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sábado, 25 de abril de 2009

Remos Mojados

REMOS

MOJADOS


De una calma menuda

gira oscurecido

a poco andar, el aire de la tarde,

echando sobre sí, polvo de reyes,

de esas glorias ungüentos y tisanas

que guiñan el ojo de las fosas.

Por instantes, así vuelve el silencio,

atadas, misteriosas y sombrías, las palabras,

transportando la noche,

¡Donde todos los climas se sumergen!

No querías para mí este bochorno

que demanda el estío.

Pero una vocación de grey pagana

fija la renta del inmueble humano.

Hacías para ti de mí un monarca

en esas asambleas de los muertos.

Cuando aquí, afuera, es cierto,

la ciudad se quebranta de lisonjas,

come el pan de sus trojes,

destrenza sus cabellos,

y, en el puerto una estrella atraviesa

otro espacio,

sin mañana ni tarde,

dos fuerzas se miden y se pesan

sin tregua, sobre el hombre.

Vuelve a traer ahora, no más tarde,

lo que lloran los muertos.

Quédate así, posada tu mejilla.

Vengan los himnos de todas las aves,

de albas antiguas, de remos mojados.

¡Bogando el azul!

martes, 21 de abril de 2009

Prólogo de la novela Baúles de monasterio



Baúles de Monasterio

Puertaventana de la Amazonía

Novela historiada
Manuel Martínez Acuña


60 Bsf. + envio
PARA PEDIDOS
apuntes21@gmail.com

La novela "Baúles de monasterio" se halla en las vitrinas de la librería "Europa", en Costa verde y Lago Mall de Maracaibo, a su disposición.

El poemario "Las huestes del sosiego", está agotado.


P R Ó L O G O
Sinónimo de fuerza, misterio y vida, fascinación y aventura, la Amazonía es un territorio extendido y profundo, de más de siete millones de kilómetros cuadrados. De una primitiva y majestuosa selva tropical que ostenta, además de las irrepetibles formaciones geológicas más antiguas del planeta, y, de la gran biodiversidad de su medio ambiente, la original característica de tener un universo étnico-cultural único en el mundo; no obstante haber pasado por un prolongado y dramático proceso de cambios utópicos, antes y después de la misión de Santa Juana, del padre español Esperante (1873-75); prófugo de la justicia francesa.
Por esta inmensidad, donde el tiempo pareciera haber dejado fuera de curso las previsiones imaginativas de Verne y de Humboldt. Por ahí, donde el explorador moderno bien pudiera figurarse estar entremezclado con la era paleolítica y sus tres fases cronológicas de la Edad de Piedra, anda montada la trama de esta novela. Cuya urdimbre de tejidos geodramáticos llega hasta pretender –ante un conjunto persistente de normas y preceptos ya en obsolescencia-, relegar a las vitrinas de museo los últimos criterios que, cual manuales de iglesia olvidada, aún quedan flotando del pasado. Todo comienza con una insigne y notable catedrática de frente ilustrada, y, su sobrina de apenas dos años de edad, que, atrapadas por las circunstancias que ordenan y dan sentido a las cosas, terminaron confinadas en un pantanal de la Amazonía, víctimas propiciatorias de una de esas brutales y crueles desapariciones de extracción política, que de tiempo en tiempo han “decorado” los cuadros de ciertas democracias en el mundo. Hecho violento e inhumano, perpetrado a través de un avieso y bien disimulado accidente aéreo, de sesgada y maquiavélica intencionalidad.
Por lo que después de aquel siniestro, y, luego de haber recobrado el sentido y la noción de lo ocurrido, tía y sobrina vagaron un largo trecho por la selva, venciendo mil dificultades más; tanto era lo abrupto del camino, la turbación del momento, y, la poca edad de la niña.; hasta toparse de pura casualidad con un antiguo y ruinoso monasterio abandonado al pie de la montaña, que de poco a mucho terminaría sirviéndoles de virtual albergue durante casi dos décadas. Allí cerca, a unos pocos metros donde un arroyo corría alegremente, había una especie de vergel silvestre revuelto con la maleza, que daba claras señales de haber sido en otro tiempo un campo de labranza rectoral, cuya capacidad de recuperación en cada ciclo lluvioso, llegaría a hacer posible -entre otras cosas-, la supervivencia de aquellos dos seres sujetos a una suerte caracterizada por el aislamiento, la inseguridad, y, la constante amenaza de lo desconocido.
Para fijar mejor estas penurias en su más cruda esencia, imaginemos -aunque sea de momento-, el poderoso esfuerzo interior del que seguramente tuvo que valerse esta valiente mujer; no sólo para resolver los serios problemas de pervivencia en medio de los cuales pudo verse envuelta, sino también aquellos otros casos de orden anímico que quizá debió afrontar, resultado de una amnesia retrógrada que, a causa de tantas y distintas alteraciones emocionales, le habría tocado sufrir; marcando en ella el fin de un tiempo y el comienzo de otro en su vida íntima. A todo esto sigue una serie de acontecimientos con su clásica secuela de males, que habrían de cambiar el orden de las cosas, y, el curso sosegado de la rutina. Por un lado Sibila, que ya comenzaba a enfrentar los primeros apremios de la adolescencia, era fuertemente atraída por todo lo que revelase realidades contrarias a las de su propio mundo conocido; particularmente las inferidas de aquellos libros considerados cismáticos por la iglesia católica; y por lo tanto confinados en el fondo de unos baúles cartujos como extraños invitados, a espaldas de la tozudez vaticana.
Estas ideas, juicios y opiniones, identificados con el romanticismo de la primera mitad del siglo XIX, y, el guión de unos cuántos librepensadores, llegaron a preocupar en extremo a su madre Ágata, por cuanto estos enunciados –tirando fuertemente de la cuerda de un sincretismo irreconciliable-, eran idealizados por Cossette del mismo modo que el niño toma en sus manos el juguete nuevo. Porque según creía, tales ideas podían causar cierto grado de escozor en la susceptibilidad social de la época. También entra la novela en el terreno pintoresco o extravagante de las explicaciones, cuando pasa a narrar las mejores peleas de gallo escenificadas en Manaos, Brasil, con todos sus aderezos e imprevistos.
Por lo cual los lectores aficionados a la gallística, pudieran hacerse de un espacio donde poder recordar anécdotas y otras experiencias de su deporte favorito. Además de las trastadas de un tribunal, actuando como si se tratara de una disputa callejera, o de unas relaciones promiscuas entre iglesia y estado. Y, a todo esto sigue una serie de sucesos fuera de lo común; traspuestos los cuales van apareciendo de un lado -entre imágenes- y sombras-, la trágica y venturosa incursión de un yanomami en la rutina cotidiana del viejo monasterio, más las veleidades de un cardenal voluntarista y reaccionario. Y, del otro, el tránsito de una carta que, bajo el uso y abuso de la superchería, termina convertida en una novela bizantina. Pero, como si algo faltara por pasar todavía bajo aquel cielo, surge de pronto, de entre las nubes, el ruido fantasmal de una avioneta, a manera de un eco reducido a sombras en la psique de Ágata, la tíamadre. Y, así, entre muchos y distintos episodios, insondables unos y paradójicos otros, llega a saberse de una pareja que, aún hecha de contrarios relativos, es tocada por un haz de impulsos y reflejos eróticos, como de animal superior, tras el gran vértigo de la pasión. En una noche de plenilunio.
Después, todo lo que se lee o barrunta entrelíneas de la novela, empalma, concilia o junta épocas distantes y diferentes, que van desde el pensamiento judaico y el tránsito descaminado de los caballeros templarios, hasta la execración de los evangelios gnósticos de la magdalena.
Mientras, por otro lado, la voluntad extraña de la naturaleza, -dueña de oscuros o claros designios-, se ocupaba de trascender los límites de lo inalcanzable, tocando su caracol de música al resol de una primera entrega de amor, que se daba en un recodo del arroyo entre mariposas, abejas y colibríes; avivando con sus alas de miel jarabe los duendes inefables del éxtasis. Mientras afuera la adversidad se agazapaba. Como es fácil adivinar, buena parte de lo aquí narrado descansa o pretende invitar al lector, a colocarse en el mejor ángulo de reflexión posible, a fin de poder ver lo que está en juego en contra de la biosfera al otro lado de ese pulmón del mundo llamado Amazonía. A urgirlo a darse cuenta, de cómo camina en los corredores de la justicia, la conducta de la moral pública, las religiones y la ética clásica; salpicando de escándalos a la actual sociedad. Aparte de lo que no sólo alcanzamos a suponer sino también a deplorar, lo que de histórico apunta hacia esa particular capacidad semiótica de que se valen ciertas cruzadas evangélicas, para desmotivar o desnaturalizar las costumbres y tradiciones del aborigen suramericano; e incluso adherirlas -bajo un dios de dos caras-, a un extraño e imaginario cultural. Y, penetrando luego en una galería de ecos notablemente influidos por una serie de estímulos biológicos barajados en la psique del yanomami Huamán, se da el patético caso de que una férrea voluntad y una inteligencia aplomada y bien constituida a su favor, llegan a servirle de rico pasto intelectual, a través de una constante comunión con la lectura y el estudio, hasta hacerse un orgulloso ingeniero agrónomo. Ejemplo digno de emular, no sólo por las comunidades indígenas afines, sino también por ese mundo de tribus aisladas del Amazonas. Habida cuenta de que la única esperanza de esos pobladores de la cuenca del Orinoco, tendría que venir de ellos mismos.
Es por tanto una novela historiada en su género, selección y procedimiento, que dentro de lo errático circunstancial pretende, intenta o trata de ser didáctica, avanzar con el presente, y, visualizar el futuro.
EL AUTOR

lunes, 13 de abril de 2009

Formas y Colores

F O R M A S Y C O L O R E S

Dudosas un tanto, sin lumbre,
de ortigas rojizas, las horas irrumpen
de ocre la tarde, de aguas marinas
el viento y la noche,
sin templos el alma cayendo y callando.

Áspero silencio del grito, calmada
violencia que ahoga y cerroja
la espera que yace marchita en las piedras,
compartiendo ruinas, sepultando hombres,
de vuelta la sangre de guerras infames
vertida incesante.

No acoge las glorias el mundo
sin vicios, más tarde o temprano serán
apariencias el resto; temores, mentiras,
brevedad absurda, medidas humanas,
cálculo, fanfarria.

No en balde no hay nada exterior
que distraiga, se acerca la noche
al crepúsculo siempre, y el día
de prisa se aleja del alba, colores
y formas a veces se ignoran, y atraen,
y otras, se toman en una espiral.

Ahora no en suma la vida
se plega en sus alas; es fuerza
que sueña, vigila, deviene incesante,
y es ascua inasible de la eternidad.

domingo, 12 de abril de 2009

Fáusticos

F A U S T I C O S

Eran solo violines
fáusticos, la noche,
de agreste sinfonía,
de lejos ruidos que se expanden
en esa evasión de lejanía,
de esas palabras que no están maduras,
y, entre otras cosas, las que acuden tanto
sin el sentido de las frutas puras.

Es el tiempo, no más, es la conciencia.
Es la visión que apaga
otros sonidos,
y allí estarán como una orquesta, ruidos,
trompetas, fechas, voces en concurso,
hasta que un clima venga
de esas luchas
de luz, e inmensidad que el cielo tenga.

viernes, 10 de abril de 2009

La cifra pura

LA CIFRA PURA


Otras eran las llamas,

los cambios del azul que ofrece el cielo,

distinta la ciudad, sus voces,

Ceniza y polvo fueron

el temple de los desempeños.


Mas hoy, erguido el tiempo,

ocurre sin esfuerzo cuanto ha sido

de oropel, de fábula sencilla,

que torna despreciable la comedia,

aunque ni el día ni la noche vuelvan.

Tal es de inagotable.


No caben siempre del suceso humano

la cifra pura

los mundos sin volcanes.

Como todas las cosas, son las otras…

ni tiene la verdad un solo traje.


Cuando de lejos, una corte, el ruido

hace un monarca,

tocamos a la tumba más estrecha

y aspiramos su aliento.

Y,… hasta la pluma y la palabra mienten.

Así va de este modo el universo,

cuajándose de orbes colosales

entre el menudo polvo.

Ruta de peces

RUTA DE PECES


¡Qué extraño mundo éste!, tan extraño

que en andas va febril cada momento

en una puesta de sol, tras una estrella,

por un jardín. Y ocurre una ruta

de peces profanada, y estalla

en un terrón de tierra,

donde gime la flor de los racimos

de los agricultores.

Hacia abajo la tarde… hacia abajo

tiene un pedazo nuevo, recio, aldeano,

de peces y de pájaros, y es de una realidad que va tomando

hechizos de oquedad el horizonte

de hemisferios baldíos

y, del hombre , la fatiga vital…

hasta poblar la aurora de otro día.

El agua se ha secado

en el dosel de la noche.

La luz duerme en la lámpara, como una

suerte de silencio de pirámide

y, queda así, como una sensación

de naufragio, de distancia.

¡Cuántos atardeceres en un día!

Crepúsculos que viajan sobre pueblos,

fantasmas a solas sin memoria

como el aroma del tiempo, que se ha ido

con la paz de las aguas.

Se apaga el sol de los turpiales

SE APAGA EL SOL

DE LOS TURPIALES


¡Música no aprendida! Son las aves

el alado plumaje del sonido,

el sabor de la fruta, una montaña

acaso, el aguafuerte

donde se inclina a reposar el viento.


Son colores flotantes, heredades

antiguas, racimeros

del vino y del agraz de los caujiles;

son épicos clarines los turpiales

girasoles de fuego, de la patria…

madrugados caminos.


Empobrecido el cielo ya no sabe

qué hacer de los desiertos

porque las uvas ya le son amargas,

porque el jagüey, quizá,

ya más no vuelva a la emoción del agua,

ni la espina sabrá de otros afectos.