Recent Posts

domingo, 5 de junio de 2011

A la vuelta del Tiempo - Manuel Martinez Acuña - Parte 12

E
ran entonces frecuentes, en aquel diáfano ambiente, las conversaciones y estudios acerca de los grandes poetas y clásicos del cuento y la novela, como Edgar Alan Poe, William Shakespeare, Oscar Wilde, Charles Baudelaire, etc.,
que se extendían hasta la madrugada. Nunca olvido que mi perro, el viejo George, parecía darse cuenta de cuánto pasaba en la tertulia, pues de plano no se perdía de ninguna.
            Él fue siempre algo diferente. Comenzando por no tener cola normal al igual que los demás perro, y por tener la particularidad de llegar a remedar siempre una sonrisa oportuna, a cambio de no poder batir su apéndice o cola, como generalmente lo hace ese animal ante su amo, en señal de sumisión y afecto. Además de granjearse con ello un cierto estado de ánimo, muy semejante a lo que acaso pudiera llamarse reflexión o meditación
TERTULIA - DE IZQUIERDA a derecha GUILLERMO FERRER, VINICIO ROMERO MARTÍNEZ,
 PADRE ROBERTO LÜCKER Y MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA. AL FONDO ÁNGEL RAMIRO MORÁN.
 (BAUTIZO DEL LIBRO “EL REY ZAMURO” DE VINICIO ROMERO MARTÍNEZ







































































































































































         Parecía entender por tanto, todo lo que nosotros le pedíamos que hiciera.     De suerte que terminó siendo un miembro más de la familia, hasta su muerte, ya anciano, sordo y ciego, víctima de la inexorable devastación que acarrean los años.

            Leí de Ernesto Sábato –aunque referido a otro tema-, que la “educación es lo menos material que existe en el campo de la cultura, pero es lo más decisivo en el porvenir de un pueblo, ya que es su fortaleza espiritual.”    
            Así mismo lo entendimos nosotros, cuando un selecto grupo de amigos  nos dispusimos –en medio de tanto relativismo imponderable de la época-, buscar el “resplandor de un paraíso secreto” en la literatura y sus otras regiones del arte, que nos permitiera conciliar las manifestaciones del alma, con las fuerzas sensibles e intelectuales del espíritu.
            Entonces, presumiendo de nuestra juventud, y, ansiosos de fantasías y de grandes creaciones, buscamos recrearnos, por ejemplo, entre las mejores extravagancias de Chesterton, la teoría de la doble verdad y La Suma teológica de Tomás de Aquino; o en las páginas del romanticismo alemán, con los incipientes poemas de Goethe o, La novia de Messina de Schiller. Dos grandes humanistas, contemporáneos y sujetos de una amistad que, empezada a manera de un valor práctico, acaba como un ideal afectivo único; puesto que, por voluntad expresa, ambos fueron enterrados al momento de morir, uno al lado del otro, aunque en fechas distintas.
 CONFERENCIA SOBRE CECILIO ACOSTA
             De ese tiempo recuerdo -como extraído de un agudo y gracioso chiste de Aquiles Nazoa- que, en una de las tertulias literarias que hicimos en casa del lingüista Tito Balza Santaella, sobrevino la impronta de una nube gris, en donde antes reinaba un cielo iluminado de objetos eternos, sin edad ni ocio, de la poesía, promoviendo en el ánimo de los asistentes, ese sentimiento estético e invulnerable que sólo forja el gran arte. 

             Todo empezó, cuando Humberto Rivera dio inicio a una larga conversación que, a juicio del eximio poeta Hesnor Rivera, imponía una secreta autoridad destinada a hacer entender lo que no decía, por lo que en realidad callaba. Al punto de considerarla un coloquio de mal gusto; no sólo reticente y fuera de contexto, sino insustancial y necio, gritando: ¡basta! ¡basta! ¡basta!, con exagerados gestos de querer retirarse.


            Esto, por supuesto, hizo necesario la oportuna intervención del anfitrión Tito Balza, quien a buen tino estimativo, supo dar en el punto de la dificultad. Es decir, supo armar un chiste, un juego intelectual movido a risa de lo ocurrido, argumentando con gracia y rigor de gramático que, el idioma, siendo una fuerza tan viva y en permanente transformación, da para todo. Hasta para darle forma y sentido poético a una copa de vino.

No hay comentarios: