DE NUEVO LA NAVIDAD
Manuel
Martínez Acuña
Pues bien, de nuevo la Navidad. La gente
parece deslumbrarse con sus quimeras y realidades, entre las sedas vaporosas de
un tapiz tejido por la fe. Siente sumirse en un sueño intenso de muchedumbre dispersa,
urgida de coincidencias valoradoras. Acaso es el mejor momento de escindir las
penas, de regresar a la humanidad consigo mismo; de darse por satisfecho quién no
haya perdido el asentamiento de la fe, la fijeza de la voluntad, el gusto por
la acción. O, bien; entender que, si la vida se hace paso a paso en borrador, y,
que si todo se mueve en medio del torrente interior de la esperanza, transitemos
entonces en este diciembre por todo lo alto y emblemático del pesebre de Belén.
Desde donde todo puede mirarse a partir de aquel suceso que aún conmueve al
mundo; después de más de dos milenios de haber ocurrido. Resonancias repasadas
que el fermento de la Historia ha descoyuntado y recompuesto desde ciertas
formulaciones cristianas y mitologías clásicas que, en su esencia, ya no mueren
con Jerusalén.
Hay en el mundo tan pocos momentos
felices, que este otro rato de la Navidad bien vale la pena reiniciarlo como
una realidad nueva; vivirlo a plenitud; y, pasar de largo sin caer en la cuenta
de que todo es una rutina más, de entre las muchas cosas hacinadas en nuestra memoria.
Pues algo bueno quedará fulgurando de esos espléndidos e insustituibles
fantasmas tradicionales. De esa sensación viva que la Navidad alinea con gracia
y alegría colectiva, tras el trasunto de la Nochebuena.
Tiempo donde la Historia escancia su buen vino,
desde el pueblito de Oberndorf, escondido al lado del río Salzach, lo que en la
“NocheBuena” de 1818, y con el concurso del padre Joseph Mohr, vicario de
Wagrain en el Pongau, y el director del coro de Hallein, Franz Xaver Gruber,
dio al mundo la música y letra de la bella canción de Navidad: “Noche de Paz”.
Y es para recordar también el momento de
cuando la Nave Capitana de Colón, la “Santa María”, encalla y se destroza
frente a la costa, el 25 de diciembre del año 1492, en medio de las intrigas y
ambiciones propias del conquistador. Intrigas estas desatadas entonces entre el
Almirante y Martín Alonso Pinzón; y la matanza a manos de la heroica resistencia
nativa, de 39 de los primeros adelantados de la primigenia colonización
americana. Pobladores fugaces de la primera ciudad fundada en América, con el
nombre dado por el propio Colón, de “Villa Navidad”.
Y, así, conforme va la línea de este
angosto pasaje de la vida, donde al final del camino nos aguarda el otro lado
de lo abstracto, no queda más que ver la
vida como es; y, disfrutar de lo que la fantasía imagina, entreteje y cuenta de
esta otra Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario