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u estímulo a lo que yo
hacía, no se hizo esperar. Apenas se percataron de que yo me había metido en el
monte a criar ganado, siendo apenas un diletante o lego en ese campo.
Es decir,
sin siquiera saber montar bien un caballo, alinear una cerca, rolear un potrero,
blandir un machete, o curar
por lo menos una simple gusanera, ellos encontraron la forma de orientarme hasta
donde podían, para que en el camino no se fugaran mis anhelos, ni el empeño de
fijarme un destino; ante los muchos obstáculos que a menudo se presentan en ese
quehacer, bajo las formas más diversas. De ahí que, a pesar de mi ignorancia,
la otra realidad pudo reivindicar la búsqueda apasionada en el camino que
seguí.
Pero, eso fue tan sólo uno de los
razonamientos de la ayuda; pues un rato más tarde, se pusieron de acuerdo -movidos
por el noble sentimiento de la amistad-, y me enviaron en un camión 350 (a
manera de bandeja de cumpleaños, un 10 de octubre), dos novillas y un semental,
a título de regalo conmemorativo.
De este episodio, y con palabras y
demostraciones bromistas entre los demás del grupo, surgió una cuarteta que encierra y tiene la gracia
palpable de su propio autor, el repentista o improvisador de versos Wílmedes
Socorro.
Quiero decir que, advertido Wílmedes de que el camionero
Petronio me había cobrado (a juicio de ellos), una cantidad de dinero recargada, por el traslado de dichos animales
de Machiques a Machango, no sólo le da un sesgo humorístico al asunto -sugiriendo que Petronio me había cobrado lo
que en realidad valían las dos novillas y el semental-, sino que, a través de
una conversación sostenida con el
tío de éste, acerca del traslado de unos cochinos de La Vela a Vikinia (dos
haciendas de Wílmedes), le manda el siguiente recado en verso, con toda la
chispa del perijanero:
PREPARANDO EL TERRENO PARA LA SIEMBRA |
Me le decis a Petronio
Que éste es un viaje de pobre,
No vaya a ser que me cobre
Igual que a Manuel Antonio.
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