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jueves, 22 de enero de 2009

Carátula Poemario "Las Huestes del Sosiego

LAS HUESTES DEL SOSIEGO

Manuel Martínez Acuña

LAS HUESTES DEL SOSIEGO

Portada, diseño e ilustraciones de

Roberto Jiménez Maggiolo

Ilustración especial de

Gabriel Bracho

Depósito legal: If 83 – 2485

Impreso por: C.A. Tipografía Mundo

Maracaibo – Venezuela

1983

A Olga, mi esposa de siempre.

A mis hijos, Adrián, Armando, Carlos,

Morayma y Lorena, con mi reconocimiento por

la razón y el decoro que han sabido imprimir a mi vida.

Digresión

… las canas denuncian la vejez,

pero no dicen cuánta juventud

las precede.

José Ingenieros.

Había pasado ya demasiado tiempo rotulado al síndrome del petróleo; casi una cuarta parte de este siglo xx.

¿Qué ha sido de esto? Pudo ser un gran momento para medir el camino entre el club, la oficina de contabilidad y el campo de concentración; pero no era eso precisamente lo que quería.

Al parecer, por una necesidad de inevitable introversión, dejé de asociar su falsa atmósfera a mis propios signos vitales, y de algún modo, bajo aquel desdoblamiento, echar una mano al pasado de los veinte años, donde habría de andar cabizbaja mi relamida vocación por la literatura; y un acoso telúrico, agregado.

Busqué entonces la tierra; aquella, la más expuesta al sol. La que ese mundo absurdo y de bolsillo había desdibujado del contorno ético de los agricultores. La misma que todavía cuaja almendras para las Silvas y cobra aromas para la poesía.

No estoy seguro de saber por qué aún me sentía atrapado. Posiblemente hube de pasar por alto el despotismo de una rutina tan abstraída y organizada como aquella, capaz de mantener activos, tanto tiempo en mí, sus residuos; o por el nuevo orden de trabajo impuesto. ¡Cuando menos, había abierto otra puerta!

Al fin sentí, solemnemente, que una tranquila seguridad en mí mismo, se iniciaba de nuevo. Que el rústico indumento de la tierra, el blando contrafuerte del río, o la dura soledad del ébano, habían afirmado en mi ánimo, al paso agrario de los bueyes, la justeza connatural del ser íntimo. Volví a los libros como se vuelve a un viejo amigo ausente; mas comprendí, que si no siempre es tarde en retomar un espacio, si lo será el tiempo. Irrepetible.

¿Es que no hay forma –me decía- de salir de este ominoso conflicto de intereses, sin que medie apenas un amigo? Y pocos solamente respondieron. Los mejores, por suerte.

De ahí que haya podido adecuar para el lector indulgente, amigable, una aproximación de estos versos de anaquel desempolvado, de agitado remanso; colados por el tiempo, de sus ruinas, de violento reposo. Como no de otra manera puede ser Las Huestes del Sosiego,