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domingo, 27 de abril de 2014

LA INFLUENCIA DE LOS COLORES EN EL ESTADO DE ÁNIMO



LA INFLUENCIA DE LOS COLORES EN EL ESTADO DE ÁNIMO
Manuel Martínez Acuña
         Toda imagen formada por la imaginación, nos permite hacer entrar el suceso en el curso natural de las cosas. Es decir, en el realismo mágico de algo que no tiene explicación lógica, pero que dentro de lo imaginable, puede hacernos experimentar una ilusión emocional creciente, como sucede ante la faz o longitud de onda de los colores.
         Para hallar esto evidente, no hay que ir muy lejos. Los efectos cromáticos en las emociones personales que sobrevienen a nuestra voluntad, pueden ser separados en dos categorías; la influencia directa, y, la indirecta.
         Si bien uno de los factores que más influye en las emociones, es la luz, los colores a su vez se dan por ir asociados a diferentes intensidades o tesituras, como suelen ser los colores cálidos, rojos, naranja, amarillo, y, sus variantes más excitantes, que son los tonos grises, azules oscuros, negro, etc.  
         En ese orden, el rojo es considerado un color antidepresivo, y, el más fuerte de toda la gama cromática; generalmente asociado al amor, la energía, la vitalidad, o la pasión. Y, desde luego, puede ser útil para aquellas personas desmotivadas, deprimidas por la angustia y la soledad, a cuenta y razón de su estado de ánimo.
         Cosa similar parece ocurrir con algunos de los efectos asociados a la tonalidad del color verde, que suscitan un ambiente tranquilizador o sedante, y, una sensación de frescura en el ánimo de las personas; sobre todo en aquellas que son sometidas a una situación de estrés continuado.
         Así; y por tantos otros caminos fruitivos, andan también las cualidades y poderes del color azul, remedando o contrahaciendo la tonalidad del cielo, lo inmaterial, lo manso, dulce y sedativo de sus pinceladas; y, naturalmente, la activación de las funciones superiores más intuitivas del pensamiento humano. No por algo escritores, poetas y compositores, han moldeado sus metáforas y traslaciones retóricas, con los pequeños secretos, primores y aderezos conque el color azul matiza sus palabras, entonaciones musicales y armonías literarias. Cabe decir aquí entonces, que, desde las cumbres de “El Libro Azul” de Rubén Darío, hasta lo más llano y modesto del poemario: “Una forma de azul”, del que escribe, hay un buen ángulo de referencia.
         Como es bien sabido, el azul es el quinto color newtoniano del arco iris, la profundidad inmaterial de las cosas, y, el matiz psicológico de un mundo espiritual primario, acaso adornado por las vides que cantaba Horacio.
         Así, pues; son los colores, igual que la música, una manera de anudar los hilos de nuestra vida; una visión activa que no existe para un espejo, pero que es capaz de representar una cualidad virtual triunfante que le sobreviene, dotándola de valores intelectuales congregados en el escorzo, o reglas de la perspectiva, que alinean la influencia de los colores en el estado de ánimo.

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