INFINIDADES CAUTIVAS
Canta
el ave sus salmos; madrugada
que justo
mece en los sueños
el
dorado de la espiga;
el
momento de la espera.
Que rumia
el sol de las cabras.
Que enciende
nuevas estrellas
cada
vez que se retuercen
los
minutos que apresura
el café
de la colada;
la espuma blanca de los pastizales.
Comienza
el día a remontar la carga,
la fuga
de una aurora;
la
semilla que pugna por la flor.
Mientras
el humo de las catedrales
parece atizonar
cada madero
de la cruz
en la ciudad, el orbe,
la
choza del pastor;
como el
viejo ciprés del cementerio
que
forja y da la fragua
a las postrimerías de ultratumba;
a ver medrar
la muerte.
No
obstante es un cerrar y abrir de puertas;
infinidades
cautivas,
donde
todo comienza, ronda y pasa.
Manuel
Martínez Acuña