EL SILENCIO EN LA PALABRA
Manuel Martínez Acuña
Según
Aristóteles, las cosas se diferencian en lo que se parecen; algo mediante lo cual
muchos llegamos a pelearnos tontamente, por lo mismo que en otras ocasiones
defendemos. De ahí que el umbral de la filosofía sea –a juzgar por Epicteto-,
percatarse primeramente de la fragilidad y cortedad del hombre. De lo que se
deduce que, la “palabra” y el “silencio” pueden parecerse, en cuanto a que uno
y otro no se contradicen entre sí. Tema del que pretendemos sacar aquí, algunas
consideraciones utilizables.
Si todo esto es
así como se dice; ¿por qué no dar cuenta entonces del “silencio”. De su vacío
ocupado, abejeando horizontes. Por qué no hacemos una herrería de su
elocuencia. U oír su coro, definir su dimensión o, interpretar su precepto
hermenéutico; en tanto que las palabras hablan por su lado con las potencias de
la retórica? Si al contrario de como se revelan las carencias del hombre por
sus palabras, el “silencio” tiene la capacidad de decir más en lo que calla que
en lo que declara, ¿por qué el propósito de decir lo otro; o si se quiere, lo
que no se siente identificado con el interlocutor?. De ahí que, permanecer en
silencio ante las circunstancias de un desaguisado verbal, acaso sea como
invocar la tarea que todo ser social debe llevar a cabo, antes que llegar a
individualizar una crítica situación entre máximas y amigos. Acaso callar
equivale a decir que, no es falso todo eufemismo, ni de ningún modo depende de
la mentira, si lo que en tal caso se quiere, es no herir con la verdad.
Naturalmente;
semejante despliegue de tolerancia, no deja de tener un costo apegado a la
vanidad: a veces demasiado elevado para la naturaleza humana. Sin embargo, tal
forma de ver las cosas -apelando a los perfiles de la razón-, acaso pueda
ayudar a comprender mejor el mundo que se transparenta detrás del hombre.
Callar, no tiene porqué ser una muestra peyorativa. Ni por supuesto, una
aprobación. Y, si en ocasiones puede indistintamente revelar una u otra cosa,
lo fundamental del silencio está en la filosofía de la tolerancia y, no en la
incertidumbre.
Hablar poco o
hablar mucho, puede tener una sola lectura.
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