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domingo, 5 de enero de 2014

LABRANZA PARA LA PAZ



Labranza para la paz         

Manuel Martínez Acuña                 
      El uso y aprovechamiento de la tierra ha sido siempre para el hombre -desde que éste dejó de ser nómada y recolector- el quehacer más apremiante; y algo que él hace desde que entró en relación con otros hombres, o vive en sociedad. El suelo es por lo tanto el factor, la realidad superior e inseparable de la supervivencia. Es el camino que forzosamente se amplía y extiende, en la medida en que crecen las necesidades alimenticias de un mundo acosado por el hambre; trágica mensajera de muchos males sociales. Por eso, todo cuanto se derive de la agricultura en general, tiene que ser bien  entendido como un problema de primer orden, de mucho cuidado; puesto que, desde la misma antigüedad, los reglamentos que se dieron en torno a la legislación de entonces, casi todos fueron precisamente relacionados con la actividad agrícola.
      De ahí que, la labor del campo deba ser estimulada y fundamentalmente orientada hacia la reincorporación de la población rural a su elemento primario, en razón de su casi crónico desencuentro con su entorno natural, históricamente provocado por el desnivel de vida interpuesto entre este sector y el urbano.
       Se estima que, en el caso de Venezuela, en 1841, la población agrícola representaba un 72% de la población general, contra un 65% en 1936, y, el 41% en 1950. Decrecimiento este que, no sólo persiste como causa de un mismo mal nacional e internacional, sino que ha engendrado una nueva clase de humanismo hipócrita, que a menudo suele preguntar por la vida y por el hombre, en los foros mundiales, después de haber saciado su propia superabundancia, y, arrojado a los perros los mendrugos.
      A este respecto cabe señalar que, dejar al amparo de sus solas fuerzas a la agricultura, no sólo puede aumentar al máximo el desequilibrio social, el hambre y la pobreza en el mundo, sino lo que es peor aún, acercar más al hombre a la guerra, o al terrorismo de la nueva dominación.
  Dolorosa encrucijada esa rodeada de sombras e incertidumbres, como la de quien avizora un abismo. De ese modo, o sin un instrumento concebido para poner al alcance de la población los proventos y posibilidades de la tierra, la dignidad de la vida humana quedará excluida del gran banquete de los economicistas, exclusivamente invitados a esa mesa.
      Visto de esta manera el problema general; la cuestión que plantea; es hallar el modo de lograr que el capital productivo aporte mayores beneficios a la sociedad rural.     Que el mercado para las cosechas tenga objetivos seguros, concatenados y definidores de una política integral sostenida y de cambios de estructura. 
      Que el aprovechamiento crediticio y el de la tierra, sea concebido y controlado en conjunción equilibrada con  servicios agrotécnicos y programas oficiales encomiables.  
     Que el labrador, el campesino, el pequeño o el mediano empresario del campo, deje de ser excluido de las necesidades mínimas del pan de cada día, de la salud, la educación y la justicia social. Así, bien pudiera irse al rescate de la población campesina, y revertir su trastocado éxodo en función del bien común.
      Que no se escatime más el orden social de su concurso que, en rigor, significa la paz del mundo.

viernes, 3 de enero de 2014

DICTUM DE FEDERICO GUILLERMO

SEGÚN HEGEL, EL HOMBRE SOLAMENTE SERÁ DICHOSO EN LA MEDIDA EN QUE LLEGUE A SER EL QUE ES.

jueves, 2 de enero de 2014

UN TRASMUNDO NUEVO



                                                 Manuel Martínez acuña

EPÍLOGO DEL CUADRO SAGRADO



EPÍLOGO DEL CUADRO SAGRADO

Mas, como ocurre a menudo,
todo epílogo recoge
la balumba, lo que arroje
por su cuenta, o ponga nudo.
Así pues, ni un estornudo
tal cual medió en el pasado,
que a mucho cuadro sagrado
se le raspaba sin pena
sobre el vino de la cena,
EL COLOR  DE SU ACABADO.
 Manuel Martínez Acuña