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sábado, 16 de octubre de 2010

EL PELOTON ZURDO - MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA

PELOTÓN ZURDO
Manuel Martínez Acuña                   
      Una vez, cuando aún vivía el coronel Róger Porras Belisario, y su presencia era casi obligada en una tertulia literaria, se convino -haciendo una relación con su vida profesional-, hablar en esa velada sobre la disciplina militar y de sus reglamentos. Sobre todo, acerca del conjunto de técnicas y artes marciales a las cuales había llegado la escuela castrense en Venezuela.
Ahora bien; hacía falta saber –a causa de la importancia excepcional de sus consecuencias-, el porqué de no haberse ocupado alguien antes, de salvar de la rigidez y del tecnicismo académico, las diferencias existentes entre el soldado diestro, con su cuerpo y mano derechos -favorecido por las reglas-, y, el siniestro -que no lo había sido-, con su cuerpo y mano izquierdos.
      Iniciado el tema, Porras, que estaba dotado de un gran sentido del humor, dijo, -como para no dejar muy atrás la ciencia-ficción, a la que acaso se avenía un tanto el género literario- que, no obstante parecer todo aquello parte de lo que vivió el período surrealista, no dudaba de que la premisa bien podía al menos, llegar a despertar un cierto descomedimiento interior en alguien como el sargento García, el amigo del zorro; al ver iniciarse un saludo militar con el pie izquierdo y la mano zurda en la sien, entre la frente, la oreja y la mejilla.
A partir de ese momento, nada fue en serio; puesto que se llegó hasta caricaturizar un policía maneto, tratando de sacar su pistola de una cartuchera de posición derecha.
      Por lo tanto, tocó concluir conque, al igual que los fractales blanco y negro, montaña y costa, hoja y árbol, viento y lluvia, una persona zurda no tiene porqué ser diferente, de ninguna manera, ante las variaciones de la Naturaleza; ya que en tal caso no se pasaría de lo imposible a lo verdadero, sino de lo posible a lo real, según los razonamientos de Anna Freud, hija de S. Freud, sobre el yo, y los mecanismos de defensa.
Así y todo, estaba escrito, que al soldado zurdo no tendría otra opción que trancar con el pie derecho al detener la marcha, a romper con el pie izquierdo, y, a cuadrarse con el pie derecho; contrario a lo que esperaba su constitución particular.
            A esa altura de la tertulia, alguien preguntó: ¿Se podría en medio de un combate, acogerse a los preceptos de la razón natural en contra del deber militar, sin incurrir con ello en desobediencia dentro de la unidad de mando?
De ninguna manera, respondió enfático el coronel Porras Belisario; como un hecho que no podía ser evitado ni lamentado.
Aquí, con esto, consideró oportuno el momento para explicarnos cómo se configuraban más o menos los cuadros del componente Guardia Nacional, al que perteneció, como sigue:
Una escuadra son 6 hombres, a cargo de un sargento II. Un pelotón son 32 hombres, a cargo de un sub-teniente o Tnte. Una compañía son 4 pelotones, a cargo de un capitán. Un batallón son 4 ó 5 compañías, a cargo de un Tnte. Coronel. Una brigada es de 2 a 5 batallones, a cargo de un general de brigada. Y, una división, son 4 ó 5 brigadas, a cargo de un general de división.
      Todo lo anterior hizo que recordara una vieja película de vaqueros, protagonizada por Tom Mix, el actor más anunciado en las carteleras de cine de los años cincuenta; y, traer el caso como ejemplo.
La trama cuenta que, Tom se hizo amigo de un jefe indio que sabía andar de noche como el mapache. Su particularidad era seleccionar a los zurdos de la tribu, hasta lograr reunir unos treinta guerreros con esas características.
      Todo consistía en confundir al enemigo con la forma de montar a caballo de derecha a izquierda, lanzar las flechas y disparar los rifles con la mano, el dedo y el ojo izquierdos puestos en el arco, gatillo, o mira, según correspondiese.
      Finalmente, y después de hacer fiesta con el chiste del jefe indio, todos terminamos por colocarnos al lado de la izquierda militar; y, a concluir con que, si el comportamiento de la mano zurda tiene el mismo resultado del de la mano derecha, no tiene por qué no conciliarse una cosa con otra, entre las causas y sus efectos.

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