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domingo, 29 de abril de 2012

"LO QUE DIJO A GOETHE UN CAPITAN:

CUANDO SE HABLA DE UNA CULTURA ESPECÍFICA, NO PODEMOS MENOS DE PENSAR EN EL SUJETO QUE LA HA PRODUCIDO"
                                             ORTEGA Y GASSET

jueves, 26 de abril de 2012


LA HISTÓRICA CABILDADA DE DOS CUADROS
Manuel Martínez Acuña                   
      Vamos primero a pensar un poco más del alcance de lo que fuera la amistad de los generales Rafael Urdaneta, supremo héroe zuliano, y Simón Bolívar, padre de la patria; con el denotado propósito de acceder a esos valores de persistencia, tan pertinentes hoy como para recuperar cuanto de afecto y lealtad entre los hombres hayamos perdido.
       Así llegamos a la localización monográfica de un relato de dos cuadros que, si bien no era exactamente la que buscábamos, al menos planteó un abrazo ontológico hacia el mismo fin. Si se quiere porque, como puede verse en la cuenta del siguiente hecho curioso, sus luchas y pasiones ante la adversidad, parecieran no dejar de ser comunes.
      El caso es que mi amigo, el afanoso cronista de la Cañada de Urdaneta, Lic. Nectario Boscán Carroz -como buen bolivariano que fue, y, por supuesto, buen urdanetiano-, se metió a redentor y salió crucificado. Es decir, propone en nombre de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Correspondiente a Maracaibo, al entonces presidente municipal (6/7/1989), la sustitución de dos cromolitografías convencionales de Bolívar y Urdaneta, que estaban colocadas a la sazón en el salón de sesiones de nuestro ayuntamiento, por dos magníficos retratos al óleo de 90 x 80, que además de mejorar la parte decorativa del salón, rendirían honor al padre de la patria y al paladín zuliano. Cuadros que habían sido pintados por el artista plástico de Maracaibo, Luis Romero Rubio.
      Pues bien; habiéndose llegado a un acuerdo en cuanto a la adquisición y precio de los cuadros entre Boscán Carroz, el doctor Gastón Montiel Villasmil (entonces presidente de la institución bolivariana) y, el funcionario municipal, se convino develar dichos cuadros durante los actos de celebración del centésimo septuagésimo octavo aniversario de nuestra independencia.
      A partir de entonces, comenzó el vía crucis para el cronista bolivariano. Conocedor de la lentitud burocrática con que se mueven las órdenes de pago oficiales, asumió personalmente la deuda pendiente de los cuadros, pagándolos al autor. Con la esperanza de recobrar luego su valor, y de que fuesen develados en el lugar convenido; o sea, en el salón de sesiones del Concejo de Maracaibo, el 24 de agosto de 1989, día del Lago de Maracaibo. Pero esa fecha pasó, sin pena ni gloria. Como también tuvieron el mismo destino las cartas de fechas 6/7, 27/7, y 7/9 de 1989, sin respuesta ni pago alguno de parte del presidente municipal, a quien fueron dirigidas.                 
      Aplazado todo por agotamiento de funciones del presidente de la Cámara municipal, la persistencia del cronista sigue. Aún espera lograr que los cuadros de Bolívar y Urdaneta, juntos, presidan algún día el Cabildo marabino, al lado del escudo de la ciudad.
       Para entonces, era el momento mismo en que Maracaibo estrenaba la figura del Alcalde Municipal. El momento oportuno de replantear el asunto de los cuadros a través de la carta número 6, de fecha 10 de mayo de 1990, en la que al final dice al nuevo funcionario: “...solicito de usted que, designe a alguna persona o comisión que observe las pinturas que se encuentran en la torre del Banco de Venezuela, 2do. piso (...) establezca su originalidad y, determine si la Alcaldía está dispuesta a adquirirlas, para sustituir los cromos de la Sala de Sesiones, que desdicen mucho de esta ciudad, cuna de Julio Árraga y Manuel Puchi Fonseca.”
      Pese a las variaciones de las circunstancias y, a la aparente transformación del entorno político, todo sigue inmodificable para las gestiones del cronista cañadero. Lo genérico parece seguir siendo lo básico y permanente. Con lo cual va a verse crecer el libreto del sainete en otro acto más, con la carta número 7, de fecha 6/8 de 1990, que dice en su introducción, Sr.Alcalde de Maracaibo: “Me permito recordarle la correspondencia enviada el pasado mes de mayo del año en curso, referente a los óleos de los generales Bolívar y Urdaneta, contratados por la pasada administración, para el Salón de Sesiones.” Y termina con esta arenga de buenos auspicios: “La fecha próxima, o sea al 24 de agosto, es propicia para regalarle a nuestra ciudad estos óleos que, bien merecido los tiene.” Pero no pasó nada.
       De todas estas cartas y las posteriores, sólo la dirigida el 21/1 de 1991, a Rel. Públicas y Ceremonial de la Alcaldía de Maracaibo, tuvo respuesta de cortesía burocrática el 24/1 de 1991.
      A esta carta le siguen otras, destinadas al Alcalde, con fechas 7/1, 16 /1 y 21/1 de 1991; y 29/9 y 23/11 de 1992. Y una última carta de fecha 30/1 de 1995, para entonces la número 27-A, que dice en uno de sus párrafos “...Bien sabe su señoría que, el pago de los óleos efectuado al fin el 5/3 de 1994 fue un premio a la constancia, no a otra cosa”.
       Y en otro lugar de la carta número 30, dirigida al director del Museo Municipal de fecha 22/5 de 1996 (destino sumario adonde yacieron confinados los cuadros), concluye diciendo que, dichos óleos, nunca fueron colocados hasta entonces en el sitio propuesto por el doctor Gastón Montiel Villasmil y el cronista Nectario Boscán Carroz, sino que terminaron en el despacho del nuevo Alcalde de la ciudad.

miércoles, 18 de abril de 2012

POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS


“Por quién doblan las campanas”
                                           Manuel Martínez Acuña
       No se trata (de buenas a primeras), de teorizar ni filosofar acerca de mayores precisiones literarias sobre el gran periodista y escritor norteamericano, Ernest Hemingway; sino tan solo de tomar prestado el título de su novela -escrita dentro del marco de la guerra civil española-, donde el autor nos señala -entre otras cosas-, el momento preciso de cuándo tener que acogerse a una determinada acción colectiva, como única salida para combatir los abusos sociales y el efectismo en la comunicación.
      Desde esa perspectiva, trataremos de desglosar algunos juicios conceptuosos que, dentro y fuera de Venezuela, se vienen sobredimensionando a través de fórmulas de nuevo molde, tras el pretexto “multimediatizado” de la libertad de expresión; factor éste tan visceralmente sensible, que hasta ha sido capaz de entrar a formar parte de una estructura gaseosa, seguida por continuos y variantes vientos de tormenta; y, a dar pie a reglas de falsos positivos, que sólo manejan la realidad como función genérica.
       Sucede entonces que, sin dejar a un lado otras mil razones más, lo que sale y llega de los medios de comunicación hoy en día, pone a la vista una paradójica forma de cultura, que lucha con lo elemental; y, que, en suma, viene a confirmar de raso, que el poder real e histórico que impera en el mundo occidental, es absolutamente económico; y, que, por lo tanto, no tiene ningún sentido lógico relacionarlo con la democracia; a la que tantas vanas virtudes le malgastan.
      Por eso; y volviendo al título de la novela, cabe preguntarse aquí, qué tanto no habría curioseado Hemingway ahora -en su condición de periodista de Kansas, en La Habana-, con vistas a esa destornillada industria mediática del yo y el superyó, a la que a menudo ha recurrido la política de su país.
      Preguntarse (por lo que pudo conocerse de la VI Cumbre de las Américas de Cartagena), qué ha quedado en el interior de estos tiempos modernos, para que la tan manoseada libertad de expresión, no sólo saliera mal librada de las propias manos de su más fervoroso guardián, sino que llegara también a ser burlada a su vez, ante los ojos estupefactos del mundo racionalista.
      O, por ejemplo, sobre aquellas cosas referidas a los procesos electorales que, para muchos analistas objetivos y equilibrados, acusan una obstinada y retrógrada caducidad, como el caso de aquellas elecciones del año 2000, cuyo ganador (con 543.816 votos de ventaja) resultó ser el señor All Gore; y, sin embargo; o, después de más de un mes de incertidumbre, la Corte decidió que el presidente debía ser George W. Bush, tras unos votos transfugados o abstenidos, en el recuento oficial.
    Cosa bien distinta parece ocurrir por el contrario en Venezuela; y, no obstante, hay que ver cómo se desdice festivamente de su sistema comicial mecanizado, tachándolo de menos confiable que el anterior, por no estar basado en el conteo manual de votos.   
      Pero, como nada nuevo acontece que no venga de atrás, no hay sino volver al encuentro de aquella espaciosa federación de naciones latinoamericanas y del caribe, concebida por Bolívar, a cambio de la extenuación a la que han sido sometidos sus pueblos -desde el mismo centro del poder-, a cuenta de considerárselos (por encima del hombro), como virtuales asentamientos de un tercer mundo.  
      No en vano apunta perplejo Mario Benedetti, en la primera de sus seis estrofas del poema “EL SUR TAMBIÉN EXISTE”, lo siguiente, ante la dramática y violenta forma de lo absurdo:
“Con su ritual de acero/ sus grandes chimeneas/ sus sabios clandestinos/ sus cantos de sirenas/ sus cielos de neón/ sus ventas navideñas/ su culto de dios padre/ y de las charreteras/ con sus llaves del reino/ el norte es el que ordena.”
      De ese dicho y de ese oráculo, solo queda preguntarse entonces, “Por quien doblan las campanas”; si por los que buscan la forma de vivir en paz, sin la amenaza del acero, o por los que aún pretenden reducir a un acto similar al de imprimir papel moneda, la cualidad virtual de la libertad de expresión; entre las necesidades obscuras y obsesivas de las grandes corporaciones mediáticas, en su afán de ablandar o dispersar en trozos, el mundo interior de estas comunidades.
      Pues bien; y, como nada impide ir con sesgo directo a lo que acabamos de decir con Benedetti, es menester agregar, finalmente, estos otros versos suyos, y, preguntarse de nuevo, cuántos de estos ensayos hegemónicos, no se vieron olvidados por el acontecer histórico, como ocurrió con los imperios español y romano, que en su tiempo se creyeron inspirados por los dioses omniscientes del Olimpo:
“…pero aquí abajo abajo/ cerca de las raíces/ es donde la memoria/ ningún recuerdo omite/ y hay quienes se desmueren/ y hay quienes se desviven/ y así entre todos logran/ lo que era un imposible/ que todo el mundo sepa/ que el Sur también existe”.
      Y, por último, redundemos sobre algo más de la fórmula de Hemingway, donde -entre otras cosas-, señala cómo combatir los abusos sociales y el efectismo en la comunicación.

sábado, 7 de abril de 2012

CRÍTICA LITERARIA



CRÍTICA LITERARIA SOBRE UNOS ENSAYOS ANÓNIMOS
ABRIL DE 2012.
M.MARTÍNEZ ACUÑA




__No se piense, sin embargo, que el autor o autora, no existe.__




                                          
         Este mundo contemporáneo, jadeante aún de tanta innovación y, al ojo de nuevas tentaciones que abren la disyuntiva de volver o no a lo pasado,  no le impide a “X” ir con sus ensayos -de solapada soledad- en defensa de un amor indócil, desconcertado y perplejo, sin acertar a enterarse siquiera del secreto de su verdadera esencia.
        Así me iré refiriendo (dentro de la forma y significado de sus palabras) solo al espíritu general que anima a estos ensayos, prescindiendo desde luego, de los reparos  lingüísticos que pudieran llegar a ser pertinentes, por no entrar en la intención de estos apuntes.
          Pues bien; “X”, sin buscarruidos de letras ni sonrisas de tolerancia, habla de cosas frescas y lúcidas, conservando siempre el tono ardiente y el encanto auroral que pide la poesía; no por lo que otros dijeron, sino de lo impuesto por sus propias emociones e ideas:
“Tiemblo al simple hecho de crearte todas las madrugadas bajo la estadía del viento en mi ventana”.
        Las palabras que parten de cada uno de sus párrafos, comunican la lejana perspectiva de un soplo breve de vaga ironía, de una sonrisa acogedora y súbita en su visión de lo que acontece afuera y al hombre. Porque así posiblemente se acostumbra ahora entre la duda y la sospecha; o, porque el lugar de las cosas pareciera ser más plástico o surrealista que meditativo. Veamos:
Pero el cielo se parte en dos convirtiendo sus fugaces algodones de ensueño, en una torrentosa cascada llena de telaraña y chorros de vino perdidos a la deriva”.
                                                                                                                            
        Los estados de ánimo (a menudo andariegos en la adolescencia), parecieran cobrar ante su mirada incontinente, todo un mundo de voluptuosidad feliz, ingenua y escamada. Acaso producto de un impulso sensual de viva y regodeada pasión que, con figuras de hipálages literarias bien facturadas, enciende las playas de su imaginación. Y, que en la búsqueda de otras formas y otras esencias; o, bajo el imperio de unas fuerzas escapadas de la jaula del espíritu, culmina con este desfogue:
“Los anocheceres en tu vientre son los que más amo. Son los momentos plateados y titilantes donde tus manos arden y tus rodillas dejan de estirarse tensionadas por el humor. Donde sin pudor puedo masajear tu vientre, moldearlo para hacerte reír, chocar tus dientes, resbalarme contigo por la lengua de la noche.”
            Pero, cuando el viento que sopla del país del recelo y el miedo,  encrespa su estado afectivo y, lo siembra de espumas fugaces  y de motivos fútiles y vanos, mira entonces demasiado hacia su mundo interior, sin más peldaño que el desliz del loco placer quetiende a desalojar la realidad, de sus eternas verdades. Y, entonces exclama, como en un suspiro de resignación y alivio:     
“¿Quien se libera del infortunio del amor/
de las pastillas amarillas para la cabeza
del control Sony para ver el mundo
desde una caja?/
¿Quien se libera de la sangre
gastada entre el sudor y el dolor de un nacimiento/
quien se pierde de los recuerdos
desgarrantes de una infancia insatisfecha?/
¿Donde está nuestro descanso
de estas calles/
de este sufrimiento que se siente
hasta la hierba llorar de quebranto?/
¡Juventud, perdidos estamos a la par del humo blanco y el ron barato
entumecidos hasta los huesos en una eterna estupidez!/
¿Nadie se salva del π incuestionable/
de las mordidas de lengua cuando queremos escupir/
de los padrenuestros mudos/        
de las letras puestas porque si?/                                          
Gritar hasta romper las costillas                                        
desgarrar la boca, y después, silencio.”
        Por lo demás; o salvo el eco aislado y fugaz de crecidas palabras e imágenes festeadas por el amor, es bueno decir -como remate de estas ligeras notas-, que a todo lo largo de los cinco o seis ensayos estudiados, no  resuenan sino quejumbres y tibios disfrutes, que bien pudieran haberse hecho un lugar merecido en las altas cimas de la exultación, si en su escrutinio espiritual, no hubiesen cabido, o al menos tener parte, las estimaciones de la sexualidad, como única interpretación del mundo de los sentidos.
            Así y todo; y, por sobre todas estas licencias literarias, se ve al o a la ensayista, esbozar figuras de invalorable fuerza; y, detrás de ellas, en arriesgada lid, diseñar y poner el pensamiento poético en íntimo contacto con la naturaleza, el hombre y sus pasiones. De donde se intuye la trascendencia del trabajo.