DIALECTOS DE LA VIDA

DIALECTOS DE LA VIDA

El color de las flores; la palabra.

Cada tarde. La noche. Una estrella.

Y, un discurrir de alas que demora

la calma salvaje del crepúsculo,

y, el infinito sueño del labriego.

Callar es dar razones al silencio,

aunque todos los hombres palmo a palmo

escriben en el tiempo cuanto viven

envueltos en su propio laberinto,

¿no es posible alcanzar de alguna parte

un poco de belleza, una metáfora

de vino, que calme sus temores, pesadillas,

miedo y frío antes del fin, hacia la nada?

Quizá haya que seguir, que continuar

entre ortigas y redes, el camino;

hasta ver congregar la enorme noche;

el chocar de las cosas; la batalla 

que añade la tragedia. El infinito

mapa que nos habla del río, del tiempo,

de la eternidad, de los arquetipos;

como si la permanencia en lo fugaz

de la vida no fuera ya esa miseria,

de morir y nacer todos los días.

MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA