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urante mi visita a
la Habana-Cuba, Pinar del Río y Varaderos, en el 2001, pude ver cosas muy
diferentes a las que escriben y cuentan desde cómodas oficinas, ciertos
empresarios de la comunicación, sin pasearse antes por el lugar de los hechos.
No es mi intención, desde luego,
pretender enaltecer los principios de la revolución cubana, ni mucho menos
esperar a que la lucha contra el capitalismo, sea motivo alguno como para
impedir el repudio de actos perpetrados contra la dignidad humana; cualquiera
sea la ideología que quiera justificarla.
A ese respecto; y, más allá del fantasma que
recorre el mundo de la disidencia anticastrista, me permito transcribir a
continuación la respuesta a un
correo electrónico
que, a manera de preguntas, apreciaciones y desacuerdos, tuvo a bien enviarme
Armando, uno de mis adorados hijos; y también el resumen de un artículo
referido al mismo tema, publicado en mi columna de los viernes, por el diario
Panorama de Maracaibo:
Querido y recordado
Armando:
Leí
el correo que me enviaste, y, porque me pides opinión sobre las afirmaciones
del señor Rodrigo Siman, voy a tratar de hacerlo más por complacer tu pedido,
que por los merecimientos que puedan tener tales afirmaciones.
La sola perspectiva conque comienza
su relato el señor Rodrigo, revela la razón de su viaje a Cuba cuando dice: “es
difícil ser objetivo cuando las
ideas se nublan y los ojos se humedecen…” Con eso ha construido, ha arreglado,
ha acolchado bien su mundo subjetivo.
O sea que, fue a buscar en Cuba lo que quería, y lo encontró; como pudo haberlo
encontrado también en cualquier lugar de Estados Unidos, El Salvador, o
Venezuela, si el propósito era el mismo.
Yo en cambio fui a saber cómo ha podido
sobrevivir dignamente ese pueblo, al lado de la nación más poderosa de la
tierra, cerrándole las puertas. Por no gustarle su gobierno ni haber podido
lograr de él lo que una vez hiciera con Panamá, República Dominicana, Grenada,
Haití, etc.
Fui a conocer sus museos, sus
bibliotecas, sus cooperativas, sus Universidades, sus Hospitales, sus campos
deportivos y, su gente; su alegría y su música. Fui a encontrarme con las
cualidades que articulan el espíritu de esa noble patria de Martí; y no con sus
solapas que las hay en todas partes.
Tu padre que mucho
te quiere, Manuel.
P.D.
Al final decidí enviarte como datos adjuntos,
un resumen del artículo publicado por Panorama en agosto de 2003, que de alguna
manera puede agregar otros conceptos pertinentes, a los propósitos de tu correo.
El síndrome de Cuba
Manuel Martínez Acuña
Entre
las múltiples definiciones que podemos sacar del enunciado: “los árboles no nos dejan ver el bosque”, hay
una que nos lleva a reflexionar sobre el origen de las cosas; y, otra, a mirar
por encima de lo que la confusión, el exceso, y, la complejidad de la vida, nos
oculta. Pues nada explica mejor el síndrome de Cuba, que esa postura cómoda de
hacerse de la vista gorda para lo que no nos apasiona; o aquella de origen
bíblico, de no mirar al otro lado del bosque, para no caer en desobediencia
como la mujer de Lot. Con Cuba se
sigue el camino de la menor resistencia. Si no, veamos lo que opinó Richard
Goodwin -quien fuera asistente especial del presidente Kennedy-, durante la
Conferencia Académica: “Girón, 40 años
después”, realizada en la Habana. Dijo:
“No tengo duda de que si Cuba fuera un país poderoso, estaría conversando hace
rato con nosotros”. Y más adelante manifestó que, “la mayoría en U.S.A. saludaría un arreglo con Cuba, excepto unos
pocos de la derecha, y los grupos de la comunidad exiliada”; que de paso
representa, según el mismo Goodwin, un costo
político para Washington.
Si
Cuba no es en realidad un paraíso -como tampoco lo es la gran Nueva York, con
decenas de miles de personas sin techo-, al menos ha sido un milagro su
supervivencia.
Desde luego, Cuba sufre y clama por
justicia; pero, independientemente de la pobreza que le aqueja, la marginalidad
allá no saca muchas ventajas; ni el
negocio de la prostitución es diferente a cualquiera otra parte del mundo. Pues
la salud, el deporte y la educación, son derechos y deberes sociales que,
dentro de la información precisa que imparten los medios de comunicación
locales, adoptan la forma moral que hace vida en el pueblo.
Se habla mucho, al parecer, de que
la libertad tiene un curso distinto y superior a lo que lo circunstante nos
impone. Pero, ¿de qué libertad hablamos si ésta, como tal, siempre nos hace merodear
en torno al hambre, la ignorancia y la insalubridad; y nos adosa -por muchas
razones sabidas-, el espejismo de una esperanza virtual, azarosa, sobre los
rastrojos de la comedia humana?
La misma naturaleza de una economía
global, planificada hoy por un estado que proclama las bondades de un ALCA, obliga a fijar un marco de
actuación; el ordenamiento de una economía complementaria de mercado, en donde
no aparezca por ningún lado, ese flagelo esclavista y perverso de la explotación
del débil por el poderoso, que persistentemente impone su áspera mano.
Por lo que finalmente cabe significar
aquí que, sin el bloqueo, la figura o el fantasma del “comunismo” en Cuba estaría
hoy, muy posiblemente, bajo otro diseño. Y, EE.UU., por su parte, bien pudiera gozar plenamente de la admiración del mundo entero, como una gran nación, si sus postulados dejaran de hacer subasta de la dignidad y soberanía de los demás pueblos; salirse un poco de ese universo basado en la razón de la fuerza y, en ciertas leyes extraterritoriales, todas encaminadas a someter razas, ciudades y pueblos enteros, no previstos en los designios de la globalización.
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