LA EDAD Y EL TIEMPO 29/11/2016
Manuel Martínez Acuña
Cuánto más haya sido rodeada de gratas y
alegres evocaciones una vejez, más lejos se pone de aquellas que se han rodeado
de desiertos. Hay por tanto una parte de esta realidad, que nos permite -entre
lo que corresponde a la Edad del envejecimiento-, establecer los valores que trascienden
en esta época de meditación, de quietud; de traspasar los límites de la
experiencia.
Cuando se es joven y se tiene todo lo
que se necesita para ser lo que es; es decir, poseer de lleno todo lo que de
esa etapa de la vida se puede esperar, casi nunca se le presta atención a ese
insondable tic tac de las horas, que indefectiblemente conducen a las fronteras
de la vejez. Por supuesto, que, no existe ninguna razón válida en contrario que
contradiga esa legítima actitud, pues vivir la actualidad de ese don precioso a
plenitud, equivale si se quiere, a aquella frase famosa en que Kant combate la
metafísica de René Descartes, en su Discurso Del Método: “treinta thaler
(moneda de plata) posibles, no son
menos que treinta thaler (moneda de plata) reales”.
Mientras no distingamos entre las cosas y la
apariencia de las cosas, según apunta José Ortega y Gasset, se escapará a
nuestra comprensión lo más genuino del conocimiento y del mundo exterior. Preguntémonos
siempre, entonces, por el sentido de las cosas.
Así y todo, la vejez es momento de resumen
y recuento. Lejanos ya las ilusiones de la adolescencia y los engolosines de la
juventud, el anciano puede enfrentarse a la realidad hasta con una ponderación
y un realismo superiores, a los de las
demás épocas de su vida. Pues puede descubrir con una nueva lucidez, lo que es
importante y lo que no lo es, y, distinguir lo fugaz de lo que permanece, entre
la Edad y el tiempo.
En consecuencia, una vida prolongada facilita –entre otras
cosas- el cumplimiento de aquella conocida regla apolínea de, conócete a ti mismo. O, haciendo alusión a aquel “tanto venir andando”, decir con el filósofo,
matemático y físico francés, René Descartes: “pienso, luego existo”.
A todas estas, por tanto, hay que
llegar a tener las virtudes guerreras de la paz, estilizar su época, y, no aprender
demasiado tarde a sonreír.
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