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domingo, 10 de octubre de 2010

OTOÑO EN LUGANO
Un cisne encima de crestas de olas
chispeantes, delante del monte sombrío.   
(APROXIMACIÓN A LA CRÍTICA LITERARIA)
Sobre mi brazo una abeja tardía.

El estío se ha despedido
y suena en las brasas
de hojas ardientes.

En el banco,
al lado de la pareja de novios, un anciano.
En sus ojos brillan chispas solares
de verdes ribetes de olas;
recuerdos del propio verano.

Tímidos toques del campanario vetusto,
sueltos cruzan el lago.
Mi alma forma una imagen sureña.
               Henry Triet

        JUICIO CRÍTICO:                                                  

            Tengo para mí que el poema “Otoño en Lugano” fue compuesto a orillas del lago Hom, al sur de Suiza, en el banco de una plaza, en medio de mustias y solitarias melancolías. El poeta sabe que las rosas de la orgía se le han marchitado en la frente; y aunque aún no lleva corona de espinas, ni ignora el sentido místico de la penitencia, todavía canta canciones de amor …entre amargos rumores de suspiros.
            Por eso dice:
Un cisne encima de crestas de olas chispeantes,
delante del monte sombrío
  Sobre mi brazo una abeja tardía.
                                  
            El poeta tiene conciencia de que ha perdido su anterior escenario, sus madrigales ardientes. Y, a manera de confesión o excusa alude que, la pasión vive en la abeja y se siente en los hervores de la superficie; mas intuye no dar para tantas emociones profundas, como aquellas de que agua pasada no mueve molinos.
El estío se ha despedido
y sueña en las brasas 
de hojas ardientes.
            Intenta urdir entonces en las estaciones, en la procesión de los solsticios y los equinoccios;  en la ubérrima y dulce primavera y, en las brumas del otoño, los hilos de las sensaciones; para luego pasarlos al telar del tiempo entre hojas desfogadas y brumosas memorias. De lo que solo queda el viaje de regreso y, las cenizas de unas brasas tardías.
            Es el anciano sentado en un banco al lado de una pareja de novios; de dos enamorados que, buscando en la naturaleza su propio poema, hacen que el cisne, los verdes ribetes de las olas, y, un campanario vetusto, enciendan sus ojos y brillen en ellos chispas solares, “recuerdos del propio verano.”
                                   Manuel Martínez Acuña                       Maracaibo 26 de noviembre, de 2004.

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