Inferencias sobre la
arrogancia
MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA
Suponiendo que todo
cuanto sucede en el mundo no es sino el resultado de las leyes de la naturaleza,
acaso no sea tan extraviado entonces (a pesar de parecer demasiado grande este
concepto para aplicarlo al síndrome de la arrogancia),
recurrir al repertorio de las sutilezas dialécticas; como las de aquella simple
figura de que, cuando una bola no entra en un agujero, es porque la bola es
demasiado grande o porque el agujero es demasiado pequeño. De ahí que, a partir
de esta dispersión, nos veamos en la necesidad de limitarnos a enfocar sólo lo
que cabe hallar como argumento aplicable al tema.
Dicho esto,
comencemos aquí por ir desdoblando ciertos criterios filosóficos que de alguna
manera u otra definen a la arrogancia como un
excesivo orgullo desprovisto de sentido, que lleva a la persona –tras una
imagen distorsionada-, a ejercer y a exigir más privilegios que aquellos a los
que en realidad puede acceder o merecer. Suele decirse al respecto, que, cuando alguien se
siente conforme con su propia vida, no necesita hacer alarde de sus logros ni
de sus virtudes
Otro tanto han dicho
los entendidos de que este defecto de
personalidad pudiera provenir de un exagerado sentimiento de superioridad, apremiado
por la necesidad de disimular su concurrencia bajo las características del
consabido complejo de inferioridad. O, sea, ante la falta de protección y apoyo
familiar.
En este orden de
cosas, la arrogancia no sólo deteriora el perfil
de quien la ostenta o exhibe, sino que puede llegar a herir también la
susceptibilidad de quien la recibe, mediante la evocación negativa de sus
enunciados. En la teoría de la neurosis de Karen Horney,
la arrogancia es el producto de la
compensación que ocurre en el ego por tener una autoimagen abultada.
Una vez llegado al
punto de esta breve monografía, cabe subrayar que, la diferencia que hay entre
la arrogancia y la autoestima,
se basa, en que la autoestima no supone un
defecto, ni tiene una relación negativa. Por el contrario, resulta saludable y útil
para la persona. A ese respecto dice Jack Welch, que, existe una delgada línea
entre la arrogancia y la confianza en uno mismo, que hace a esta última un
caballo ganador.
Y, como
lo insta la razón del fenómeno expuesto, terminemos con lo que apunta Eduardo
Galeano cuando dice, que, los conceptos de orgullo, soberbia y vanidad van de
la mano; y, que por eso, muchas personas, en un momento de su vida, se han
dejado llevar por este fantasma emocional. En suma y compendio de este predicamento,
la arrogancia es la cualidad discreta de quien se cree superior a los demás.
A lo que haciendo
abstracción Cervantes de todo lo establecido, agrega: La sabiduría puede
convertirse en arrogancia, si no reconoce sus propios límites.