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domingo, 26 de octubre de 2014

DESDE EL JARDÍN



[DESDE EL JARDÍN]
Manuel Martínez Acuña                          
      Se trata de un libro de Jerzy Kosinski (década del 70), de un estilo totalmente diferente al que muchos estamos acostumbrados; y que, según R.Z. Sheppar, "es una devastadora andanada de cosas programadas con perfecto ritmo satírico y de mucha profundidad metafísica." Una novela en la que su autor se sirve de la sensatez y de la imaginación al mismo tiempo, para crear un protagonista único que es una fabulosa imagen patentada de nuestra época. Por consiguiente, quizá sea el libro que he vuelto a leer y leer con mayor interés. Tanto, como para querer compartir hoy parte de esas impresiones con mis generosos lectores.
      Imaginemos a un hombre que, desde muy corta edad, no conoció otra vida que la que transcurría del otro lado del muro que protegía la casa y jardín de un anciano enfermo, a donde una vez fue llevado por cosas o circunstancias poco claras. Y en donde la paz se hacía imperturbable hasta del ruido de los carros que de tanto en tanto pasaban por la calle. Su nombre era Chance, porque había nacido por casualidad y, porque al nacer, su cerebro había quedado descabalado para siempre. Por lo tanto, su existencia debía limitarse a sus habitaciones y a trabajar el jardín, y nunca entrar en otras partes de la casa ni salir a la calle. Nombre este que más tarde le fuera cambiado por el de Gardiner, debido a que se presentó ante extraños como jardinero, y este adjetivo en inglés es Gardiner.
         Pero pasó lo que tenía que pasar. Un día de tantos se murió el viejo y, desde luego, se produjeron los cambios que generalmente se producen, de los cuales son autores los parientes, los abogados, los banqueros y otros  encargados de este tipo de sucesiones. Chance, entonces, tuvo que  marcharse. Caminó hasta el portal del jardín, que en veinte años nunca fue abierto; lo traspuso y, se perdió deambulando en el tráfago de la ciudad. Mas, todo lo que veía hasta ese momento como parte de la vida real, sólo lo había contemplado a través de la televisión, su único contacto con el mundo exterior, desde niño.
       Como a mitad de la calle sintió el rigor del sol y el peso de la maleta, que estorbaba sus movimientos, tardó demasiado tiempo en saltar de un punto a otro de su travesía, dentro de un parqueadero de vehículos; por lo cual fue atrapado entre el parachoques de un auto ya estacionado y el de otro que se estacionaba en ese  momento. La trama se torna a partir de entonces, insospechadamente apasionante y, de alguna manera, en un rompecabezas para el mundo de los negocios, la política, etcétera; por lo insólito, apuesto e inmutable del personaje.
      Sucede que, una hermosa y gran dama es la persona involucrada en el accidente. Y por mucho que el causante lo fuera en la realidad su chofer, ella asume todo el peso de la responsabilidad, hasta convencer a Chance de venir con ella a su casa, para ser atendido de inmediato por los médicos que cuidaban de la precaria salud de su marido; hombre de grandes negocios y de una sobrada  influencia en la política y los artificios de Wall Street, donde se encuentra el centro financiero de los Estados Unidos. Chance, creyendo que debía demostrar de alguna manera su interés por las atenciones y cuidados que  recibía, recurre a lo que veía con frecuencia en la televisión. Es decir, repetía una buena parte de las mismas palabras empleadas por sus interlocutores, hasta llegar invariablemente a una feliz coincidencia con el diálogo. Así llegaron Rand -el enfermo marido- y, particularmente su esposa E.E., a sentir por Chance o Gardiner, una tan desproporcionada admiración que, en una oportunidad, hasta le fue presentado, como amigo de confianza de la casa, al Presidente de los Estados Unidos.
       Fue entonces cuando ocurrió lo insólito. Lo que desató el ritmo satírico de  la  novela. De pronto, y a lo largo de la conversación iniciada entre Rand y el Presidente, hubo un momento en que el Presidente preguntó: "Y Ud. señor Gardiner, qué opina de la mala época por la cual atraviesa la calle?” (Esto refiriéndose obviamente a Wall Street.) Chance, sorprendido y fuera de todo contexto previo, atinó a decir finalmente: "En todo jardín hay una época de crecimiento. Existen la primavera y el verano, pero también el otoño y el invierno, a los que suceden nuevamente la primavera y el otoño. Mientras que no se hayan seccionado las raíces todo estará  bien, y, seguirá estando bien..."    Agradaron tanto estas palabras al Presidente que, no sólo le dijo, señor Gardiner, "hace mucho tiempo que no escucho una observación tan alentadora y optimista como la que acaba de hacer," sino que en su discurso de ese día sobre el estado de la economía del país, obviamente aludió a Gardiner de nombre, y de esta manera: "Hemos gozado de la primavera y también del verano, pero, desgraciadamente, lo mismo que en el jardín del mundo, es inevitable que lleguen los fríos y tormentas del otoño y el invierno."
      Pues bien, fue al tenor del discurso del Presidente que el nombre de Chance despertara la atención de los medios informativos. Y el que avivara aún más la pasión insatisfecha de E.E., picada ahora por la presencia del joven y apuesto jardinero. Esto hizo que todo cambiara para Chance. Confundido y obligado por las apremiantes circunstancias, solo recordó y siguió en la práctica, los mismos pasos que había visto dar en escenas de amor en las telenovelas de su televisor, hasta lograr que, al final, la dama se calmara un poco.

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