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domingo, 11 de mayo de 2014

EL PODER DE UNA SONRISA



EL PODER DE UNA SONRISA
Manuel Martínez Acuña
         La sonrisa es una forma de expresión fisonómica inspirada por un sentimiento de satisfacción que puede estar lleno de encantos, ser orlado de esperanzas y de fuerza vital, pero también puede llevar, debajo de sus laureles, el sarcasmo y la ironía.
         Es así como, por vía de señal de la sonrisa, esa suerte de mensaje implícito en la expresión facial del guiño y el hoyuelo que se observan debajo de los ojos, tras la dulce perspectiva angular de los labios, cuando se sonríe, demuestra en su mejor momento, una fortaleza interior que contagia autenticidad y felicidad hacia fuera, y suscita aprestos de amistad y confianza, y ánimos más completos y armónicos en la otra persona, desde la más calida perspectiva.
         Posicionar la sonrisa como la mejor obra artesanal de la comunicación -sobre todo en situaciones incómodas-, es hacer que cierta sensación de serenidad y sosiego se encargue de llenar esos acasos de dulces expectativas; de activar a partir de su mero gesto, emociones reales y sinceras, como las que (según estudios realizados por Paul Ekman y Ron Gutman), suelen ser la parte visible de un mecanismo de identificación mental inteligente, entre dos sentimientos. Por lo que la sonrisa pudiera llegar a actuar como un verdadero laboratorio de felicidad.
         A la vista de ese enfoque hipotético, la ironía y el sarcasmo en la sonrisa -aun cuando en el contexto filológico en que ambos aparecen no comparten exactamente las mismas acepciones-, de alguna manera tienen grande parecido; pues así como la ironía puede conducir al humorismo de la expresión, extender o alterar de manera sutil o disimulada (a través de una metáfora), lo que en efecto quiere comunicar; el sarcasmo por su parte  lleva consigo cierta intención de ofender, o el propósito de la burla burlando, no obstante adoptar a veces una entonación de verdades contradictorias y creadoras de una nueva verdad, como la envuelta en el suave rizo de la ironía retórica de Sor Juana Inés de la Cruz, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español.
         Con este breve rodeo sobre el poder de la sonrisa, creemos haber ganado algún espacio; al menos el mecanismo de realización de esa facultad única en el hombre, de poder dibujar en su rostro el esbozo de un mohín de armonía, de esperanza, de concierto, a merced de lo cual se le da sentido a la vida en el momento correcto; o la mejor respuesta a las frías  paredes de la exclusión.
         De modo pues que, al expediente de la sonrisa como tal, debería añadírsele un rango de cultura similar a la enseña del deporte, por aquella proverbial cita latina de “Mens sana in corpore sano”, de las Sátiras de Juvenal. Sobre todo en estos tiempos de conflicto que corren, de rostros rígidos, coléricos o sombríos.
         Más exacto aún sería decir finalmente que, aparte de muchas otras cualidades reflejas, sonreír es una poderosa arma terapéutica ante cualquier indisposición de ánimo, propia o extraña; que puede  incluso convertirse en un factor influyente hasta en el campo de los negocios, transmitiendo confianza y optimismo ante alguna actitud de compra virtual.
         En suma, la sonrisa acaricia el alma de quien la da y de quien la recibe.

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