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JUAN DE DIOS MARTÍNEZ
Iván Darío Parra
paedica@hotmail.com
El maestro Juan de Dios Martínez Suárez nació el 18 de
marzo de 1945, en Bobures, estado Zulia. Con ese destello y agraciado carácter
que siempre le acompañó, contaba que su papá, don Pedro Martínez y su mamá,
doña María Isabel de Jesús Suárez se conocieron en una gaita de tambora y a los
nueve meses nació él.
Por tener una conducta diferente a los otros niños en
las escuelas de primaria donde estudió, tanto en Bobures
como en Maracaibo, tuvo que
enfrentar a sus compañeros. Pues, tenía un conocimiento diferente que resultaba
extraño entre sus condiscípulos, pero que lo fue formando para los grandes
retos que en su vida se planteó.
Apuntaba que a los 9 años su abuela le dijo:”Mire hijo, usted ya sabe
leer y escribir. Póngase a guardar todo lo que dicen esos viejos que vienen
aquí todas las tardes a buscar los panes y los dulces que yo hago”. A partir de
entonces, fue anotando cada una de las leyendas, mitos y enseñanzas que las
personas de mayor edad -descendientes de africanos que vivían en Bobures y en
los pueblos aledaños (El Parral, Gibraltar, El Pino, Santa María, San José,
Palmarito…)- relataban a diario en la ancestral vivienda de sus familiares
maternos.
Gracias a esa información que empezó a obtener, casi inmediatamente,
comenzó a organizar lo que había escrito y de esta manera vamos a encontrar su
primer relato “El Ibungue”, que habla sobre un enano bembón, orejón y ojón que
salía del río Lemba-Lemba y abrazaba a la gente, quienes después de varios días
con fiebre morían.
Para 1957 Maracaibo lucía como una localidad muy atractiva para las
ventas de comidas y dulces, principalmente en las épocas de veladas y fiestas
patronales de sus diferentes parroquias, por lo que su familia se mudó a dicha
ciudad. En ese entonces contaba con 12 años de edad y había aprobado el sexto
grado de educación primaria. Aquí cursa sus estudios de secundaria en los
liceos José Ramón Yépez y Rafael María Baralt.
Transitoriamente, Juan de Dios se había ausentado de su terruño natal y
de las gratas conversaciones de aquellas veteranas personas que eran un
reservorio de historia patria. Pero, en las vacaciones escolares continuará con
aquella misión que su abuela materna le había sugerido. En esta circunstancia,
va a trabajar en el programa de alfabetización “Abajo Cadenas” con pobladores
de Bobures y de los pueblos vecinos del Sur del Lago de Maracaibo. Cumpliendo
su labor, va a darse cuenta que mucha información de las costumbres y
manifestaciones de esos pueblos se ha perdido por no existir una institución
que se haya ocupado de su resguardo. Que todo lo que se encuentra es a través
de la tradición oral y que sino se escriben al morir los ancianos quedarán
también sepultadas estas vivencias. De allí que va a principiar dándole forma
bibliográfica e iconográfica a todo lo que había recabado y en este afán va
producir los testimonios escritos más importantes de la cultura afro-zuliana.
Toda esta
actividad que desarrolló lo convirtieron en investigador de la cultura afroamericana, escritor de
sus vivencias culturales, músico y gestor de su propia memoria. Como historiador, supo transmitir la historia de
sus antepasados para enriquecer y preservar tradiciones de gaitas, tambores y
valores de la afro-zulianidad. Va a fundar el
grupo de Chimbangueles Ajé, que posteriormente se va a transformar en la
Fundación Ajé, a través de la cual se ha salvaguardado y divulgado las
tradiciones etno-musicales (afro-venezolana y afro-caribeña) del estado Zulia.
Aunque esta Fundación fue registrada formalmente en 1991, sus quehaceres se han
venido llevando a cabo durante casi medio siglo, desde que Juan de Dios con
toda su prole laboraba en lo que han llamado “la escuelita del folclor”. Vale
observar que Ajé es el nombre de una diosa africana de la abundancia económica
y actualmente, su hijo Juan Pablo está al frente de ella.
Cultor Popular, Promotor Cultural,
Docente y Guardián del Legado Africano e Indígena en América y el Mundo.
En julio de 1996, con la finalidad de
darle consonancia y estructura a lo que la Fundación Ajé venía desarrollando
con la música y el baile, se registra la agrupación (tambores) Vazimba, cuyo
nombre proviene de una tribu nativa de Madagascar.
En el presente su legado se extiende a
escuelas de danza, gastronomía y otras tareas que van más allá de lo
cadencioso.
Gran parte de su obra está inserta en
los doce libros que publicó: Antecedentes
y Orígenes del Chimbangueles, Las Barbúas, Presencia Africana en el Sur del
Lago, El Gobierno del Chimbangueles, Como Bailar Chimbangueles, La Gaita de
Tambora, La Gaita Perijanera, San Benito y sus Chimbangueles, Instrumentos Musicales Indígenas del Estado Zulia,
Centros de Trabajo de la Zulianidad, Mitos, Leyendas y Rostros Sobre el Culto a
San Benito de Palermo en Venezuela; y La Afro-zulianidad. Y también, en las dos
Producciones Musicales (música, canto y danza de orígenes africano establecidos
en los estados Zulia, Mérida y Trujillo: e instrumentos musicales indígenas
zulianos).
Recibió una gran cantidad de
reconocimientos por su contribución a la Danza, Música, Documentación y Rescate
de las manifestaciones afro-venezolano e Indígenas presentes en el Occidente
del país.
El Ejecutivo regional, por Decreto Nº 13-A del 23 de agosto de 1993, le nombró Patrimonio Musical del estado Zulia. En 1996, se le otorgó la mención Danza Folclórica del premio CONAC. La UNESCO le reconoció como Experto Latinoamericano en Culturas Africanas (1997).
El Ejecutivo regional, por Decreto Nº 13-A del 23 de agosto de 1993, le nombró Patrimonio Musical del estado Zulia. En 1996, se le otorgó la mención Danza Folclórica del premio CONAC. La UNESCO le reconoció como Experto Latinoamericano en Culturas Africanas (1997).
El Dr. Alfonso Montiel Romero,
Presidente de la Fundación Cultural “Numen Marense”, escribió una distinguida
décima a su valiosa obra. También, el maestro Wilmer Pelayo compuso una bella
contradanza como homenaje a su memoria.
Falleció en Maracaibo el 2 de octubre de 2005. Su
familia, que abarca ya dos generaciones, ha continuado su faena con una
constancia que garantiza su presencia por muchos… muchos años. Paz a sus
restos.
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