CRÍTICA
LITERARIA SOBRE UNOS ENSAYOS ANÓNIMOS
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ABRIL
DE 2012.
M.MARTÍNEZ ACUÑA
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__No se piense, sin embargo, que
el autor o autora, no existe.__
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Este mundo
contemporáneo, jadeante aún de tanta innovación y, al ojo de nuevas tentaciones
que abren la disyuntiva de volver o no a lo pasado, no le impide a “X” ir con sus ensayos -de
solapada soledad- en defensa de un amor indócil, desconcertado y perplejo, sin
acertar a enterarse siquiera del secreto de su verdadera esencia.
Así me iré refiriendo
(dentro de la forma y significado de sus palabras) solo al espíritu general
que anima a estos ensayos, prescindiendo desde luego, de los reparos lingüísticos que pudieran llegar a ser
pertinentes, por no entrar en la intención de estos apuntes.
Pues bien; “X”, sin buscarruidos de letras ni sonrisas de tolerancia, habla de cosas
frescas y lúcidas, conservando siempre el tono ardiente y el encanto auroral
que pide la poesía; no por lo que otros dijeron, sino de lo impuesto por sus
propias emociones e ideas:
“Tiemblo al
simple hecho de crearte todas las
madrugadas bajo la estadía del viento en mi ventana”.
Las palabras que parten de
cada uno de sus párrafos, comunican la lejana perspectiva de un soplo breve de
vaga ironía, de una sonrisa acogedora y súbita en su visión de lo que acontece
afuera y al hombre. Porque así posiblemente se acostumbra ahora entre la duda y
la sospecha; o, porque el lugar de las cosas pareciera ser más plástico o
surrealista que meditativo. Veamos:
“Pero el cielo se parte en dos convirtiendo sus fugaces algodones
de ensueño, en una torrentosa cascada llena de telaraña y chorros de vino
perdidos a la deriva”.
Los estados de ánimo (a
menudo andariegos en la adolescencia), parecieran cobrar ante su mirada incontinente,
todo un mundo de voluptuosidad feliz, ingenua y escamada. Acaso producto de un
impulso sensual de viva y regodeada pasión que, con figuras de hipálages literarias
bien facturadas, enciende las playas de su imaginación. Y, que en la búsqueda
de otras formas y otras esencias; o, bajo el imperio de unas fuerzas escapadas
de la jaula del espíritu, culmina con este desfogue:
“Los
anocheceres en tu vientre son los que más amo. Son los momentos plateados y
titilantes donde tus manos arden y tus rodillas dejan de estirarse tensionadas
por el humor. Donde sin pudor puedo masajear tu vientre, moldearlo para hacerte
reír, chocar tus dientes, resbalarme contigo por la lengua de la noche.”
Pero, cuando el
viento que sopla del país del recelo y el miedo, encrespa su estado afectivo y, lo siembra de
espumas fugaces y de motivos fútiles y
vanos, mira entonces demasiado hacia su mundo interior, sin más peldaño que el
desliz del loco placer quetiende
a desalojar la realidad, de sus eternas verdades. Y, entonces exclama, como en
un suspiro de resignación y alivio:
“¿Quien se libera del infortunio del
amor/
de
las pastillas amarillas para la cabeza
del
control Sony para ver el mundo
desde
una caja?/
¿Quien
se libera de la sangre
gastada
entre el sudor y el dolor de un nacimiento/
quien
se pierde de los recuerdos
desgarrantes
de una infancia insatisfecha?/
¿Donde
está nuestro descanso
de
estas calles/
de
este sufrimiento que se siente
hasta
la hierba llorar de quebranto?/
¡Juventud,
perdidos estamos a la par del humo blanco y el ron barato
entumecidos
hasta los huesos en una eterna estupidez!/
¿Nadie
se salva del π incuestionable/
de
las mordidas de lengua cuando queremos escupir/
de los padrenuestros mudos/
de las letras puestas porque si?/
Gritar hasta romper las costillas
desgarrar la boca, y después, silencio.”
Por lo demás; o salvo el eco aislado
y fugaz de crecidas palabras e imágenes festeadas por el amor, es bueno decir -como
remate de estas ligeras notas-, que a todo lo largo de los cinco o seis ensayos
estudiados, no resuenan sino quejumbres
y tibios disfrutes, que bien pudieran haberse hecho un lugar merecido en las
altas cimas de la exultación, si en su escrutinio espiritual, no hubiesen cabido,
o al menos tener parte, las estimaciones de la sexualidad, como única
interpretación del mundo de los sentidos.
Así
y todo; y, por sobre todas estas licencias literarias, se ve al o a la
ensayista, esbozar figuras de invalorable fuerza; y, detrás de ellas, en
arriesgada lid, diseñar y poner el pensamiento poético en íntimo contacto con la
naturaleza, el hombre y sus pasiones. De donde se intuye la trascendencia del trabajo.
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