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miércoles, 12 de mayo de 2010

Respuesta al Ingeniero Alonso Romero

Hola Alonso (Mi muy querido monseñor): Leí con mucho interés tus comentarios o, juicio crítico, sobre un breve ensayo enfocado por mi, hacia lo que fue la inmolación del filósofo, teólogo y seguidor de las teorías copernicanas, Giordano Bruno, a través de mi blog en Internet: http://apuntesmanuel.blogspot.com.
Ante todo debo en rigor, felicitarte, por la forma tan precisa y razonada conque logras emplazar y conducir el tema de Bruno (aludiendo por supuesto áureos reflejos de música y canto gregorianos), hasta la misma antecámara escolástica de la Edad Media; interpolando edades y lejanías, cosas que tuvieron todo lo que necesitaron para ser lo que ciertamente fueron, entre el ayer inquisitorial y el nuevo orden de cosas de hoy, impuesto al universo científico por Galileo.

Sin embargo, cuando apuntas esto: “sólo que yo esas cosas las veo de otro modo”, estás, sin proponértelo, anunciando un destino platónico ideal que da pródigamente de sí, cuantos sentidos queramos darle. Estás acaso entonando el estilo y la lógica aplicada al papel de la inquisición, en tanto pasaron sus cinco siglos de historia. Por lo que cabría decir aquí, con Ortega y Gasset, que, las verdades, una vez sabidas, adquieren una costra utilitaria que las convierte a veces en recetas útiles, o, en un silencio cómplice, donde se rumorean sones y testimonios puramente decorativos.
Como es por ejemplo hacer, de cuanto ocurre con Bruno, y de cuanto ocurre con el otoñal y tardío perdón invocado por la iglesia de Juan Pablo II (con vista al caso Galileo); dos momentos distintos de una misma cosa. Es decir, se echa mano de la situación. Se lleva a menos la matanza alucinatoria y paranoica con formas siempre nuevas y mutables; y, ante la mirada acusadora de la historia, se sostienen tesis teológicamente atribuibles a una voluntad divina que, ante el “crimen” de herejía, justifica su objetiva dureza.
A todo esto (es justo admitirlo sin dilación), tú haces viable, dejas libre –a la vista de una moral cambiante-, la expresión de una racionalidad planteada entre ciencia y fe, iglesia y mundo.
Ahora bien; volver a situar en el contexto histórico las prácticas, usos y estrategias represivas de la inquisición, exentas de prejuicios y sin negar la crueldad que las caracterizó, acaso pierda de suyo su sentido crítico si en verdad se llega a tomar el caso de los anacoretas citados por el profesor a que tú te refieres, como razones emblemáticas de una época que, a pesar de coincidir con el despertar del renacimiento, jamás desandará el camino que el tiempo abrió hacia delante.
Y, por último, mi querido y apreciado monseñor; el problema no es, contrariamente a las apariencias, extirpar el fantasma de la inquisición con dialécticas románticas de vencedores y vencidos, o de excepciones generacionales (como se observa de tus precisiones dogmáticas), sino hacer que cada fase de ese espectro deje de verse legitimada por Dios, más allá de la leyenda, o de su asperísima realidad.
No me queda más entonces sino pedirte que, en razón de la interesante y fecunda pedagogía que se desprende de tus comentarios, me concedas tu autorización, para así poder publicarlos de inmediato en mi blog http://apuntesmanuel.blogspot.com, como una réplica a mi ensayo “APUNTES”.
Abrazos. Tu tío Manuel.

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