LA INFLUENCIA DE LOS COLORES EN EL
ESTADO DE ÁNIMO
Manuel
Martínez Acuña
Toda
imagen formada por la imaginación, nos permite hacer entrar el suceso en el
curso natural de las cosas. Es decir, en el realismo mágico de algo que no
tiene explicación lógica, pero que dentro de lo imaginable, puede hacernos
experimentar una ilusión emocional creciente, como sucede ante la faz o
longitud de onda de los colores.
Para
hallar esto evidente, no hay que ir muy lejos. Los efectos cromáticos en las
emociones personales que sobrevienen a nuestra voluntad, pueden ser separados
en dos categorías; la influencia directa, y, la indirecta.
Si bien
uno de los factores que más influye en las emociones, es la luz, los colores a
su vez se dan por ir asociados a diferentes intensidades o tesituras, como
suelen ser los colores cálidos, rojos, naranja, amarillo, y, sus variantes más
excitantes, que son los tonos grises, azules oscuros, negro, etc.
En ese
orden, el rojo es considerado un color antidepresivo, y, el más fuerte de toda
la gama cromática; generalmente asociado al amor, la energía, la vitalidad, o
la pasión. Y, desde luego, puede ser útil para aquellas personas desmotivadas,
deprimidas por la angustia y la soledad, a cuenta y razón de su estado de ánimo.
Cosa
similar parece ocurrir con algunos de los efectos asociados a la tonalidad del
color verde, que suscitan un ambiente tranquilizador o sedante, y, una
sensación de frescura en el ánimo de las personas; sobre todo en aquellas que
son sometidas a una situación de estrés continuado.
Así; y
por tantos otros caminos fruitivos, andan también las cualidades y poderes del
color azul, remedando o contrahaciendo la tonalidad del cielo, lo inmaterial,
lo manso, dulce y sedativo de sus pinceladas; y, naturalmente, la activación de
las funciones superiores más intuitivas del pensamiento humano. No por algo
escritores, poetas y compositores, han moldeado sus metáforas y traslaciones retóricas,
con los pequeños secretos, primores y aderezos conque el color azul matiza sus
palabras, entonaciones musicales y armonías literarias. Cabe decir aquí
entonces, que, desde las cumbres de “El Libro Azul” de Rubén Darío, hasta lo
más llano y modesto del poemario: “Una forma de azul”, del que escribe, hay un
buen ángulo de referencia.
Como es
bien sabido, el azul es el quinto color newtoniano del arco iris, la profundidad
inmaterial de las cosas, y, el matiz psicológico de un mundo espiritual
primario, acaso adornado por las vides que cantaba Horacio.
Así,
pues; son los colores, igual que la música, una manera de anudar los hilos de
nuestra vida; una visión activa que no existe para un espejo, pero que es capaz
de representar una cualidad virtual triunfante que le sobreviene, dotándola de valores
intelectuales congregados en el escorzo, o reglas de la perspectiva, que
alinean la influencia de los colores en el estado de ánimo.