Escalio
DE AYER
M A N U E L
Roberto Jiménez Maggiolo
He amanecido con las inquietudes intelectuales i sociales de siempre,
dispuesto a ir a los tres o cuatro libros que leo o estudio, al mismo tiempo,
mientras paso de uno a otro, como muchos cambian de canal en el televisor; pero
generalmente tomo para leer de primero, el que más da serenidad al alma –la mía
es injerto firme de mente i corazón- i actualmente es la poesía de Benedetti, en Insomnios y duermevelas,
el libro entre mis manos, i un poema ha logrado que me siente
motivado frente al ordenador. Hago, a veces, varias cosas mientras intercalo
poemas o me siento a repasar alguno, cuando me impacta i me lleva a una
meditación o comparación interesante. He decidido quedarme la mañana en casa,
después de la agradable visita de ayer, de un joven genio musical del piano, a
quien hace unos años le pronostiqué sus grandes éxitos del presente: Carlos
César Rodríguez. I anoche, entre los íntimos amigos i familiares,
principalmente mis adoradas i bellas hijas i dos nietos, estaba Manuel i, junto
a Iván Darío, otro noble amigo, posteriormente nos quedamos conversando, ya
idos los invitados de honor, el artista i sus padres. Naturalmente, el
principal tema, la realidad nacional; todos comprometidos de corazón con el
proceso revolucionario, pero desprovistos de fanatismo i analizando con
racionalidad. Como siempre, Manuel representó la sindéresis, la serenidad, la weltanschaunng,
de hombre que repite no haber pasado por la universidad, pero él mismo es un
docente de la universidad de la vida, porque su huella –además de amante de la
naturaleza i casi campesino- son las letras, entre ellas las cinceladas i
doradas en la poesía, la más profunda huella del hombre en su existencia
terrenal, por cierto la única, como pensamos Manuel i yo, repensando con
Benedetti que, la eternidad, “como todo lo celeste, es un invento
sofocante”.
A Manuel Martínez Acuña, tuve la dicha de ilustrar i valorar en un
prólogo, su único poemario publicado, aunque tiene para hacer muchos otros;
empero, no es el número de obras publicadas sino su calidad, lo que da
titularidad de intelectual i de poeta a un hombre; pensemos por ejemplo, en
Juan Rulfo. Ya en otras ocasiones he tenido la ocasión de nombrar aquellos
maestros que influenciaron mi vida como maestros próximos, Raúl Cuenca, mi
padre –con teoría i ejemplo-,Ordóñez Marín, Adolfo García Díaz, mi inolvidable realizador en
filosofía o, en el extranjero, el extraodinario Jean Ladrière. Esos, a no
dudarlo, dejaron sus lecciones en mi alma; pero en la vida diaria, al lado de
uno que me acompañó por años, más condiscípulo que maestro, luego no soportó la
confrontación de ideas i se alejó inexplicablemente, como lo hizo Américo
Negrete. Pero, hace más de veinte años, (nos parece a destiempo, porque ha
debido ser antes, por la coincidencia de comunes amigos) apareció Manuel,
cuando juntos rescatamos definitivamente la Asociación de Escritores del Zulia
que, no existía sino de nombre i la llevamos a una cumbre, desde la cual,
lamentablemente, ha vuelto a descender, aunque Manuel creó la de Jóvenes
Escritores, la cual, luchando contra las borrascas, mal que bien ha dado sus
frutos i por lo menos existe una generación de relevo.
En Manuel, se compagina, la virtud del hombre leído i reflexivo; no
basta el tiempo transcurrido, sino el provecho que se haya sacado de eso tan
sutil que pasa, simplemente pasa i no se recupera jamás. Manuel tiene sus musas
intelectuales bien generosas; por eso le repito siempre que, puedo conversar
con él, hasta de temas profundos de filosofía, religión i vida, como con mui
contadas personas puedo hacerlo i eso, es un refugio maravilloso, para quienes
el filosofar o el analizar el drama vital, el desahogo es indispensable para
sobrevivir. Por esto, dice que aprende de mí, pero no se da cuenta cuanto
aprendo yo de él. Por ejemplo, mis conceptos sobre algún tópico, sólidamente
fundamentados en Russell (mi filósofo por excelencia) o en mis conocimientos
por ejemplo, de filosofía de la historia, del lenguaje o de la ciencia, o acaso
por una apreciación de lógica simbólica, cuando la llevo a disecar o analizar
para aplicarla a la realidad enfrentada, una palabra, una observación o una
aprobación parcial o un disentimiento de mi amigo, me obliga a rectificar la
posición i quizá encontrar un mejor sendero. Manuel, sin propósito de hacerse
notar, se siente feliz de su casi anonimato; puede encontrar tiempo para
satisfacerse en hacer una mejor traducción poética de El Gato de
Baudelaire que la encontrada en algunos libros bilingües; o ver contradicciones
inexplicables, en textos bellos como El ruiseñor y la Rosa de Oscar
Wilde, o de pronto mostrarme un “cachimberito” como dice de algún nuevo poema
suyo, o algún escrito de opinión para la prensa. Lo cierto es que prácticamente
es casi el único amigo que visito frecuentemente, pese a existir otros que los
siento casi como hermanos i brillantes en sus dedicaciones, como Tito Balza con
su pasión por el idioma, o Ildebrando Rossi con su maravilloso talento de
pintor, digno heredero de su padre mi entrañable amigo Vitaliano Rossi.
Entonces, visto así este amigo del alma, conseguí un poema de Mario
Benedetti que a mi parecer, sintetiza la sencillez del hombre que crea sin
tener ni la mínima intención de molestar a nadie i menos envidiar, pese a que
no le faltan detractores i enemigos gratuitos, porque si alguna cosa le ha
adornado siempre, es su bondad, serenidad i sabiduría de hombre pensante. He
aquí el poema, aunque su título podría ser mejor:
COLEGAS
Hay colegas que leen
otros que envidian
yo soy de los que leen
y envidio poco
si mi hermano descubre
una palabra triste
y hace de esa tristeza
un faro de
alegría
yo siento que los pájaros
me vuelan en el alma
y me siento feliz
de esos otros tan otros
si en cambio yo descubro
una palabra triste
y hago de esa tristeza
un faro de alegría
quisiera que otros socios
seguros en su orilla
se sintieran ufanos
de esos míos tan míos
lo cierto es que en el frágil
vaivén de la poesía
hay colegas que leen
otros que envidian
yo soy de los que leen
y envidio poco
Así es Manuel; pero con cierta diferencia; no creo que envidia poco,
sino nada. Manuel no envidia a nadie i se siente feliz de los logros de los
otros, otros. Por eso esta amistad tan pura i tan “sagrada” como dirían muchos,
aunque ninguno de los dos creemos en lo sagrado; creemos sí en lo noble, en lo
bello i lo verdadero, pero sin creer, tampoco, que nadie posee la verdad i por
ello compartimos con el gran Antonio Machado, aquellas coplas de:
¿Tu verdad? ¿Mi verdad?
¡No! La verdad
y ven conmigo a buscarla
Este que he intentado pintar en letras, es Manuel, amigos míos.
RJiménez M