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lunes, 26 de diciembre de 2016

EL SÍNDROME DE LA RIQUEZA O EL DINERO

EL SÍNDROME DE LA RIQUEZA O EL DINERO
ManuelMartínezAcuña                                                                                                                                                                                26/12/2016
                Como se trata de un tema muy complejo, restrictivo e incómodo a la vez, tanto como para no poder fijar relaciones de causa a efecto entre la forma meramente descriptiva y la clasificación de los hechos o productos históricos, hemos de contentarnos –y, no es poco-, con someternos a los forcejeos del “establishment” y, a sus instituciones afines; por cuanto el problema real aquí planteado pareciera estar en que muchas personas relacionan la felicidad con el dinero, sin codificar las circunstancias de tiempo, lugar, modo, etc. de que puede depender su adquisición. Y, con solo eso, ya sienten y piensan que han conseguido todo lo que buscaban, sin tener una meta, plan, o proyecto alguno que cumplir,  ni echarle una mirada siquiera a la metáfora de la utopía; sistema optimista y diligente que toda persona debe formularse, en aras de su propio bienestar.
            Pero, aun cuando parezca dudoso a la común opinión, detrás de cada fortuna pareciera generarse, a la sombra de los grandes capitales, el fantasma de la  pobreza; eventualmente producto de la exclusión social, segregación o despojo. De donde posiblemente toma cuerpo aquella frase axiomática señalada por el novelista francés, Honoré de Balzac, que a la letra dice: “Para amasar una gran fortuna, hay que hacer harina a los demás”. Frase que, pese a sus visos de resentimiento atribuidos, en un gran porcentaje de los casos, es una realidad.
Hay sin embargo otros factores que pueden concurrir, o acarrear la pobreza, como lo serían por ejemplo la flojera, la falta de iniciativa, o, acaso la pereza, que, no sólo desmotiva, sino que quita las ganas de trabajar, de ser útil, y, puede hasta hacer más arrinconada la perspectiva de avanzar, porque solo se limita al confort de la cama o el sillón, como única satisfacción. No es por tanto una cuestión de suerte, sino de actitud. De ponerle el pecho a la vida; de enfrentarla; de no seguir acostado de espaldas al resquicio de las oportunidades.
Pero, volviendo al título de este breve análisis, y, a sus consecuencias, no solo tendríamos que suponer el alcance de lo aquí tratado, sino tratar de ir un poca más allá de los procesos que de cierta manera han impulsado a una buena parte de la humanidad, a deambular entre precarias hipótesis en pos de la riqueza y el dinero, que, si repasásemos los tramos de esa larga travesía, pudiéramos deducir de ello que, existe por fortuna una clase de hombres adinerados de reconocida probidad, que se formaron a través de sus tropiezos con la vida, frente a muchas privaciones; que trabajaron una hora más, y, que supieron darle valor a su época en tiempo real. Conscientes de que la vida se hace en borrador y de que no les está dado corregir sus páginas, como lo apunta Ernesto Sábato, en su libro “Antes del fin”.
Después de todo, el dinero no es único, no es todo. Ayudará, eso sí, a hacernos cargo de nuestra propia vida; a pensar libremente. A no llevar la marca del esclavo a lo que indefectiblemente conduce la miseria. Ya que es en la avidez desordenada de poseer y de atesorar riquezas, donde justamente se alojan los daños físicos de los equívocos, y, los vicios de la avaricia.
Dado que el propósito de la vida es ser feliz, habría en todo caso que comenzar a aprender a desligarse de lo que nada nos aporta espiritualmente. O, a convertir cada pequeña situación en un motivo para crecer, y, no dar por separadas siempre las cosas de afuera, que por lo general son fuente de sabiduría natural.  
Hay pues toda una parte de la realidad que, en la medida de nuestro esfuerzo y, de una tonificante actividad anímica, acaso nos ayude a hallar la vertiente ideal que supla la materialidad de las cosas relacionadas con el dinero, por otras menos afectadas por lo contingente del género; y, nos enseñe a lidiar con los reveses, y, a no poner tropiezos ni dar ocasión, a que cada cosa deje de tener su propia condición, y, no la que nosotros pretendamos darle.
Ahora bien; los especialistas en psicología de la riqueza, entre ellos Money, Meaning and Choice, han demostrado entre otras cosas, que, el dinero, sea poco o sea mucho, no garantiza las felicidades del mundo, como en efecto lo puede lograr el altruismo, procurando el bien ajeno. A cambio de eso, puede condicionar la vida de quien lo tiene, en cuanto los términos de su codicia. Así y todo, la buena relación con el dinero, es lo que marcará la diferencia.
El dinero es solo eso, dinero. No logrará por tanto que tu relación familiar, o el estado de ansiedad para el que está captado, transformen la realidad de su entorno; ni tantas otras negaciones con las que diariamente nos toca lidiar ante el mundo. Ni siquiera alcanzará a que tus amigos sean más sinceros contigo.
        El dinero, pues, como mecanismo de bienes materiales, ayuda -a guisa de sus imprevistos-, a liberarnos un tanto de las sujeciones impuestas por el estatus de la avaricia, a la que la pobreza está sometida, y, a no caer en las manos cuantificadoras del ocio existencial.      

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