ARTE, O BARBARIE
MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA
En efecto; y como
forma de insistir un poco más sobre el tema de las corridas de toros, y, de su
línea de conceptos confrontados, me voy a permitir ahora tomar un diálogo entre
dos personajes de mi novela “BAÚLES DE MONASTERIO”, Huamán y el
camionero Itxaso, Pág. 220, buscando con ello ampliar los criterios que pugnan
en torno a un acontecimiento que ha despertado inquietudes integradoras de los
valores humanos, desatado polémicas religiosas e, intentado prohibiciones de
todo tipo, como un drama que demanda razones entre las fuerzas del bien y del
mal.
Veamos entonces lo
que dicen estos dos personajes, Huamán y el camionero filósofo, Itxaso, sobre
las corridas de toros y las peleas de gallos, marcando en pocas palabras la
diferencia que existe entre el método de infligir dolor a través de la
oblicuidad promocional, y la forma estética que toma el arte, para darle
tonalidad noble a los sentimientos del hombre:
Huamán le miró en aquel momento con una fresca
sonrisa en los labios, y actuó como si sólo se tratara de elegir entre los
gallos y la soya, o, como el político que busca la manera de salir del paso sin
poner a prueba sus propias convicciones, ni tampoco la sensibilidad de su
interlocutor.
Ahora estoy completamente convencido
(dijo), que lo que yo quiero es trabajar un akatahu (pedacito de tierra) y,
buscar la manera de estudiar una carrera. La pelea de gallos no me interesa;
porque veo que hay una buena parte de crueldad en ese juego.
Y, si es cierto que esa lucha se da entre
animales de la misma especie; y, que hay también normas que regulan las peleas mediante
el pesaje de los ejemplares y la medición de las espuelas, buscando el
equilibrio del combate, también es cierto que es un deporte identificado con el
dinero fácil. Por lo que le ruego me perdone por no estar de acuerdo con ese
juego, al que usted le ata cabos de hilos multicolores.
Está bien (le replicó Itxaso), casi
disuadido ya de su empeño particular de asociarlo a esos intereses.
Pero, ¿qué me dices entonces de las
corridas de toros, donde el homo
sapiens se crece ante la víctima
irracional, precedido de ese rimbombante etiquetado de fiesta brava, o de arte
taurino; cuando en realidad no son otra cosa que la oblicuidad de la tortura,
el método de infligir dolor, clavar banderillas, hincar lanzas a mampuesto a un
animal que no enviste realmente al torero, sino al color alucinado y alucinante
de una muleta?
En otras palabras, las corridas de toros
son una monstruosa dispensa;
el sádico privilegio de sacar a un animal
fuera de sus límites naturales, para ser muerto de mil maneras inteligentes y
estudiadas, antes de la estocada fatal. Y, todo con el beneplácito de la
afición o de una parte de la sociedad, que, no pudiendo imaginarse así misma
sino victoriosa y triunfante siempre, se olvida del bienestar común.
¡Bien dicho! Eso era lo que yo esperaba
escuchar alguna vez, acerca de ese crimen institucionalizado de las corridas de
toros; sobre todo con la convicción conque usted lo ha hecho. Lo felicito.
(Replicó Huamán evidentemente aliviado).
Yo no he ido a ninguna de esas fiestas
(prosiguió); pero tampoco ignoro la tortura que allí se inflige sólo por dinero
y diversión.
Todos los animales deberían ser tratados de
manera digna, por simple deducción.
Al igual que a la flora amazónica que,
dicho sea de paso -si la dejamos ir como va-, no sólo nos quedaremos solos con
nuestra propia especie (sin la maravillosa compañía de la fauna y la vegetación
silvestres), sino que el mundo mismo se vería en problemas de habitabilidad.
Pues, escasearía el agua, los alimentos, la
lluvia; hasta la constante vital del oxígeno. Y, se extendería el desierto, el hambre,
el efecto invernadero; entre otras calamidades que darían al traste con la vida
misma del el planeta.
Apuntes21@gmail.com
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