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miércoles, 30 de noviembre de 2016

LA EDAD Y EL TIEMPO



LA EDAD Y EL TIEMPO                       29/11/2016
Manuel Martínez Acuña
         Cuánto más haya sido rodeada de gratas y alegres evocaciones una vejez, más lejos se pone de aquellas que se han rodeado de desiertos. Hay por tanto una parte de esta realidad, que nos permite -entre lo que corresponde a la Edad del envejecimiento-, establecer los valores que trascienden en esta época de meditación, de quietud; de traspasar los límites de la experiencia.
         Cuando se es joven y se tiene todo lo que se necesita para ser lo que es; es decir, poseer de lleno todo lo que de esa etapa de la vida se puede esperar, casi nunca se le presta atención a ese insondable tic tac de las horas, que indefectiblemente conducen a las fronteras de la vejez. Por supuesto, que, no existe ninguna razón válida en contrario que contradiga esa legítima actitud, pues vivir la actualidad de ese don precioso a plenitud, equivale si se quiere, a aquella frase famosa en que Kant combate la metafísica de René Descartes, en su Discurso Del Método: “treinta thaler (moneda de plata) posibles, no son menos que treinta thaler (moneda de plata) reales”.
         Mientras no distingamos entre las cosas y la apariencia de las cosas, según apunta José Ortega y Gasset, se escapará a nuestra comprensión lo más genuino del conocimiento y del mundo exterior. Preguntémonos siempre, entonces, por el sentido de las cosas.
         Así y todo, la vejez es momento de resumen y recuento. Lejanos ya las ilusiones de la adolescencia y los engolosines de la juventud, el anciano puede enfrentarse a la realidad hasta con una ponderación y  un realismo superiores, a los de las demás épocas de su vida. Pues puede descubrir con una nueva lucidez, lo que es importante y lo que no lo es, y, distinguir lo fugaz de lo que permanece, entre la Edad y el tiempo.
                En consecuencia, una vida prolongada facilita –entre otras cosas- el cumplimiento de aquella conocida regla apolínea de, conócete a ti mismo. O, haciendo alusión a aquel “tanto venir andando”, decir con el filósofo, matemático y físico francés, René Descartes: “pienso, luego existo”. 
         A todas estas, por tanto, hay que llegar a tener las virtudes guerreras de la paz, estilizar su época, y, no aprender demasiado tarde a sonreír.

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