaron para La Cañada, después para Cabimas”. Ya en la Costa Oriental se topó con supervisores de relaciones industriales de la Creole Petroleum Corporation, quienes le invitaron a trabajar allí.
            Admite, con la voz un poco quebrada, la pérdida de 22 años trabajando en esa transnacional, en cuanto a su real vocación: la escritura. “La fuerza de la inercia”, como él mismo dice, le mantuvo trabajando allí. Por más de dos décadas se desempeñó como contador e incluso conferencista gracias a su experiencia, a pesar de no contar nunca con un título universitario.
            Don Manuel es incapaz de negar lo mucho que le ayudó esa actividad laboral. En ese tiempo fue estructurando lo que sería otra de sus grandes pasiones: su finca dedicada a la cría del ganado. “Eduqué a los hijos y me formé una base económica”, también lo resalta.
Su liberación de tal trabajo, vino acompañado de una propuesta de transferencia a Caracas que él jamás aceptó. A partir de allí, la puerta de su talento con la pluma se abrió como el grifo de un lavamanos.
Las letras, su gran pasión.
            El estilo de Don Manuel lo hace inconfundible a la hora de leer sus textos. De muy finas maneras y con una excelente percepción a los detalles, tanto que su entrañable amigo, Ruperto Hurtado,  lo define como “uno de los mejores detallistas de su generación”, cosa que resalta aún más dada su vocación de escribir crónicas, narrativas anecdóticas de su vida que describen cada paso, cada movimiento, cada lugar, haciendo que el lector imagine fácilmente esos hermosos paisajes, lindas aborígenes y hasta pueda sentir que está viviendo la misma travesía.
Es característico de su intención narrativa, mostrar un poco al público de personajes y lugares que han quedado olvidados en el tiempo, pero que para el folklore y la cultura venezolana representan parte de sus inicios. Tal es el caso de su libro “Baúles de Monasterio”, donde describe la forma en que vivían las tribus Yanomami en el Amazonas de una manera novelesca, con particular énfasis en la exuberante naturaleza del lugar, lleva al lector a conocer un poquito más de esta leyenda nacional.
Un estilo para escribir muy refinado lo define. Influenciado por autores y pensadores clásicos: Voltaire, Montesquieu y Oscar Wilde. “De aquí saqué muchos de los nombres para la novela”, comentaba Don Manuel, señalando un libro de las obras completas del dramaturgo británico.
Su amor por la naturaleza es tan significativo como el que profesa a su esposa e hijos, cautivando de forma muy particular con  la pasión y la serenidad transmitidas en las líneas de sus “Huestes del Sosiego”, poemario que hoy día también titula a su blog digital y evidencia la creativa de este literato marabino.
Se siente tan compenetrado Martínez Acuña con la literatura, que formaba en “la terraza de la casita de la 72”, las famosas “tertulias literarias”, no eran más que reuniones entre amigos para compartir impresiones de literatura y pasar un momento agradable entre grandes amigos y un buen whisky. Eran, sin duda, veladas inolvidables.
De las tertulias literarias a una asociación.
Esa casa de la 72 es hoy en día un concurrido sitio de comida rápida, bastante alejado de aquel hogar, donde crecieron sus 5 hijos, que se transformaba en un espacio para la cultura cuando Don Manuel se reunía con sus amistades.
Con ese grupo de intelectuales, entre ellos Tito Balza Santaella, Iván Darío Parra y Roberto Jiménez Maggiolo, fue parte de la Asociación de Escritores del Zulia (A.E.Z). Primero como vicepresidente y luego en el máximo cargo desde 1996 al 2002. De esa institución tiene miles de gratos recuerdos.
“Yo no tengo enemigos, el único que tuve ya murió”, recuerda Martínez Acuña, sin querer nombrarlo. “Él fue un gran amigo, iba a mi casa y me tomaba bastante whisky”, comenta con malicia. Pero las cosas cambiaron después de que se presentara una situación extraña en la tesorería de la Asociación de Escritores, bajo su responsabilidad; la que finalmente lo condujo a renunciar y a reponer lo que no estaba.
Más allá de eso, las cosas positivas abundaron en la Asociación de Escritores del Zulia, promovió la creación del Circulo Literario Juvenil de esa institución: “esos muchachos a los que ayudé, me dieron más a mí que yo a ellos”, puntualiza Don Manuel. Lastimosamente la A.E.Z se “politizó mucho” y, para Martínez Acuña, ya no es lo mismo.
El campo y la ganadería, reliquias de un sentir muy íntimo.
            Simultáneamente al trabajo de la Creole Petroleum Corporation, Don Manuel pone en práctica la actividad ganadera, adquiriendo su finca Oasis, en el sector Machango del Municipio Baralt. “A papá siempre le ha gustado la actividad física, respirar aire puro, converger con la naturaleza. Recuerdo cómo le dolió vender esas tierras, obligado por la edad, y no poder dejarlas a mis hijos por sus compromisos laborales y desacuerdos familiares, fue muy duro para él” cuenta Morayma Martínez, una de las hijas del Sr Manuel con tono muy nostálgico, “Papá necesitaba descansar”, sentencia.
            Cuenta Don Manuel con mucho orgullo que una tarde lluviosa, se encontraba “una novilla pariendo con el becerro atravesado, tenía dificultades para dar a luz, me abalancé sin dudarlo, con todo y el torrencial aguacero que caía para lograr salvar a ambos animales. Al final lo logré”.
Otra anécdota que recuerda pero esta vez con tono mucho más serio, es  la que sucedió un 18 de diciembre. “Me mataron 8 de mis mejores vacas, eso para mí fue muy fuerte, me causó un impacto tremendo. La producción se me vino abajo”. Historias que demuestran más y más facetas de un hombre que con personalidad de mucho temple y una debilidad particular por el campo supo enfrentar y superar con gran éxito adversidades y así mismo, disfrutar de una etapa que lo enriqueció como ser humano y le inspiró como escritor.
“Apuntes”, su espacio en prensa.
            Durante 17 años, Don Manuel plasmó sus vivencias y experiencias en su columna “Apuntes” en el Diario Panorama. La oportunidad, surgió de forma casual en un banco cuando el periodista Adalberto Toledo le invitó a escribir en el diario. Crónicas, opiniones, recomendaciones y ensayos muy provechosos sobre literatura y muchísimos otros temas los plasmaban cada viernes en ese espacio.
Recuerda con especial afecto una semblanza realizada por él a Humberto Fernández Morán, insigne ciudadano marabino, que incluso llegó a ser publicada por el diario El Universal.
La relación con Panorama se fue desgastando. La presión de entregar cada jueves un nuevo escrito, sumado al trato que allí recibió; le incomodaba sentir cómo en el diario pensaban que le hacían un favor al recibir su columna. Y así llegó a su fin su paso por la prensa escrita. Camino que transitó durante 17 largos años.
Antología de los disparates.
            Contrario a lo que se pueda creer, Don Manuel, con su antecedente en la Juventud Católica Venezolana, no es una persona con creencias religiosas arraigadas. Casi nulas se podría decir.
            Desmenuza su biblioteca, pareciera algo indispensable para él hacerlo cada vez que hablará sobre algo, para mostrar tres libros: “Los Borgia”, "La vida sexual del clero" y “El libro negro de la inquisición”. Comenta sobre las barbaries que ha realizado la iglesia católica encubriéndose en la fe y de su total desacuerdo con esta institución.
            La evidente pederastia existente, aún en nuestros tiempos, por un gran número de sacerdotes católicos, o “curamichates” como él los llama, según su nieta Brenda, es un motivo de muchísimo peso como parahaberle hecho cambiar totalmente su percepción sobre la iglesia.
            Su frase más severa sobre la religión fue la de referirse a La Biblia como “la antología de los disparates”. Lo considera un libro que denigra totalmente de la mujer, que tampoco es la palabra de Dios por estar escrita por hombres. “El evangelio según San Juan lo escribieron 40 años después de muerto Cristo, ¿quién sabe cuánto pudieron inventar?”, comenta con un tono irónico.
En el descanso del guerrero
Don Manuel es sin lugar a dudas, un personaje emblemático de la cultura y del arraigo zuliano. Su pasión por la literatura, el campo, el arte, el trabajo honesto y su infinito aprecio a su selecto grupo de amigos, conviven con la genuinidad del amor a su familia. Un hombre sencillo con carácter cuando se amerita, pero que ofrece un sinfín de historias lindas y muy interesantes de una larga vida que sigue llenando de regocijo a quienes han tenido la dicha de conocerlo.
Las muchas partes recónditas donde el Sr Manuel ha estado y los lugareños que allí reposan, agradecen de manera omnisciente las veces que han sido mencionados con sublime gentileza en cada párrafo, cada obra, manteniéndolos presente a través del tiempo a nuevas generaciones como un pedacito más de la cuantiosa cultura venezolana, tan olvidada en estos tiempos, pero que Martínez Acuña rescata con cada experiencia suya.
Ahora está disfrutando de la vida y de todo lo que ella le ha dejado; está en el “descanso del guerrero”, como él mismo dice. A pesar de tantas vivencias, anécdotas y recuerdos, Don Manuel no mira mucho para atrás y dice “no vivir del pasado, sino del presente”. A sus 90 años vive en el acá y en el ahora.               

lunes, 18 de diciembre de 2017

PENSILES DE LA NAVIDAD



PENSILES DE LA NAVIDAD
Manuel Martínez Acuña                                   
      Pues bien, de nuevo la Navidad. La gente parece deslumbrarse con sus quimeras y realidades, entre las sedas de un tapiz tejido por la fe. Siente sumirse en un sueño intenso de muchedumbre dispersa, urgida de coincidencias gratas. Acaso es el mejor momento de escindir las penas, de regresar la humanidad consigo misma; de darse por satisfecho quién no haya perdido la fe, la fijeza de la voluntad, el gusto por la acción; o bien, entender que, si la vida se hace  paso a paso en borrador, y que todo se mueve en medio del torrente interior de la esperanza, transitemos pues en este diciembre por todo lo alto y emblemático del pesebre de Belén. En que todo puede mirarse desde aquel suceso que aún conmueve al mundo; después de más de dos milenios de haber ocurrido. Resonancias repasadas que el fermento de la Historia ha descoyuntado y recompuesto desde ciertas formulaciones de fe cristiana y mitologías clásicas, que en su esencia ya no mueren con Jerusalén.      
      Hay en el mundo tan pocos momentos felices en su entorno, que este otro rato de la Navidad bien vale la pena reinaugurarlo como una realidad nueva; vivirlo a plenitud; y, pasar de largo sin caer en la cuenta de que todo es una rutina más que recorrer de entre las muchas cosas hacinadas en nuestra memoria. Pues algo bueno quedará fulgurando de esos espléndidos e insustituibles fantasmas tradicionales. De esa sensación viva que la Navidad alinea con gracia y alegría colectiva, en el trasunto de la Nochebuena.
       Tiempo desde donde la Historia escancia en estos días, de su otrora buen vino, en el pueblito de Oberndorf, escondido al lado del río Salzach, lo que en la “NocheBuena” de 1818, y con el concurso del padre Joseph Mohr, vicario de Wagrain en el Pongau, y el director del coro de Hallein, Francsisco Jaavier Gruber, dio al mundo la música y la letra de la conocida y sublime canción de Navidad: “Noche de Paz”.
      Y es para recordar también el momento de cuando la Nave Capitana de Colón, la “Santa María”, encalla y se destroza frente a la costa, el 25 de diciembre del año 1492, en medio de las intrigas y ambiciones de siempre. Intrigas estas desatadas entonces entre el Almirante y Martín Alonso Pinzón; y la matanza a manos de la resistencia nativa, de 39 de los primeros conquistadores o deshacedores de la primigenia colonización americana. Pobladores fugaces de la primera ciudad fundada en América, con el nombre dado por el propio Colón, de “Villa Navidad”.    
Y, así, conforme va la línea de este angosto pasaje de la vida, donde al final del camino nos aguarda el otro lado de lo absurdo, no queda más  que ver la vida como es; y, disfrutar de lo que la fantasía imagina, entreteje y cuente de la Navidad.    
Después de todo, es asunto de saber, qué puñado de conciencia hay que poner, para inferir que, la auténtica felicidad perceptible en este mundo, proviene de la siembra, no de la cosecha, como dijo Benavente.

jueves, 7 de diciembre de 2017

ORIGEN, METÁFORAS, Y, UNIVERSALIDAD DE LA MÚSICA



ORIGEN, METÁFORAS, Y, UNIVERSALIDAD DE LA MÚSICA
MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA
Cuando se habla sobre una cultura específica como es este caso de la música, lo primero en preguntarnos sería, de donde proviene, cual es su origen, y, el porqué de sus tendencias intelectuales emotivas, artísticas, religiosas, y, su manera de ser históricas. Razón por la cual nos propondremos clasificar los hechos tradicionales más trascendentes, según el estilo que encontremos manifiestos en ellos.
En ese orden; y, compaginando las líneas o caracteres más significativos de ciertas leyes relativas al conocimiento de la historia de la música, encontraremos posiblemente la ocasión de hallar, de manos de los investigadores, los cabos de hilos que de alguna manera conducen al tejido original de este maravilloso arte de la intimidad humana. Y, como todo género musical abre cauce a muchas y diversas interpretaciones, dejemos pues que los estudiosos de esta causa, nos señalen el orden a seguir.
Así encontramos por ejemplo que, en la música para entonces -de origen desconocido-, no se utilizaba instrumentos musicales para su interpretación, sino la voz humana, o la percusión corporal, que no dejaban huellas en el registro arqueológico. Por lo que es lógico pensar, que la música se descubrió en un momento similar a la aparición del lenguaje, cuyo cambio de acento podía producir un canto. Teoría científica sostenida durante mucho tiempo por los filósofos y sociólogos Jean Jacques Rousseau, Johann Gottfried Herder o Herbert Spencer.
Así fueron evolucionando las formas musicales, una a otra; entre ellas, las más apegadas al culto religioso que se dieron a finales del siglo VI con el canto gregoriano; y, luego, en el XI y XII, con los juglares, trovadores y troveros, junto a los cantantes y poetas del Medioevo alemán, hasta la exaltación de los cantos de ordeño de nuestros días, que la UNESCO acaba de enunciar como patrimonio de la humanidad, a ese afanado laboreo conque el llanero venezolano y colombiano ancla y viste de utopías -con demostraciones del rostro y de las manos-, su infortunio.
Para entonces, en casi todas las culturas -particularmente en la Grecia antigua, se consideraba a la música como un regalo de los dioses; como el lenguaje del alma. Y, entre todas las rebuscas eruditas que al efecto se trazaron, fue hallada el arpa como el primer instrumento que tendió cuerdas sobre el caparazón de una tortuga. A lo que se sumaría –tras el paso de unos cinco mil años-, un emperador en China llamado Haong-Ti, quien a su vez ordenó crear la música a sus súbditos, basándose en los signos gráficos o sonidos de la naturaleza.
Fue así como, hacia el siglo XIII, con el concurso de la escuela de Nôtre-Dame de París, la polifonía alcanzó su más alto grado de sistematización, que luego Iría evolucionando a pequeñas frases, versos, etc., hasta terminar empalmándose en una canción. Charles Darwin explicaba el origen de la música como una solicitud o escarceo amoroso, igual a como hacen los pájaros u otros animales, en sus relaciones de pareja.
Y, con este contexto de mitos y leyendas milenarias, citemos finalmente y a manera de abundamiento, este otro hito de la historia: En un documento escrito por Plinio el Joven, con la intención de informar al emperador Trajano acerca de las costumbres de los cristianos, encontramos una interesante referencia de su música: Ellos, (los cristianos) tenían la costumbre de reunirse en un día específico al alba, para alabar a Cristo como si de un dios se tratase, con un canto alterno», el cual consistía en aquel que se desarrolla entre dos coros; uno de los cuales canta una estrofa y el otro le responde. En la liturgia católica se le conoce como antífona, y se puede cantar con la participación de dos coros o de un solista y la congregación.