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martes, 26 de septiembre de 2017

LO QUE EL RELOJ ENCUBRE



LO QUE EL RELOJ ENCUBRE
MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA
Cada día que pasa, las cosas son más de lo que tenían que haber sido. Ahora todo está a nuestro alcance en formato digital, con tan solo ver la pantalla del teléfono celular. Por lo que leer un viejo reloj mecánico o de manecillas en estos días, parecería sentirse como retrocediendo en el tiempo. No obstante, muchos son los relojes de este estilo que todavía aparecen ajenos a todo vuelo del progreso, especialmente en sitios públicos, como una contradicción de lo antes y lo después.
Sus números más comunes distribuidos en su perímetro, como se sabe, son numerales arábigos que van del 1 al 12, frente al otro estilo que usa números romanos del I al XII. Leonardo da Vinci y Galileo, como dato curioso, sirvieron a su evolución y perfeccionamiento.
Pues bien; con esta introducción sacada de entre las ruedas y resortes del reloj, pretendemos llevar este ensayo a un terreno al menos imaginado, en donde se vea que, el alma de las cosas que hay detrás del dolor, de la tristeza, de un sentimiento, de una frustración, separación de pareja, u otra pena cualquiera, son elementos que desaparecen de la mirada del reloj, o de la sensibilidad de la gente, al hacerse abstracción de tales escollos, en virtud de que la alegría, el júbilo, o el optimismo, por citar algunos ejemplos, copan comprensiblemente casi toda su esfera.
Por consiguiente, ese quántum que en este tránsito contiene una cantidad de cosas que dan cuenta o enseñan, de cómo las agujas del reloj estando unidas, no sólo pueden marcar dos momentos separados: minutos y horas a la vez, sino lo que se supone también de lo demostrado antes. Es decir, lo que el reloj encubre, debido a que, siguiendo el ritmo del tiempo, se contraponen aquellas realidades gratas, como suelen serlo al momento la espera de un abordaje de avión; una primera cita de amor; un viaje a la playa; alguna boda o fiesta de cumpleaños, etcétera, dejando atrás, las sensaciones molestas y conflictivas.  
No sería pues casual que a este respecto nos preguntásemos, más allá de los límites de la experiencia y de la vida, cómo y por qué a través del rostro de un objeto mecánico como el reloj, pueden mirarse o medirse cosas del espíritu, como haciéndose un lugar en el libreto de las argumentaciones.

Mcbo. 26/09/2017

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