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viernes, 20 de agosto de 2010

REVISTA DE AMIGOS DE LA MÚSICA ZULIANA.- Iván Darío Parra

REVISTA DE AMIGOS DE LA MÚSICA ZULIANA

Al margen de su actividad profesional de ingeniero, Iván Darío Parra no sólo es un editor, ensayista, historiador y difusor musical, sino que a cada rato nos pulveriza con una llovizna de anécdotas humorísticas versificadas en décimas, envueltas entre las exquisiteces de la bellaquería.
Por tanto, o haciendo tránsito de estas cualidades de que dispone nuestro amigo Iván Darío, mostramos a continuación el editorial No. 2 de la revista del título, y su portada:

viernes, 13 de agosto de 2010

WILMEDES SOCORRO


WILMEDES SOCORRO

Por: Manuel Martínez Acuña

         Gracias a esas cosas que sólo la vocación al trabajo puede atesorar, Wílmedes Socorro es esa clase de hombres que ha levantado su altar en medio de la nada, con su esfuerzo, integridad y entereza personales; ante esa noble concepción de la vida con que ha enfrentado siempre la opacidad de lo cotidiano.
         Por tanto, y suspenso en un aire imaginario, me parece verlo empecinado en la lucha, alcanzando fragmento a fragmento –entre una solitaria confusión de hermosos ideales e inciertas realizaciones-, su soñado sueño germinando en el socavón del monte, tras la nube que trasunta hacia adelante la ofrenda de una promesa.
         A este respecto; o a manera de extraer actualidad histórica de la savia de un pasado distante, me permito retomar de las páginas de uno de mis artículos publicados en el diario Panorama de Maracaibo con el título: “Bajo el cielo de Perijá”, estos apuntes que, por cierto –entre los giros de la narración-, se deslizó emblemático el amarillo brillante e inalterable de un bolígrafo, traído de la mano por gente de Perijá. Y, que aún conservo:

      “En ese pie de monte sur-occidental del Lago de Maracaibo, ocupado en los primeros tiempos por los Pemones, raza indómita de Caribes y génesis étnica de Motilones, Macoitas, Yuppas, etc., fue fundada la Villa de Perijá; a partir de cuando el hombre europeo llegó a estas tierras de gracia con sus instrumentos de poder y sus trágicas normativas evangelizadoras. De allí empieza la obra de asentamiento cultural con la cual se dieron las muchas y obvias situaciones planteadas para bien o para mal con los aborígenes precolombinos, tales como el aspecto religioso, el culto a los muertos, su comportamiento social, forma de gobierno, usos y costumbres, y, una lógica completamente distinta a la propuesta por el hombre venido de otras civilizaciones.
Así, bajo este albur, se emprendió la primera plantación de café y cacao. La introducción de ganado, el uso y abuso de esclavos, la macolla de paja; y, por supuesto,  las primeras “Materas”; entre flechas, curare, alambradas, “churuatas” aborígenes, y, las casas de bahareque al estilo peninsular. Lo que más tarde hizo que, para 1775, la población llegara a contar ya con 480 habitantes y unas 130 viviendas; y se comenzara entonces, con la casi sola ayuda de un “machetico socalador”, a obtener la leche de las primeras vacas para fabricar el queso, que terminó en llamarse queso de “matera”.   
      Así pues, de este modo, y, entre fracasos y éxitos, eurocentrismo obligado, piaches y misioneros, y, sin un modelo anterior del “homo economicus” a quien emular siquiera, nació la empresa y el desarrollo agropecuario en Perijá. Así se hicieron los primeros pioneros de la producción alimentaria de entonces. Y, de esa misma suerte, aunque un poco más tarde, siguieron otros y otros más como Edecio Martínez, en “Calle Larga”, Jesús Romero, en la hacienda “La flor de Mayo”, o Román Romero en “Santa Rosa”, o Grismaldo Rincón, en “La Concordia. Y, conocemos también, entre otros más recientes, a José Sacramento Socorro, en el “Guamito”, a Nectarito González en “Los Caobos”, o, a Wilmedes Socorro, en “La Vela”; a quien precisamente queremos referirnos hoy de una manera muy especial, por haber arribado este pasado 17 de diciembre, a sus bodas de oro matrimoniales, con su dinámica e invicta esposa Lesbia Romero.
      Por lo que con tal motivo, o para ponernos en relación inmediata con el jalón espiritual de esta celebración, digamos ante todo que, la humildad en Wílmedes Socorro es muy palpable y muy frecuente. La conocemos bien de cerca y con propiedad. Y, lo decimos, porque a la entrada del Salón “Bolívar” del Hotel del Lago, en donde se luminizaba a todo esplendor la fiesta de estas bodas de oro, pudimos ver la exhibición (acaso a propósito) de un carro de antigua data; tan parecido al que posiblemente estuvo envuelto en la atmósfera sobrecargada y difícil de cuando Wílmedes era un joven pensador y apuesto chofer de Las Veritas, que nos atrevimos a creer que se trataba de una de sus excentricidades favoritas, que nunca olvida entre sus amigos. Humildad ésta que no parece abandonar, no obstante ser hoy uno de los ganaderos más prósperos de Perijá; con una relación Capital/Producto -sin incluir capital tierra-, de más alto promedio de rendimiento.
      Para todos sus amigos fue una noche de reencuentro inolvidable. De reminiscencias y suerte de cosas gratas. A pesar de que nunca pudimos entrar a conversar en voz baja, sin gritar, o sin la servilleta escrita, por la acción continua de “Los Melódicos” y de dos Orquestas más, que no paraban de tocar. Cada nuevo chiste pasaba por las manos de Hermán Márquez, o de Numa Romero de la Vega, o de Víctor Hugo Márquez, Asisclo, o de Luis Felipe Méndez, o las nuestras. Otros chistes daban la vuelta entre Olga y la esposa de Víctor Hugo. Lo cierto fue que allí estuvo representada casi toda la familia perijanera;  y, por supuesto, el producto del Quincuagésimo aniversario de la boda supraconstitucional: Luis Elías, Carmencita, José Ramón, Carola y José Alberto. Vale decir, uno, por cada diez años.
      ¡Cincuenta años y hacia otro milenio!. Así es de constante y aguantadora la gente de Perijá”.