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esde mi estudio (ahora convertido en un espacio disminuido a sólo unos
pocos anaqueles, con un seleccionado grupo de mis libros: imagen de las artes,
de la ciencia y la filosofía, que me han organizado y orientado en el
conocimiento de la realidad. Fantasmas, visiones o quimeras impresas que igual
me han ayudado a sostener la duda y a superar
escollos, de una cultura tan irregular como la mía.
Reducido a un computador, a una impresora y a un
estrecho mueble con equipo de recreación. Desde allí miro hacia el jardín, o una
jardinera contigua al balcón de mi apartamento del último piso, el décimo
quinto, de apenas unos 12x1 Mts. de longitud; pero que aún así reafirman el recuerdo
de mi viejo jardín, con sus gallitos color ocre, las palmeras, las ixoras y las
petunias azules. Ni deja por eso de hablarme también de cómo era el patio de
clemones, granadas y resedas de Los Puertos, y de mi escuela primaria, que en
una fusión espiritual aposentaron desde allí muchas de mis ilusiones. Y, miro
entonces hacia aquel niño que fui en otro tiempo. Miro hacia el adolescente, el
joven que, en medio de penosas dificultades, tratara de hacerse de libros
prestados; de acercarse casi asustado a personas de tutoría y valimiento en
quien poder confiar sus emociones y ansiedades, que a solas borroneaba en papeles
de estraza y cartones, con la seriedad y fundamento con la que juega el niño.
Y, de aquel frondoso níspero, el más viejo del patio. Y,
las tramadas filas de cilantrillos formando callejuelas de plateadas hojas y
flores color malva, con que era armonizada nuestra casa solariega de la calle
72 de Maracaibo, entonces provista de una bien conformada biblioteca y, como ya
dije antes, de un bello jardín de felices resonancias familiares.
CASA SOLARIEGA |
Y, en donde también se hacían despaciosas las horas de
espera en tiempos de exámenes, que desde las primeras letras hasta la universidad,
estuvieron marcadas por un ideal común. Esta es la casa pues, que no habiendo
agotado en absoluto su misión y su esencia patrimonial, seguirá reflejando el
alma de la familia; aunque ahora remodelada en razón comercial.
Y, donde en medio de todos mis descreimientos,
y, para no llegar a parecer la sombra de una sombra ante la desmesura del dogma
predominante, optamos por compartir con esa inveterada asignatura religiosa de bautizos,
confirmaciones y primeras comuniones que, como parte de los principios fundamentales
de la doctrina católica, correspondía cumplir a los muchachos; sujeta como
estaba esa norma catequística, a no tener un destino equivocado.
Ahora bien; cómo hallarle sentido entonces al hecho de que, a cambio de
lo olvidado, sí puedo acordarme por ejemplo de los corralitos que a solas, muy
niño, hacía con estaquitas de madera para jugar a las vacas y a los caballos, que
simbolizaba con huesos sacados del menudillo del mondongo que mi madre cocinaba para los días especiales. Y, poco
más tarde -ya más grande-, igual recuerdo los volantines
y
las
canicas, conque
jugaba acompañado de mis amigos de entonces.
Pareciera como si en realidad se encontraran dos
situaciones distintas en mi existencia espiritual. Una de ellas
indiscutiblemente lúcida, y la otra de duda. Es decir, la situación que se
entrega al recuerdo de una primera época, y la que sigue cual enigma de Edipo.
Pero a manera de reivindicar el sentido paradojal que
en efecto pareciera tener lo planteado; y, de cuyos comienzos –repito-, casi no
hago memoria alguna, quiero significar aquí de viva intención que, de todo este
trayecto y, embebido además de un sentimiento de paz afectivo, aún conservo, no
el pasado del recuerdo, sino un pasado ideal con nostalgia, veneración y amor, por
la dulce imagen de mi madre, Antonia Elena, siempre reservada y estoica; y, la
majestuosidad y entereza de mi padre, Manuel Ignacio, que, detrás de la
severidad de trato que en apariencia demostrada, escondía un corazón cándido y
generoso, lleno de ternura y de bondad. Por algo a su paso la gente en la calle,
se quitaba el sombrero para saludarlo.
2 comentarios:
Todo va bien hasta ahora.
J. Salcedo. Ecuador
Hola Don Manuel, no tengo palabras para decirle que la nostalgia me invade y a la vez me llena de una inmensa alegria leer este fragmento de lo que sera todo un exito de su parte. Quien tiene la oportunidad de conocerlo y compartir, aunque en pocas oportunidades, pero con una intensidad envidiable de su compañia y de escuchar de viva voz sus vivencias, hoy parte de ellas plasmadas en este proyecto, solo me resta manifestarle mi especial reconocimiento de que debe completar y regalarnos el resultado de esta inciativa suya. Un especial saludo y un abrazo. Eddie Rincon M.
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