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viernes, 24 de noviembre de 2017

EL SÍNDROME DE LA SOBERBIA



EL SÍNDROME DE LA SOBERBIA
MANUEL MARTÍNEZ ACUÑA
Pretender poner delante de sí, el anverso y el reverso de la función meramente sensitiva del concepto que trata de la soberbia, significaría no darse por enterado de que su forma y su fondo, aunque son inseparables, no tienen por qué ser una misma cosa. Esto, si desde luego observamos que la forma es el órgano y el fondo la función. De ahí que, “orgullo y soberbia sean dos conceptos semejantes, pero no exactamente iguales. Mientras que en el primero el individuo se valora a sí mismo en su justa medida, en el segundo hay una desproporción. Por lo tanto, quien es soberbio no está orgulloso de sí mismo, sino que su autovaloración se fundamenta en el menosprecio de los demás”.Vale decir, que son dos momentos distintos de una misma cosa. Ahora; de uno u otro modo, el hombre y su ventana social, será el tema necesario de este ensayo.
Por lo pronto, digamos con los estudiosos de este síndrome, que la soberbia  se caracteriza por la sobrestimación que se le da al individualismo; a la noción de triunfo social y económico; al egocentrismo; y, a otros muchos casos que rebasan los altos niveles de soberbia en unos cuántos individuos, como el síntoma de una baja autoestima, y, cuando los rasgos de autoalabanza de una persona se vuelven exagerados.
IDIRA GANDHI aborda el tema de esta manera sutil e ingeniosa: “Un día mi abuelo me dijo que hay dos tipos de personas, las que trabajan, y, las que sólo buscan el mérito. Me dijo que tratara de estar en el primer grupo, porque hay menos competencia ahí.”
De por sí, la soberbia no muestra la cara. Siempre está al acecho observando a escondidas y con cuidado para no ser descubierta…Finge cualidades, ideas o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene. La soberbia es pura apariencia. San Agustín dice de ella: “La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano”. Y, más allá de tantos otros razonamientos, el filósofo Bertrand Russell aseguraba  que, cuando el elemento necesario de humildad no está presente en una persona poderosa, esta se encamina hacia un cierto tipo de locura, llamada “la embriaguez del poder”.
De ahí que, como queda dicho, si la soberbia se ofrece como resultado del individualismo, es por lo que llega a considerarse una actitud de constante autoadmiración, que hace que la persona en cuestión deje de considerar los derechos y necesidades de aquellos que la rodean, al creerlos inferiores o, menos importantes.
Y, finalmente; la soberbia no es otra cosa que la tendencia de una persona a obrar según su propia voluntad y capricho, cualquiera que sea el nombre que quiera dársele, como en efecto lo son la ira, la gula, la lujuria, la pereza, la envidia, la avaricia y la vanidad.

24/11/2017

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