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domingo, 23 de diciembre de 2012


TODO PARECE INDICAR, QUE, EL FENÓMENO DE LA INSEGURIDAD EN LOS ESTADOS UNIDOS, ENTRE EL ORDEN Y EL CAOS, TIENE SU POSIBLE EXPLICACIÓN EN LA CRISIS EMOCIONAL A LA QUE DESDE ATRÁS HA SIDO CONDUCIDA SU JUVENTUD, A TRAVÉS DE LA PRIMACÍA DE LAS ARMAS, DE LAS PELÍCULAS DE PISTOLEROS DE MANO ASESINA, Y, A LA EXALTACIÓN DE LA VIOLENCIA, DISFRAZADA DE HEROICIDAD INEFABLE.
                                                                       Manuel Martínez Acuña

viernes, 14 de diciembre de 2012



Nuestra portada

JUAN DE DIOS MARTÍNEZ
Iván Darío Parra
paedica@hotmail.com

El maestro Juan de Dios Martínez Suárez nació el 18 de marzo de 1945, en Bobures, estado Zulia. Con ese destello y agraciado carácter que siempre le acompañó, contaba que su papá, don Pedro Martínez y su mamá, doña María Isabel de Jesús Suárez se conocieron en una gaita de tambora y a los nueve meses nació él.
Por tener una conducta diferente a los otros niños en las escuelas de primaria donde estudió, tanto en Bobures como en Maracaibo, tuvo que enfrentar a sus compañeros. Pues, tenía un conocimiento diferente que resultaba extraño entre sus condiscípulos, pero que lo fue formando para los grandes retos que en su vida se  planteó.
Apuntaba que a los 9 años su abuela le dijo:”Mire hijo, usted ya sabe leer y escribir. Póngase a guardar todo lo que dicen esos viejos que vienen aquí todas las tardes a buscar los panes y los dulces que yo hago”. A partir de entonces, fue anotando cada una de las leyendas, mitos y enseñanzas que las personas de mayor edad -descendientes de africanos que vivían en Bobures y en los pueblos aledaños (El Parral, Gibraltar, El Pino, Santa María, San José, Palmarito…)- relataban a diario en la ancestral vivienda de sus familiares maternos.
Gracias a esa información que empezó a obtener, casi inmediatamente, comenzó a organizar lo que había escrito y de esta manera vamos a encontrar su primer relato “El Ibungue”, que habla sobre un enano bembón, orejón y ojón que salía del río Lemba-Lemba y abrazaba a la gente, quienes después de varios días con fiebre morían.
Para 1957 Maracaibo lucía como una localidad muy atractiva para las ventas de comidas y dulces, principalmente en las épocas de veladas y fiestas patronales de sus diferentes parroquias, por lo que su familia se mudó a dicha ciudad. En ese entonces contaba con 12 años de edad y había aprobado el sexto grado de educación primaria. Aquí cursa sus estudios de secundaria en los liceos José Ramón Yépez y Rafael María Baralt.
Transitoriamente, Juan de Dios se había ausentado de su terruño natal y de las gratas conversaciones de aquellas veteranas personas que eran un reservorio de historia patria. Pero, en las vacaciones escolares continuará con aquella misión que su abuela materna le había sugerido. En esta circunstancia, va a trabajar en el programa de alfabetización “Abajo Cadenas” con pobladores de Bobures y de los pueblos vecinos del Sur del Lago de Maracaibo. Cumpliendo su labor, va a darse cuenta que mucha información de las costumbres y manifestaciones de esos pueblos se ha perdido por no existir una institución que se haya ocupado de su resguardo. Que todo lo que se encuentra es a través de la tradición oral y que sino se escriben al morir los ancianos quedarán también sepultadas estas vivencias. De allí que va a principiar dándole forma bibliográfica e iconográfica a todo lo que había recabado y en este afán va producir los testimonios escritos más importantes de la cultura afro-zuliana.
Toda esta actividad que desarrolló lo convirtieron en investigador de la cultura afroamericana, escritor de sus vivencias culturales, músico y gestor de su propia memoria. Como historiador, supo transmitir la historia de sus antepasados para enriquecer y preservar tradiciones de gaitas, tambores y valores de la afro-zulianidad. Va a fundar el grupo de Chimbangueles Ajé, que posteriormente se va a transformar en la Fundación Ajé, a través de la cual se ha salvaguardado y divulgado las tradiciones etno-musicales (afro-venezolana y afro-caribeña) del estado Zulia. Aunque esta Fundación fue registrada formalmente en 1991, sus quehaceres se han venido llevando a cabo durante casi medio siglo, desde que Juan de Dios con toda su prole laboraba en lo que han llamado “la escuelita del folclor”.  Vale observar que Ajé es el nombre de una diosa africana de la abundancia económica y actualmente, su hijo Juan Pablo está al frente de ella.
Cultor Popular, Promotor Cultural, Docente y Guardián del Legado Africano e Indígena en América y el Mundo.

En julio de 1996, con la finalidad de darle consonancia y estructura a lo que la Fundación Ajé venía desarrollando con la música y el baile, se registra la agrupación (tambores) Vazimba, cuyo nombre proviene de una tribu nativa de Madagascar.
En el presente su legado se extiende a escuelas de danza, gastronomía y otras tareas que van más allá de lo cadencioso.
Gran parte de su obra está inserta en los doce libros que publicó: Antecedentes y Orígenes del Chimbangueles, Las Barbúas, Presencia Africana en el Sur del Lago, El Gobierno del Chimbangueles, Como Bailar Chimbangueles, La Gaita de Tambora, La Gaita Perijanera, San Benito y sus Chimbangueles, Instrumentos Musicales Indígenas del Estado Zulia, Centros de Trabajo de la Zulianidad, Mitos, Leyendas y Rostros Sobre el Culto a San Benito de Palermo en Venezuela; y La Afro-zulianidad. Y también, en las dos Producciones Musicales (música, canto y danza de orígenes africano establecidos en los estados Zulia, Mérida y Trujillo: e instrumentos musicales indígenas zulianos).
Recibió una gran cantidad de reconocimientos por su contribución a la Danza, Música, Documentación y Rescate de las manifestaciones afro-venezolano e Indígenas presentes en el Occidente del país.
El Ejecutivo regional, por Decreto Nº 13-A del 23 de agosto de 1993, le nombró Patrimonio Musical del estado Zulia. En 1996, se le otorgó la mención Danza Folclórica del premio CONAC. La UNESCO le reconoció como Experto Latinoamericano en Culturas Africanas (1997).
El Dr. Alfonso Montiel Romero, Presidente de la Fundación Cultural “Numen Marense”, escribió una distinguida décima a su valiosa obra. También, el maestro Wilmer Pelayo compuso una bella contradanza como homenaje a su memoria.

Falleció en Maracaibo el 2 de octubre de 2005. Su familia, que abarca ya dos generaciones, ha continuado su faena con una constancia que garantiza su presencia por muchos… muchos años. Paz a sus restos.

martes, 4 de diciembre de 2012

PRÓLOGO DEL LIBRO "A LA VUELTA DEL TIEMPO"

PRÓLOGO DEL LIBRO "A LA VUELTA DEL TIEMPO", PRÓXIMO A IMPRIMIRSE EN LOS TALLERES DE LA IMPRENTA INTERNACIONAL, C.A.



BIOGRAFIA DE UNOS PASOS


  Muy difícil recoger los pasos dejados sobre el dolor terrestre. Algunos van ordenándolos y asignándoles un lugar exacto en los espacios que les ha tocado   habitar.; otros los dejan a la intemperie No es fácil cohabitar con la vida, que muchas veces suele hacerse díscola o demasiado taciturna.  Cuántos rumbos y definiciones han tenido los pasos! Dijimos en oportunidad reciente, que si cada ser humano dejara escrita su biografía, así fuera inconclusa, cuántas lecturas maravillosas tendríamos a la mano y cuántos hallazgos sorpresivos y exactos.  Todo hombre debe dejar su tránsito vital en las palabras; la huella física suele borrarse en los caminos.
  Digo estas cosas porque un amigo ha puesto en mis manos un texto  maravilloso, y le doy este calificativo, no por su alto valor literario, que   no lo tiene,  porque su autor no quiso dárselo,  o simplemente, no lo necesitó, sino  porque fue escrito por un hombre; y hombre es aquel ente humano que con mano precisa suele trazar el rumbo de su vida y lograr las metas previamente establecidas, dentro de un entorno social, al abrigo de una naturaleza pródiga en cigarras vegetales y en cauces rumorosos.; con y en la magia del ser.
  Ese amigo es el autor de esta breve autobiografía, Manuel Martínez Acuña, un zuliano que ha pasado por diversos escenarios, siempre en ascenso y en la busca de nuevas posibilidades: la actividad pública o de gobierno; pasantías por las oficinas de transnacionales del petróleo; en la sala de redacción de los periódicos; sobre el rocío de los pastos de algún predio rural; en el recinto de una academia o institución para las letras y la cultura; por países nórdicos en busca de la última voz del sabio amigo,; en el fervor de lo cotidiano, cuando doblamos las esquinas, escuchamos las voces y los pasos y el silencio de las multitudes.
  Conocí a Manuel Martínez Acuña hace muchos años, cuando su casa era un ateneo  y en ella se reunían  mujeres y hombres de  las más variadas profesiones pero espiritualmente unidos, amantes de la cultura, de la poesía y del buen decir. Se revisaron entonces muchos libros, muchos valores humanos de la zulianidad, muchas facetas olvidadas. De aquellos compañeros muchos se han ido, Manuel Martínez Acuña permanece en su cátedra, incólume, como un viejo roble de alguno de sus predios, próximo a cumplir el siglo  de existencia y satisfecho de  todo  lo que ha realizado, al lado de Doña Olga, su  inseparable compañera y de los hijos que son la prolongación de nuestros actos y de la resonancia futura de la voz.
  En Manuel Martínez Acuña como escritor encontramos al poeta, al narrador, al ensayista, al crítico, al articulista.  No es fácil equilibrar estilos y tendencias, pero se logra a través del orden y el dominio de las formas estéticas.  Un día nos llegó el poeta con un hermoso libro de poemas en sus manos: “Las huestes del sosiego”, poesía verdaderamente sosegada, honda, de visión interior y de paisaje, donde camina la lentitud lírica con precisión, como debe ser.
 Nace, precisamente, esta poesía, del contacto del poeta con los elementos de la naturaleza,  con el idioma eglógico del árbol, de los pastos y las cigarras del atardecer. Después puso en nuestros manos un texto narrativo: su novela “Baúles de Monasterio”, cuya acción se desarrolla en selvas amazónicas, por donde anduvimos algunas veces en nuestras actividades de sarrapiero adolescente, por neblinas, desfiladeros y sombras. El texto, desde luego, nos interesó, por la temática,  los escenarios y por ser el primer  compendio narrativo del autor.  Hicimos entonces un comentario del mismo incluido en nuestro trabajo en preparación “La Novela en el Zulia”, género un poco rezagado acá, pero que   ha venido cultivándose desde los días de J. M. Núñez de Cáceres y José Ramón Yépez.  En un breve ensayo, Martínez Acuña enfoca   la obra y personalidad de  Cecilio Acosta, uno de los héroes civiles de nuestra nacionalidad y poeta, igualmente, de sutilezas bíblicas; desvelado por los problemas de la educación  EL  resto de su obra es abundante,  contenida especialmente en sus columnas de prensa, donde va desde el enfoque político al ensayo crítico, a la crónica, al comentario cultural y bibliográfico. Todo ese material que se aglomera en el escritorio de un periodista activo.
  “A LA VUELTA DEL TIEMPO” es el título que ha seleccionado el poeta para este libro de reminiscencias, que no autobiográfico, como él dice; pero que sí tiene mucho de la biografía de unos pasos que buscan todavía la realidad existencial.  Pasos de la vieja y de la nueva ciudad que convergen en el reencuentro para precisar las diferencias y preservar lo que aún queda como vestigio, testimonio o proyección en el entorno de la modernidad. Una de las características esenciales del texto es su contenido que desemboca en la crónica, visos de leyenda que es como decir la épica menor de la vida.  El  rumor de la escuela, el adolescente que otea en el horizonte nuevos rumbos, la fisonomía de otras aldeas; esa marcha y regreso de los días que otorga serenidad al paso y moldea la sonoridad de la voz definitiva. Después el espacio  indeseable de una oficina donde se hablan otros idiomas y se cierra la lejanía exterior que desea el espíritu para batir sus alas sobre árboles y pastos. Este no es mi entorno –dijo el poeta-, cerró la puerta y salió ¿Para dónde? Tal vez hacia el horizonte que tiene asideros muy firmes para quienes lo buscan con la seguridad de encontrarlo. Los poetas a veces suelen desaparecer de los escenarios visibles pero están allí en los límites de la otredad y de la voz.
  Solíamos viajar esporádicamente por carreteras de la Costa Oriental del Lago.  A la altura de Mene Grande veíamos un nombre: “El Oasis”.  Ganado, pastos, trabajadores, árboles y pájaros sobre los árboles; en realidad, un verdadero oasis.  Después –y cómo fue nuestra sorpresa- cuando el poeta nos invita para ir un fin de semana a su finca. Resultó ser el mismo oasis por donde solíamos pasar.  Al penetrar en aquel escenario regresamos a  nuestra adolescencia, cuando corríamos en el caballo y en el amanecer cantábamos la copla a la vaca mansa.
 Allí estaban los pájaros del poeta, una gran variedad; y eran tantos que hasta el propio mayordomo de la hacienda tenía el apellido Pájaro. Aquello era, para rememorar el título de un libro del poeta calaboceño Rafael Carreño Rodríguez, una “Pajarera Sinfónica”.
  Fue aquél el escenario propicio para el sosiego de la poesía de Martínez Acuña: la lentitud del aire, el trinar de las aves, el verdor y la pedrería de los pastos,  la nube parda y el frescor de la lluvia, el silencio de la Sierra Morena. Bucolismo de una naturaleza desbordada.
  Fue éste uno de los itinerarios del poeta, y lo consideramos quizás el más fructífero, pues el espíritu del hombre reclama  la horizontalidad para poder expresarse. Constituye un capítulo de este libro, breve  y a la vez muy amplio, pues, cada paso del vivir constituye una página, y el poeta, sentado apenas por breves instantes sobre alguna piedra del camino, reanuda la marcha, ahora hacia los trigales dorados del atardecer.
  “A LA VUELTA DEL TIEMPO” es un texto horizontal, escrito en prosa amena; ahora, todo texto va a manos del lector, quien lo define e interpreta a su manera. ¿Podría ser igual para todos los lectores el vuelo insistente de un azulejo para contemplar su imagen en un espejo? ¿Sería igual también para todos, el mugido de un toro cuando se ubica con gallardía en lo que se llama en el llano el paradero? ¿Acontece lo mismo con la encrucijada de una calle o el trotar por una avenida de la gran ciudad? El lector generalmente es el árbitro.
 Estas son apenas unas breves palabras sobre el poeta y sus itinerarios; no  son en realidad un prólogo. Quien tiene la palabra es el autor, único autorizado en este caso para contarnos, como lo hace, ese deambular de sus pasos por una geografía mínima pero muy alta y profunda a la vez; sobre una geografía universal  que nos ha enviado a través del tiempo y de las aguas oceánicas lo fundamental de las culturas que han amasado el tiempo y los espacios.
 El libro con la pluralidad de sus itinerarios, es un capítulo. Los otros llegarán después, cuando el poeta regrese desde los trigales del atardecer. Y hago propicia esta oportunidad, para invitar a todos los hombres a narrar la historia de sus pasos; lo contrario sería demostrar la poca estima por la vida, y, darle una nueva oportunidad al silencio.                                                                                  CAMILO BALZA DONATTI   
Santa Cruz de Mara, Sub-Región Guajira, 24-11-2012.