martes, 30 de diciembre de 2014
EL POETA Y PERIODISTA HESNOR RIVERA HABLA DE MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA Y DE SU POEMARIO "LAS HUESTES DEL SOSIEGO".
Estoy escuchando Las Huestes del sosiego (Hesnor Rivera)) http://www.goear.com/listen/4e8a453/las-hues
lunes, 29 de diciembre de 2014
PENSAMIENTOS EN FUGA
Todas las
artes tienen comunicación con nuestra existencia, y no podemos sino interpolar
sus valores en la magnitud de su excelencia.
jueves, 11 de diciembre de 2014
EL CONCEPTO Y LA IMPRESIÓN DE PECADO
EL CONCEPTO Y LA IMPRESIÓN DE PECADO
Manuel
Martínez Acuña
Como un eco simultáneo a gran
distancia, y, después de una cadena de causas y de efectos teologales
moviéndose en su vértice desde el mismo momento de la expulsión de Adán y Eva del paraíso terrenal, la impresión y el concepto de pecado según la Iglesia Católica, es un
acto o un deseo contrarios a la ley de Dios, que debe ser castigado severamente
con sujeción a la tradición judeocristiana, cuya fuente fundamental es la
Biblia.
Pero, dado el caso de que las
impresiones según Platón, son fugaces, y, a menudo tienden a escaparse de entre
las manos si no las ligamos con la razón
y la conciencia crítica, es menester
valernos entonces de lo que los egipcios llamaban umbrátil;
es decir, algo que tiene
sombras o las causa; aparte de su capacidad natural de juzgamiento lógico
que posee, pues sin eso no sabríamos bien cómo atar al concepto unas con otras
las cosas marcadas por la presunción escolástica que representa, dentro del sistema
de las realidades.
Hay, pues, toda una gama de cosas que, con todo y lo medieval
arrimado al tema, confieren una actualidad histórica o noticia auspiciosa de
tiempo presente, que anuncia por decisión expresa del Vaticano, el hecho de haber
colocado en desuso virtual para el mundo globalizado de hoy, el dogma hasta
entonces predominante de los siete tradicionales pecados capitales declarados
por el Papa Gregorio I, hace más de 1500 años; y, caracterizados épicamente
después en La Divina Comedia de Dante Alighieri, con su infierno, purgatorio y
paraíso, poetizados.
Así que, a partir del 10 de marzo de 2008, según informe del
Osservatore Romano (periódico oficial de la Santa Sede) se da vuelta al origen
conceptual de pecado de esa antigua doctrina ortodoxa, y se le mueve a la definición
humanista y moderna de pecados sociales, nombrados lujuria, gula,
avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Además de otras tantas sinecuras
transcritas al margen, tales como, no realizar manipulaciones genéticas, no
llevar a cabo experimentos sobre seres humanos, no contaminar el medio
ambiente, no provocar injusticias sociales, etc.etc.
De suerte pues, que, no en vano se ha dado tanta vuelta a esa
tesis contemplativa mediante la cual el miedo y el temor de Dios,
han sido considerados como los factores más ligados a la moral y el secreto
de todas y cada una de las religiones, que explicadas éstas solo por medio de
misterios, han venido finalmente a constituir por su objeto mismo de nacer del
pecado original, un insufrible y vago sentimiento de culpa e indignidad
personal, que de muchas formas han oscurecido con las sombras de sus alas, el
maravilloso cielo idílico que la vida y el amor ponen delante.
Y, aunque terrible es comprenderlo,
digamos en definitiva con Ernesto Sábato, desde su libro de memorias, “Antes del fin”, que la vida se hace en
borrador, y no nos es dado corregir sus páginas.
lunes, 1 de diciembre de 2014
EL SILENCIO EN LA PALABRA
EL SILENCIO EN LA PALABRA
Manuel Martínez Acuña
Según
Aristóteles, las cosas se diferencian en lo que se parecen; algo mediante lo cual
muchos llegamos a pelearnos tontamente, por lo mismo que en otras ocasiones
defendemos. De ahí que el umbral de la filosofía sea –a juzgar por Epicteto-,
percatarse primeramente de la fragilidad y cortedad del hombre. De lo que se
deduce que, la “palabra” y el “silencio” pueden parecerse, en cuanto a que uno
y otro no se contradicen entre sí. Tema del que pretendemos sacar aquí, algunas
consideraciones utilizables.
Si todo esto es
así como se dice; ¿por qué no dar cuenta entonces del “silencio”. De su vacío
ocupado, abejeando horizontes. Por qué no hacemos una herrería de su
elocuencia. U oír su coro, definir su dimensión o, interpretar su precepto
hermenéutico; en tanto que las palabras hablan por su lado con las potencias de
la retórica? Si al contrario de como se revelan las carencias del hombre por
sus palabras, el “silencio” tiene la capacidad de decir más en lo que calla que
en lo que declara, ¿por qué el propósito de decir lo otro; o si se quiere, lo
que no se siente identificado con el interlocutor?. De ahí que, permanecer en
silencio ante las circunstancias de un desaguisado verbal, acaso sea como
invocar la tarea que todo ser social debe llevar a cabo, antes que llegar a
individualizar una crítica situación entre máximas y amigos. Acaso callar
equivale a decir que, no es falso todo eufemismo, ni de ningún modo depende de
la mentira, si lo que en tal caso se quiere, es no herir con la verdad.
Naturalmente;
semejante despliegue de tolerancia, no deja de tener un costo apegado a la
vanidad: a veces demasiado elevado para la naturaleza humana. Sin embargo, tal
forma de ver las cosas -apelando a los perfiles de la razón-, acaso pueda
ayudar a comprender mejor el mundo que se transparenta detrás del hombre.
Callar, no tiene porqué ser una muestra peyorativa. Ni por supuesto, una
aprobación. Y, si en ocasiones puede indistintamente revelar una u otra cosa,
lo fundamental del silencio está en la filosofía de la tolerancia y, no en la
incertidumbre.
Hablar poco o
hablar mucho, puede tener una sola lectura.
jueves, 27 de noviembre de 2014
LA VERDAD MENTIDA
LA VERDAD MENTIDA
MANUEL MARTÍNEZ
ACUÑA
El hombre se ha visto siempre lleno
de dudas y preguntas, en razón de los hechos o las cosas que tan a menudo surgen
a través del uso de la palabra VERDAD. Por
lo que, desde este punto de vista, sobreviene al tema esta pregunta
forzada: ¿Puede la verdad
por sí sola
(sin el auxilio del concepto), representar en la constitución del Todo, la honestidad, la buena fe y la fidelidad, de lo que se
afirma en ella, como una adecuación sui géneris entre lo que propone y el
estado de cosas que expresa?
Merced a que la visión del concepto
suele ser una visión más completa e idónea, pudiera ocurrir entonces que, el
límite de una cosa esté en la otra. Es decir, que, si la verdad no
existe de hecho como absoluta, según lo conciben el entendimiento y la razón, pasaría
consecuencialmente a estar identificada y definida -dentro de las
interpretaciones y perspectivas históricas-, como un ente subjetivo o relativo,
dentro del sistema de las realidades.
Las preguntas por la verdad han sido siempre objeto de polémicas continuas entre
filósofos, teólogos y lógicos, considerándose un tema adherido a las fuentes
vivas y latentes de la investigación científica, la antropología filosófica y la
historia, entendidas por creencias epistemológicas verdaderas, y, no como
sentimiento de pura y simple dependencia de lo religioso, como en efecto se ha ejercido
la acción de sugerir hasta frailecitos místicos a la verdad, concernientes al alma e histerismo de monjes.
De todo esto se deduce que, tras la metáfora
de la verdad,
existe un primer plano de realidades
virtuales, que impone la perspectiva del discernimiento, basado en la evidencia
y la honestidad del razonamiento, aunque a lo sumo esté sujeto fatalmente a las
variabilidades de la época y la cultura.
Pero, además de lo ya expresado, es
particularmente interesante saber que haya una ciencia, un conocimiento teológico
o metafísico encubierto que, apenas discernible, luce opuesto a las propiedades
o primeras causas de la verdad, que dicho sea de paso, discurre con demasiada sutileza
desde sus inicios; pues deviene generalmente del énfasis aplicado a las cosas
del más allá, de las postrimerías de ultratumba, partiendo del supuesto o el
error, y no de la
verdad. Es decir, de sueños y revelaciones cuyos
límites trascienden el dominio de nuestra comprensión.
A tal efecto, saquemos como ejemplo necesario
lo que afirma un investigador de temas esotéricos, parapsicólogo y especialista
en ciencias ocultas, Burdman Schwarz (a manera de pregunta) en su libro
titulado “Me lo contó un muerto” (Pág. 110), lo siguiente: ¿Cómo ven los
muertos el mundo de los vivos?, a lo que él mismo responde más escatológico que
metafísico: “Ellos ven las mismas calles, las mismas ciudades y, a las personas,
como si estuvieran vivos.”
Pues bien, en estas circunstancias, qué
otra cosa podemos hacer entonces que no sea sobrecogernos, mal que bien, ante este
jardín de contradicciones y cielos fastuosos, que tanto pugna por hacer del comercio
de la virtud, una verdad mentida.
Maracaibo 27 de noviembre de 2014
lunes, 17 de noviembre de 2014
EL EXTRAÑO MUNDO DE LOS SUEÑOS
EL
EXTRAÑO MUNDO DE LOS SUEÑOS
Manuel
Martínez Acuña
En estos días hemos vuelto a leer y
releer “Las siete noches” de Borges”, libro que, según una cita analógica de Thomas
Browne, puede compararse con una suerte de organismo mental que da por jugar con
la direccionalidad de los sueños, con lo curioso de su entablado, o con lo que
no ha podido ser explicado de ellos; entre los que más se cuenta la pesadilla.
De los sueños nada es imposible,
puesto que hasta los mismos cachorros y los bebés sueñan, en su más pura
esencia. Por lo que todo parece pasar por una zona de sombras y laberintos
ocupados por fantasmas, fieras, lugares, monstruos y personas, buscando explicaciones,
donde solo hay de real el acto que, entre vigilia y sueño, lo imagina. No
obstante, y en estas circunstancias, va haciéndose patente la sensación de que
el sueño es, en contraposición de lo fantástico e ilusorio de la ficción con que
siempre se le inviste, una realidad virtual, que puede ser de ingenuo
romanticismo o de una deliciosa utopía, que los hace vagamente deleitables.
En este orden de cosas; y, sin
pretender aclarar la bruma alegórica o real de los sueños, hagamos implícitamente
incluso el siguiente ejemplo de candilejas o de alucinamiento, quitado de un tramo
de la novela “Baúles de monasterio” (Págs. 299 y 300), de nuestra modesta autoría:
…Lo extraño del sueño estaba en que
el rostro de su padre se transformaba a menudo en el rostro de cara cortada; quien en ocasiones
aparecía como cambiado y sin la cicatriz, y, en otras, muy triste, y, cruzado
por una pesadumbre o un cierto complejo de culpa. Pero lo más curioso de todo
era, que, en él persistían a la vista, todas las facciones y ademanes de la
maldad.
Veamos este otro ejemplo de sueño, págs.
297 y 298 del mismo libro, “Baúles de monasterio”: …Cossette creía encontrarse
sentada en una hamaca bajo el techo del shapono,
en medio del ruido y el alboroto de la aldea, cuidando ya del bebé. Veía -como
en un espejo-, a un grupo de mujeres rayando yuca (nashi) amarga; otras colando en cinchos el amasijo blanco, y, las que
finalmente extendían el casabe en los budares. Y, una y otra vez se paraba para
ir a la hamaquita del bebé a cerciorarse de que todo estaba bien; hasta que
llegase la hora de amamantarlo y de ungirlo con la fascinación y el incienso de
su amor. Sacó entonces del lado izquierdo de su blusa un seno lozano y altivo
que cargado de vida y hechizos, se lo llevó a los labios frescos y rosados del
recién nacido…
Según Gustav Spiller, los sueños
corresponden al plano más bajo de la actividad mental, por su incoherencia o
falta de relación lógica con la realidad. Borges, por su parte, les adjudica la
cualidad de permitirle a uno, ver su pasado y su porvenir, cercanos. Mientras
que Shakespeare llama indistintamente al sueño, “la cosa que somos”.
El hecho es que los sueños no son el
libro abierto en la biblioteca, ni en el gabinete mágico del psicólogo. Sobre
ellos se enfila tal laberinto de cosas raras e indefinibles, que bien pueden
aparecer placenteras, sensuales o dramáticas a momentos; o a merced de un
cataclismo natural. Y, otras veces evocando visiones, entre los dos
impresionantes episodios de la pesadilla: persecución y horror.
Dado que en el sueño todas las cosas
las hacemos de modo inconsciente; y que, a pesar de ello, todo suele tener una
vividez que la misma realidad no tiene, digamos entonces aquí con el poeta
Jorge Luis Borges, que, con lo asombroso,
extraño y sobrenatural, que es el hecho de soñar, bien merece preguntarse, a
condición de sonreír tras el ensueño de quien duerme: ¿He soñado yo mi vida, o solo
ha sido un sueño?
Los sueños deberían ser un puente,
un camino, para conocernos de un modo más íntimo; es decir, "la cosa que somos", entre lo que rechazamos o anhelamos, en tenor con la realidad.
Maracaibo 17 de
noviembre, de 2014
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