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domingo, 17 de julio de 2011

A la vuelta del Tiempo - Manuel Martinez Acuña - Parte 15


D
urante mi visita a la Habana-Cuba, Pinar del Río y Varaderos, en el 2001, pude ver cosas muy diferentes a las que escriben y cuentan desde cómodas oficinas, ciertos empresarios de la comunicación, sin pasearse antes por el lugar de los hechos.
            No es mi intención, desde luego, pretender enaltecer los principios de la revolución cubana, ni mucho menos esperar a que la lucha contra el capitalismo, sea motivo alguno como para impedir el repudio de actos perpetrados contra la dignidad humana; cualquiera sea la ideología que quiera justificarla.
             A ese respecto; y, más allá del fantasma que recorre el mundo de la disidencia anticastrista, me permito transcribir a continuación la respuesta a un
correo electrónico que, a manera de preguntas, apreciaciones y desacuerdos, tuvo a bien enviarme Armando, uno de mis adorados hijos; y también el resumen de un artículo referido al mismo tema, publicado en mi columna de los viernes, por el diario Panorama de Maracaibo:        
Querido y recordado Armando:
            Leí el correo que me enviaste, y, porque me pides opinión sobre las afirmaciones del señor Rodrigo Siman, voy a tratar de hacerlo más por complacer tu pedido, que por los merecimientos que puedan tener tales afirmaciones.
            La sola perspectiva conque comienza su relato el señor Rodrigo, revela la razón de su viaje a Cuba cuando dice: “es difícil ser objetivo cuando las ideas se nublan y los ojos se humedecen…” Con eso ha construido, ha arreglado, ha acolchado bien su mundo subjetivo. O sea que, fue a buscar en Cuba lo que quería, y lo encontró; como pudo haberlo encontrado también en cualquier lugar de Estados Unidos, El Salvador, o Venezuela, si el propósito era el mismo.
             Yo en cambio fui a saber cómo ha podido sobrevivir dignamente ese pueblo, al lado de la nación más poderosa de la tierra, cerrándole las puertas. Por no gustarle su gobierno ni haber podido lograr de él lo que una vez hiciera con Panamá, República Dominicana, Grenada, Haití, etc.
            Fui a conocer sus museos, sus bibliotecas, sus cooperativas, sus Universidades, sus Hospitales, sus campos deportivos y, su gente; su alegría y su música. Fui a encontrarme con las cualidades que articulan el espíritu de esa noble patria de Martí; y no con sus solapas que las hay en todas partes.
Tu padre que mucho te quiere, Manuel.
P.D.
            Al final decidí enviarte como datos adjuntos, un resumen del artículo publicado por Panorama en agosto de 2003, que de alguna manera puede agregar otros conceptos pertinentes, a los propósitos de tu correo.

El síndrome de Cuba
Manuel Martínez Acuña
           
        Entre las múltiples definiciones que podemos sacar del enunciado: “los árboles no nos dejan ver el bosque”, hay una que nos lleva a reflexionar sobre el origen de las cosas; y, otra, a mirar por encima de lo que la confusión, el exceso, y, la complejidad de la vida, nos oculta. Pues nada explica mejor el síndrome de Cuba, que esa postura cómoda de hacerse de la vista gorda para lo que no nos apasiona; o aquella de origen bíblico, de no mirar al otro lado del bosque, para no caer en desobediencia como la mujer de Lot.     Con Cuba se sigue el camino de la menor resistencia. Si no, veamos lo que opinó Richard Goodwin -quien fuera asistente especial del presidente Kennedy-, durante la Conferencia Académica: “Girón, 40 años después”, realizada en la Habana. Dijo: “No tengo duda de que si Cuba fuera un país poderoso, estaría conversando hace rato con nosotros”. Y más adelante manifestó que, “la mayoría en U.S.A. saludaría un arreglo con Cuba, excepto unos pocos de la derecha, y los grupos de la comunidad exiliada”; que de paso representa, según el mismo Goodwin, un costo político para Washington.    
DE IZQUIERDA A DERECHA: MI HIJA LORENA, MANUEL, OLGA Y DETRÁS LOLOY.  (CATEDRAL HABANA)

       Ahora bien; lo evidente en la opinión de Goodwin reposa, en que da el tirón necesario hasta hacer entrar el suceso en el curso natural de las cosas. Vale decir, preguntarse uno, ¿por qué entonces La China comunista y Estados Unidos están hoy conversando de tú a sobre Corea del Norte, por ejemplo; e incluso intercambiando visitas presidenciales y facturas comerciales, y, no Cuba? La respuesta pudiera tener varias vertientes interesantes, pero, la que más cuenta, pudiera ser la de no querer despertar al gigante asiático.
       Si Cuba no es en realidad un paraíso -como tampoco lo es la gran Nueva York, con decenas de miles de personas sin techo-, al menos ha sido un milagro su supervivencia.
            Desde luego, Cuba sufre y clama por justicia; pero, independientemente de la pobreza que le aqueja, la marginalidad allá no saca muchas ventajas; ni  el negocio de la prostitución es diferente a cualquiera otra parte del mundo. Pues la salud, el deporte y la educación, son derechos y deberes sociales que, dentro de la información precisa que imparten los medios de comunicación locales, adoptan la forma moral que hace vida en el pueblo.
          CALEZA DE MANUEL DÍAZ (HABANA CUBA)
          
     Tal vez por eso no vimos niños de la calle pidiendo. Ni tampoco ranchos en condiciones infrahumanas como se ven unos y otros en la gran Caracas y, en toda Venezuela. O en Brasil, Argentina, Perú, etc., por no hablar de Haití. De ahí que un humilde cochero, que nos paseó por toda la ciudad de La Habana, Manuel Díaz, nos dijera espontáneamente: pasamos por muchas dificultades, pero nadie se queda sin almorzar en Cuba, ni se queda analfabeto, ni se muere alguien por falta de asistencia médica.
            Se habla mucho, al parecer, de que la libertad tiene un curso distinto y superior a lo que lo circunstante nos impone. Pero, ¿de qué libertad hablamos si ésta, como tal, siempre nos hace merodear en torno al hambre, la ignorancia y la insalubridad; y nos adosa -por muchas razones sabidas-, el espejismo de una esperanza virtual, azarosa, sobre los rastrojos de la comedia humana?
      La misma naturaleza de una economía global, planificada hoy por un estado que proclama las bondades de un ALCA, obliga a fijar un marco de actuación; el ordenamiento de una economía complementaria de mercado, en donde no aparezca por ningún lado, ese flagelo esclavista y perverso de la explotación del débil por el poderoso, que persistentemente impone su áspera mano.
                   Por lo que finalmente cabe significar aquí que, sin el bloqueo, la figura o el fantasma del “comunismo” en Cuba estaría hoy, muy posiblemente, bajo otro diseño. Y,
EE.UU., por su parte, bien pudiera gozar plenamente de la admiración del mundo entero, como una gran nación, si sus postulados dejaran de hacer subasta de la dignidad y soberanía de los demás pueblos; salirse un poco de ese universo basado en la razón de la fuerza y, en ciertas leyes extraterritoriales, todas encaminadas a someter razas, ciudades y pueblos enteros, no previstos en los designios de la globalización.

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