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abemos muy bien lo
que se ha dicho del purgatorio y del infierno,
de continuo. ¿Pero es que acaso no es suficiente que nos hayan traído a
vivir a este mundo con la obligación de conciencia y, en medio de una eterna
amenaza inspirada por el lobo estepario de las religiones?
A decir verdad, si la iglesia
católica llegara por ejemplo a eliminar el concepto del infierno algún día, cuántos
feligreses que están allí por miedo a las represalias del malvado diablo, ¿no
se largarían? ¿No sería todo diferente, acaso?
Estas y otras reflexiones destinadas
a la búsqueda de la verdad, se las hacía yo con alguna frecuencia a mi sobrino
materno, Alonso Romero Martínez, quien además de ser profesor de cátedra de
muchos años de la U.C.V. y autor de textos matemáticos, es también rector de
cursillos de cristiandad. Pues cosas como estas tienden -a mi juicio-, a motivar
interminables dudas y a suponer morales absurdas, quiérase o no, encaminadas a engendrar
monstruos; como esas del infierno y el diablo, impuestas por la mano dogmática
de la iglesia romana.
Así las cosas; y, aun cuando
pareciera un despropósito o un hecho fuera de sentido, opuesto a lo que
antecede, no puedo menos que confesar que, la misión rectoral de mi sobrino
Alonso -una vez reducido a su punto mínimo el concepto referido a mis dudas bíblicas-,
no sé cómo, pero consiguió reducirme a una celda inquisitorial durante setenta
y dos horas, completamente alejado del mundo exterior, dentro de un movimiento
de cursillos de cristiandad.
Creo recordar de ese peregrinaje; de
ese momento de religioso respeto, de arrebato místico que, casi me hace llorar
de recogimiento, cuando mi “yo” interior quiso obtener entre dudas, inseguridades y remordimientos, un
juicio lógico sobre el porqué del bautismo de un niño, antes de que el hombre
tuviese uso de razón. Y, aunque traté de explicar hasta donde pude, mis puntos
de vista al respecto, apenas lo comprendieron. Pues para ellos la creación
suprema del hombre, es lo que cuenta.
Allí se ven los evangelios diarios,
la lista de oraciones, la lista de testimonios, y, los trípodes cristianos. El
rollo preliminar comienza con que todo depende de la gracia de Dios. Surgen preguntas
como éstas: ¿Creemos realmente en esto o en aquello? ¿Lo oímos como una frase
más? Todo para concluir admitiendo que, nosotros somos simplemente instrumentos
en las manos de Dios. Y, esto lo debemos tener muy presente no sólo durante el
cursillo, sino en nuestra vida diaria. Pues nosotros nada logramos por nuestra
propia cuenta.
También se insiste mucho en que el
espíritu santo pone palabras de eficacia en la boca de sus apóstoles, por lo
que sus evangelios son palabra de Dios.
A eso se suman las vivencias, los
testimonios, rollos y más rollos. Y, la aceptación total y absoluta de las
normas establecidas.
Acompañado por Olga (que también
hizo el cursillo de cristiandad), regresamos a casa con el gozo místico que
sigue a toda gran pasión del espíritu, cosa que aún saludo con el debido
respeto, por haber llegado a ser una buena experiencia. Un tránsito contemplativo
importante en mi vida cotidiana.
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