EL
SILENCIO EN LA PALABRA
Manuel Martínez Acuña
(A Ivonne del Carmen, afectuosamente).
Según Aristóteles, las cosas se diferencian
en lo que se parecen. Y, como que el calor sale del fuego, muchos llegan a
pelearse tras este dilema, por lo mismo de lo que en otras ocasiones estuvieron
de acuerdo. De lo que se deduce que, la “palabra” y el “silencio” pueden
parecerse, en cuanto a que una y otro no se contradicen entre sí. Tema del que
pretendemos sacar aquí, algunas consideraciones útiles.
Si todo esto es así como se dice, ¿por qué
no hacerse entonces una herrería de su elocuencia, oír su coro, o, definir su
dimensión? Pues el silencio tiene la capacidad de decir más en lo que calla que
en lo que declara. De ahí que, permanecer en silencio ante un escenario de desatino
verbal, por ejemplo, acaso sea como llegar a decir, habla cuánto quieras, pero
la verdad, cuando no quiere herir, tiene otros atributos entre las facciones de
las apariencias.
Sin embargo, tal forma de ver las cosas
-apelando a los perfiles de la razón-, tal vez pueda ayudar a comprender mejor
el mundo que se transparenta detrás del hombre y su silencio. Callar, no tiene
por qué ser un espécimen peyorativo, ni mucho menos una aprobación. Y, si en
ocasiones puede llegar a revelar una u otra cosa, lo fundamental del silencio
está en la filosofía del comportamiento social de la paciencia.
La vida muchas veces nos hace guardar
silencio. No como el de los monjes que atesoran el silencio, la soledad y el
tiempo en peregrinajes religiosos, sino aquel silencio donde se calla el ruido,
la vos interior; o, el que nos quita la soledad y nos da la compañía.
El filósofo alemán, Max Scheler dice: “Lo
que uno es, lo que piensa, lo que desea, lo que ama, etc., depende y muy
estrechamente de la técnica del silencio”.
Así y todo; y, de algún modo, el silencio
tiene tanta relevancia como el discurso, en el comportamiento humano.
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