Una sintaxis determinada, una forma de unir oraciones entre
sí; el modo de suceder párrafos; por supuesto que las ideas de fondo y los temas
que aborde, un tipo de personajes... todo hace al estilo de un
escritor. Y, en todo esto, no es menor, aunque pueda parecerlo, la
selección de las palabras que usa.
Que las palabras estén bien elegidas
es determinante para que un escritor puede decir exactamente aquello que
pretende. Toda la claridad y la contundencia del significado se asocian con
esto.
Los autores coinciden; expresa Voltaire, por
ejemplo:
"Una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento".
Haciendo gala del mismo talento para elegir palabras que celebra en su
frase, Twain, por su parte, definía:
"La diferencia
entre la palabra adecuada y la casi correcta es la misma que entre el
rayo y la luciérnaga".
Y así rogaba el poeta Juan Ramón
Jiménez:
"Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas".
Sin duda, las palabras -las más pequeñas de las piezas con que
se construye la literatura- influyen decisivamente en que el resultado
final sea una prosa elegante, reveladora, memorable...