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lunes, 18 de abril de 2011

A la vuelta del Tiempo - Manuel Martinez Acuña - Parte 6

U
na locha  era el costo de Seremos.” Un periódico de apenas 1/8 y, un tiraje de 1000 ejemplares, que sólo circulaba entre La Cañada de Urdaneta y, pueblos aledaños, bimensualmente. Gracias a la experiencia que adquirí como ayudante de cajista en una de esas imprentas de los años 40, en Los Puertos, yo mismo era el que ponía las líneas de letras con una pinza, formando con ellas la galerada; e igual hacía de corrector de prueba, después de la impresión.

         Veamos la reproducción de lo que fue el portal de “Seremos”, en miniatura:                   
          Sería largo de explicar de qué espíritu de sacrificio me valía, no sólo para poder cubrir los gastos operativos del pequeño rotativo, y, llevarlo adelante, sino cómo llegar a cotejar las ideas y demás improntas del periodismo, en aquel pesado ambiente en el que se daba por perdido casi por completo, el valor de la palabra, y prostituido la actividad política. O, por lo menos, cómo llegar a atreverse a hacer insobornable el suceso de la verdad, frente a los poderosos de siempre, enceguecidos por sus intereses personales.
Como era de suponerse, la polémica surgida como consecuencia del revés que significaba para el presidente del concejo y sus empresas afines, las denuncias hechas públicas por Seremos”, sobre ciertos manejos dolosos referidos a la contratación de servicios municipales, acabó por enturbiar las aguas de la discordia. O, por resquebrajar aún más los ya precarios vínculos existentes entre los concejales del municipio y el gobernador Brillembourg; autor de los artículos publicados en el periódico, en contra de esa administración.
Pero, como la cabuya siempre revienta por lo más delgado, y, la moral se hace muchas veces utilitaria según sus perspectivas, los ediles municipales -basándose en no sé qué fatalidad, y bajo las formas más diversas-, la dieron por ir contra mí, calificándome de comunista (maullido gatopardiano del macarthismo que ya empezaba a mostrar sus caninos robustos por el mundo), por hablar de leyes laborales que protegieran a los trabajadores municipales. Pero también, por el otro lado, los comunistas (recién rehabilitados por el gobierno de Medina), me tildaban de oficialista reaccionario, por exigir libertad y respeto para la iniciativa privada.





  L
a conversación del doctor José Ollarves Colón no sólo abundaba en paradojas con apariencias de verdad, sino que desarrollaba doctrinas originales al paso de los continuos acontecimientos de la vida, bajo las formas más diversas.
         Me hablaba con la facilidad más grande, de fray Luis de León; de su espíritu contradictorio y complejo; de sus odas maravillosas y, de la cárcel inquisitorial de Valladolid a donde fuera llevado a cumplir cinco años de prisión, por sólo haberse atrevido a traducir del hebreo al español, el Cantar de los cantares, los salmos de Salomón, y el Libro de Job. Cuyo punto de referencia o el valor del ejemplo de esos salmos bíblicos, no estaban dados a ser conocidos -según la iglesia- por el común de la gente popular, por su simbolización romántica y voluptuosa; inspiradora de placeres o deleites sensuales que, ligeramente asimilados por el vulgo, pudieran prestarse al mal sentido o equívoco de las palabras.   
            Veamos, cómo ya acomodado al rescoldo de su hamaca de dormir, y, a manera de rezo o plegaria, el padre Ollarves me hablaba de la Oda XXIII y del salmo 4:16 del cantar de los cantares, recitándolos de memoria, así:
ODA XXIII
A LA SALIDA DE LA CÁRCEL 


Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.
SALMO 4:16
Levántate, Aquilón, y ven, Austro;
Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas.
Venga mi amado a su huerto,
Y coma de su dulce fruta.


Y, otro gajo de la Oda, y su belleza literaria que tanto molestó a los cancerberos de fray Luis:
7:6 ¡Qué hermosa eres, y cuán suave,
Oh amor deleitoso!
7:7 Tu estatura es semejante a la palmera,
Y tus pechos a los racimos.
7:8 Yo dije: Subiré a la palmera,
Asiré sus ramas.
Deja que tus pechos sean como racimos de vid,
Y el olor de tu boca como de manzanas,
7:9 Y tu paladar como el buen vino,
Que se entra a mi amado suavemente,
Y hace hablar los labios de los viejos.
7:10 Yo soy de mi amado.
         Dada la convicción profunda que tenía el doctor Ollarves sobre el valor de la escuela, apuntando hacia la concertación del conocimiento, solía, mientras caminábamos juntos por las calles del pueblo (generalmente por las tardes), enhebrar cosas como el arte griego frente al arte común latino, basado en la tradición etrusca, que tuvo su origen en el norte de Italia.A ese propósito me hablaba de una larga lista de la mitología etrusca, de la cual recuerdo lo de Eita, dios del submundo y gobernante de la muerte, igualado con el griego Hades y el grecorromano Plutón. Y, sin desviarse mucho del tema, me pedía que repitiera una y otra vez, a viva voz, varios axiomas en latín -como una clase más que me daba de ese antiguo idioma-; de los cuales recuerdo éste: Dente lupus cornu taurus petit. (El lobo se defiende con los dientes y el toro con los cuernos). Es decir; cada quien se defiende como puede. Una moraleja de múltiples aplicaciones en la historia del hombre.
        Pues bien; confieso que, amparado en la memoria de ese universo remoto y lejano de enseñanzas, condensado en ese incomprendido filósofo, que para mí representó un pedazo de universidad abierta, no me queda sino rememorar con cariño e intensa nostalgia ese tiempo, que mucho influyó en mi vida futura; y, me enseñó también –bajo las formas más diversas- a desentenderme de las cosas que se pintan siempre como un escenario ideal para el hombre, sin serlo. Pues afirmaba que, para ser lo que se pretende ser, el merecimiento es esencial y decisivo.

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