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jueves, 27 de noviembre de 2014

LA VERDAD MENTIDA


LA VERDAD MENTIDA
MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA
          El hombre se ha visto siempre lleno de dudas y preguntas, en razón de los hechos o las cosas que tan a menudo surgen a través del uso de la palabra VERDAD. Por lo que, desde este punto de vista, sobreviene al tema esta pregunta forzada: ¿Puede la verdad por sí sola (sin el auxilio del concepto), representar en la constitución del Todo, la honestidad, la buena fe y la fidelidad, de lo que se afirma en ella, como una adecuación sui géneris entre lo que propone y el estado de cosas que expresa?
           Merced a que la visión del concepto suele ser una visión más completa e idónea, pudiera ocurrir entonces que, el límite de una cosa esté en la otra. Es decir, que, si  la verdad no existe de hecho como absoluta, según lo conciben el entendimiento y la razón, pasaría consecuencialmente a estar identificada y definida -dentro de las interpretaciones y perspectivas históricas-, como un ente subjetivo o relativo, dentro del sistema de las realidades.
      Las preguntas por la verdad han sido siempre objeto de polémicas continuas entre filósofos, teólogos y lógicos, considerándose un tema adherido a las fuentes vivas y latentes de la investigación científica, la antropología filosófica y la historia, entendidas por creencias epistemológicas verdaderas, y, no como sentimiento de pura y simple dependencia de lo religioso, como en efecto se ha ejercido la acción de sugerir hasta frailecitos místicos a la verdad, concernientes al alma e histerismo de monjes.
        De todo esto se deduce que, tras la metáfora de la verdad, existe un primer plano de realidades virtuales, que impone la perspectiva del discernimiento, basado en la evidencia y la honestidad del razonamiento, aunque a lo sumo esté sujeto fatalmente a las variabilidades de la época y la cultura.
      Pero, además de lo ya expresado, es particularmente interesante saber que haya una ciencia, un conocimiento teológico o metafísico encubierto que, apenas discernible, luce opuesto a las propiedades o primeras causas de la verdad, que dicho sea de paso, discurre con demasiada sutileza desde sus inicios; pues deviene generalmente del énfasis aplicado a las cosas del más allá, de las postrimerías de ultratumba, partiendo del supuesto o el error, y no de la verdad.  Es decir, de sueños y revelaciones cuyos límites trascienden el dominio de nuestra comprensión.
        A tal efecto, saquemos como ejemplo necesario lo que afirma un investigador de temas esotéricos, parapsicólogo y especialista en ciencias ocultas, Burdman Schwarz (a manera de pregunta) en su libro titulado “Me lo contó un muerto” (Pág. 110), lo siguiente: ¿Cómo ven los muertos el mundo de los vivos?, a lo que él mismo responde más escatológico que metafísico: “Ellos ven las mismas calles, las mismas ciudades y, a las personas, como si estuvieran vivos.”  
      Pues bien, en estas circunstancias, qué otra cosa podemos hacer entonces que no sea sobrecogernos, mal que bien, ante este jardín de contradicciones y cielos fastuosos, que tanto pugna por hacer del comercio de la virtud, una verdad mentida.  
                                                                                                                                                                         Maracaibo 27 de noviembre de 2014

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