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sábado, 21 de marzo de 2015

RECORDANDO A MI ENTRAÑABLE AMIGO Y COMPAÑERO ROBERTO JIMÉNEZ MAGGIOLO, EL DÍA DE SU CUMPLEAÑOS.



HASTA LUEGO AMIGO
Manuel Martínez Acuña
        Estas fueron las tres únicas palabras de despedida que pude articular apenas, ante el féretro, como despedida del mundo físico, de quien como Roberto Jiménez Maggiolo fuera mi amigo entrañable de muchas afinidades espirituales, vividas en dos direcciones: una ingenua y rectilínea a lo Quijote, y otra irónica, que emana del espejismo, de esos objetos lejanos que dan una imagen invertida del mundo que vivimos, a lo  Sancho, el escudero.
        En torno a su erudición, acudían siempre razonamientos, doctrinas, o argumentos ontológicos, queriendo hacer ver, entre una llovizna de anécdotas filosóficas, aquellas propiedades, principios y causas primeras del ser como tal -según la metafísica de Aristóteles-,  con una sutileza inusitada.
        Procedía a orientar la crítica en un sentido afirmativo, crudo y polémico, hacia lo que consideraba una afrenta o un baldón a la verdad manifiesta, y la dirigía más que a corregir al personaje, a dotar a los demás de un conjunto de puntos de vista, bajo los cuales se podía llegar a poner en buen orden, el mundo de las  falsas impresiones.
        Tenía buena disposición para el humor. En las reuniones sociales adonde era invitado, se valía de su jovialidad y agudeza, para resaltar el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas, mediante chistes, imitaciones o parodias, cuya misión era hacer feliz a la gente. Pero cuando se molestaba, no era lo mismo.
        Se levantaba en su pecho tal ambición de claridad y conocimientos, que habitualmente hacía un lugar en las más altas cimas de la cultura, apostando por aquello de Goethe: “Yo me declaro del linaje de esos que, de lo oscuro hacia lo claro aspiran”. Por tanto, no había anaqueles de librería que no escudriñara cuidadosamente, casi con inquietud de niño, ante la posibilidad de no encontrar el nuevo título, la nueva obra científica, literaria, artística o política, que sabía andaba circulando en las tiendas del libro. Pensaba, que, si el hombre debía cumplir alguna misión de claridad sobre la tierra, tendría que rondar en torno al libro. Bajo cuyas formas y circunstancias, ocurrió que, los mejores libros que yo atesoro en mi biblioteca, fueron dedicados con su firma y letra inconfundibles, y, el galopar de penetrantes metáforas, de indubitable devoción por la amistad.
        Todas estas cosas con su hoy y con su ayer, alientan un sentimiento reflejo que forma parte de una realidad propiamente autoexhortativa, con la cual quedó transcrito en bronce, la fraterna historia de nuestra amistad, al cerrar de una puerta.
        Recuerdo a este propósito, el viaje que juntos hiciéramos a la vieja Europa, acompañados de Loloy, su hijo, con la expresa finalidad de visitar en su lecho de enfermo, en Estocolmo, al insigne científico zuliano, doctor Humberto Fernández Morán; a cuyo cuarto de hospital nos condujo su amante esposa, doña Anna Browallius.
        Merced al previo conocimiento de Roberto de ese continente, y de su grata compañía, el viaje no sólo se hizo maravilloso, sino que, con pasmosa facilidad de experimentado guía, no se quedó ningún museo, catedral, plaza, u obra de arte, que no visitáramos, elevado a la potencia de su placer estético.
        Se puede ser hermano sin ser amigo, pero no amigo sin ser hermano.             

3 comentarios:

Tito Balza Santaella dijo...

PRECIOSO TEXTO, MANUEL, Y BIEN MERECIDO.ACOMPAÑÉ A LOLOY Y A LAS MUCHACHAS EN EL HOMENAJE QUE A ROBERTO LE RINDIÓ NUESTRA ACADEMIA DE HISTORIA. RECIBE MI ABRAZO.

Jesús Ángel Semprún Parra dijo...

Apreciado señor Manuel, hermoso texto el que me ha enviado. Le solicito permiso para publicarlo en el Boletín de la Academia No. 51. No pude asistir al sepelio del Dr. Roberto Jiménez Maggiolo por quebrantos de salud, pero pude realizar desde mi casa el Acuerdo de Duelo encomendado por el Dr. Jorge Sánchez y publiqué en mi Facebook su reseña biográfica con su fotografía, fue lo que pude hacer en recuerdo de su amistad que me honró siempre. Gracias.
Reciba un fuerte abrazo de su amigo de siempre,
Jesús Ángel

BEATRIZ SOCORRO dijo...

Hola Don Manuel, que palabras ! hermosas, claras, sinceras, tiernas, fraternas, dedicadas a un amigo que se le fuè fìsicamente, pero, estoy segura, permanecerà en su mente y en su corazòn dìa a dìa, con una intensidad cada vez mayor !
No me enterè de su fallecimiento , pues hubiera hecho guardia de honor a ese Caballero que me dedicò pùblicamente en una entrevista de Televisiòn, los màs hermosos piropos que encantan a cualquier mujer !
Recordemos a ese personaje sin par, al hombre que viviò su vida a su manera, que la plasmò tal como plasmaba en pintura sus paisajes en sus cuadros, que riò, que llorò y que se enamorò de lo hermoso, de lo impactante, de la vida !
Paz a sus restos !
Beatrìz