[DESDE EL
JARDÍN]
Manuel
Martínez Acuña
Se trata de un libro de Jerzy Kosinski
(década del 70), de un estilo totalmente diferente al que muchos estamos
acostumbrados; y que, según R.Z. Sheppar, "es una devastadora andanada de cosas
programadas con perfecto ritmo satírico y de mucha profundidad
metafísica." Una novela en la que su autor se sirve de la sensatez y de la
imaginación al mismo tiempo, para crear un protagonista único que es una
fabulosa imagen patentada de nuestra época. Por consiguiente, quizá sea el
libro que he vuelto a leer y leer con mayor interés. Tanto, como para querer
compartir hoy parte de esas impresiones con mis generosos lectores.
Imaginemos a un hombre que, desde muy
corta edad, no conoció otra vida que la que transcurría del otro lado del muro
que protegía la casa y jardín de un anciano enfermo, a donde una vez fue
llevado por cosas o circunstancias poco claras. Y en donde la paz se hacía
imperturbable hasta del ruido de los carros que de tanto en tanto pasaban por
la calle. Su nombre era Chance, porque había nacido por casualidad y, porque al
nacer, su cerebro había quedado descabalado para siempre. Por lo tanto, su
existencia debía limitarse a sus habitaciones y a trabajar el jardín, y nunca
entrar en otras partes de la casa ni salir a la calle. Nombre este que más
tarde le fuera cambiado por el de Gardiner, debido a que se presentó ante
extraños como jardinero, y este adjetivo en inglés es Gardiner.
Pero pasó lo que tenía que pasar. Un día
de tantos se murió el viejo y, desde luego, se produjeron los cambios que
generalmente se producen, de los cuales son autores los parientes, los
abogados, los banqueros y otros
encargados de este tipo de sucesiones. Chance, entonces, tuvo que marcharse. Caminó hasta el portal del jardín,
que en veinte años nunca fue abierto; lo traspuso y, se perdió deambulando en
el tráfago de la ciudad. Mas, todo lo que veía hasta ese momento como parte de
la vida real, sólo lo había contemplado a través de la televisión, su único
contacto con el mundo exterior, desde niño.
Como a mitad de la calle sintió el rigor del
sol y el peso de la maleta, que estorbaba sus movimientos, tardó demasiado
tiempo en saltar de un punto a otro de su travesía, dentro de un parqueadero de
vehículos; por lo cual fue atrapado entre el parachoques de un auto ya
estacionado y el de otro que se estacionaba en ese momento. La trama se torna a partir de
entonces, insospechadamente apasionante y, de alguna manera, en un rompecabezas
para el mundo de los negocios, la política, etcétera; por lo insólito, apuesto
e inmutable del personaje.
Sucede que, una hermosa y gran dama es la
persona involucrada en el accidente. Y por mucho que el causante lo fuera en la
realidad su chofer, ella asume todo el peso de la responsabilidad, hasta
convencer a Chance de venir con ella a su casa, para ser atendido de inmediato
por los médicos que cuidaban de la precaria salud de su marido; hombre de
grandes negocios y de una sobrada influencia
en la política y los artificios de Wall Street, donde se encuentra el centro
financiero de los Estados Unidos. Chance, creyendo que debía demostrar de
alguna manera su interés por las atenciones y cuidados que recibía, recurre a lo que veía con frecuencia
en la televisión. Es decir, repetía una buena parte de las mismas palabras
empleadas por sus interlocutores, hasta llegar invariablemente a una feliz
coincidencia con el diálogo. Así llegaron Rand -el enfermo marido- y,
particularmente su esposa E.E., a sentir por Chance o Gardiner, una tan
desproporcionada admiración que, en una oportunidad, hasta le fue presentado,
como amigo de confianza de la casa, al Presidente de los Estados Unidos.
Fue entonces cuando ocurrió lo insólito.
Lo que desató el ritmo satírico de
la novela. De pronto, y a lo
largo de la conversación iniciada entre Rand y el Presidente, hubo un momento
en que el Presidente preguntó: "Y Ud. señor Gardiner, qué opina de la mala
época por la cual atraviesa la calle?” (Esto refiriéndose obviamente a Wall
Street.) Chance, sorprendido y fuera de todo contexto previo, atinó a decir
finalmente: "En todo jardín hay una época de
crecimiento. Existen la primavera y el verano, pero también el otoño y el
invierno, a los que suceden nuevamente la primavera y el otoño. Mientras que no
se hayan seccionado las raíces todo estará bien, y, seguirá estando
bien..." Agradaron tanto estas
palabras al Presidente que, no sólo le dijo, señor Gardiner, "hace mucho
tiempo que no escucho una observación tan alentadora y optimista como la que
acaba de hacer," sino que en su discurso de ese día sobre el estado de la
economía del país, obviamente aludió a Gardiner de nombre, y de esta manera:
"Hemos gozado de la primavera y también del verano, pero,
desgraciadamente, lo mismo que en el jardín del mundo, es inevitable que
lleguen los fríos y tormentas del otoño y el invierno."
Pues bien, fue al tenor del discurso del
Presidente que el nombre de Chance despertara la atención de los medios
informativos. Y el que avivara aún más la pasión insatisfecha de E.E., picada
ahora por la presencia del joven y apuesto jardinero. Esto hizo que todo
cambiara para Chance. Confundido y obligado por las apremiantes circunstancias,
solo recordó y siguió en la práctica, los mismos pasos que había visto dar en
escenas de amor en las telenovelas de su televisor, hasta lograr que, al final,
la dama se calmara un poco.
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