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jueves, 12 de enero de 2012

A LA VUELTA DEL TIEMPO -- MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA -- PARTE 25

Y, a propósito de lo inherente a la amistad y a su culto, debo decir con grata emoción, que ésta tiene para mí el valor sagrado y profundo que conduce a ese trozo inefable del espíritu, a dotar de razón lo material. A llenar la vida de sentido. Por eso a veces me pregunto calladamente, a qué infausto momento de desaliento se puede llegar, tras una separación de amigos.
    Me viene a la memoria aquellas horas que pasábamos hablando de todo con Guillermo, Roberto o Américo, entre otros, para terminar conversando sobre los desdichados Rimbaud y Federico García Lorca, del surrealismo de Bretón, o de Platón y Heráclito. Y, de pronto surge aquel infausto y controvertido concurso de cronista que les valió la enemistad, el resentimiento y el silencio; después de haber sido amigos del alma. Mientras otro tanto ocurría además entre mi muy querido Américo y yo, debido a inútiles y absurdas circunstancias políticas del momento. ¡Cuánta pena de que esto pasara! Pues nada vale tanto como un amigo.
    La amistad es un espacio de expresión, de creatividad, de vínculo espiritual; y, sobre todo, un compromiso desinteresado. Muchas definiciones genéricas y diferenciales, poesía, libros enteros, hasta textos sagrados, se han escrito sobre la amistad, y, ponderado su culto. Por eso hay que cuidar que nada en ella se manche, se quiebre, se vuele o se rompa.
    Bien dijo Aristóteles (384 – 322 a/JC): “Hay que comer juntos muchos modios de sal, para que la obra de la amistad quede acabada.”
    Ahora; con el fin de abundar un poco más sobre el significado ético de la amistad -tal y como yo la inscribo en el álbum de mis sentimientos-, me permito reproducir a continuación este artículo de prensa publicado en mi columna “Apuntes” del diario Panorama de Maracaibo, el día 1º de julio de 1993, que a letra dice:



  



    Y, Oscar Wilde, en De Profundis, desde la cárcel, escribe (acosado por la inconstancia, perfidia y caprichos desordenados de su querido amigo (Bosie) lord Alfredo Douglas): Entregada mi imaginación a la amistad, tu voluntad lo rigió todo. Y, más adelante le dice en una carta: El afecto no trafica en el mercado; pues para mí hay tan sólo una estación, la estación de la amistad.
    También, y haciéndome un puesto en torno a la razón mística de ese irrenunciable afecto, veamos el siguiente poema dedicado a la memoria de mi entrañable amigo de siempre, el cantor eterno de “Rosa Gentil”, Alcides Moreno:

TONOS DE LA TARDE
In memoriam
A mi entrañable amigo de siempre, Alcides Moreno.

Por una de las hebras del tejido,
va afanosa la muerte, va la seda
que pespunta y traslada a la costura,
las formas, el estándar del sudario.

Cómo mirar entonces a los ojos;
esperar el abrazo, una sonrisa
de aquellos mis amigos que se fueron,
con tanta carga utópica del mundo,
tras una gran reserva de esperanza.

Cuando a veces, hundido en los recuerdos;
rodeado por la niebla de las dudas
y las contradicciones, me pregunto,
si lo que a decir de Benedetti,
es una nueva forma de estar solo.

De saber que la vida es una especie
de restos de madera de un naufragio.
De entender que la muerte es una alquimia
que transfigura el oro en barro, en nada.
Como cuando declinan los colores
postergando los tonos de la tarde.

Manuel Martínez Acuña.


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